miércoles, 27 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XXI

¿Hola?Bzzzzzzzzzzzzzzz.......

¿Holbzzzzzzzzzzzzzz...?

¿Hola? Vale, ahora sí se me oye. Encantado de saludaros de nuevo. Soy Jose Antonio, y como siempre, estoy en contacto con vosotros a través de mi pequeña radio, para emitir desde el otro lado.

Hace mucho que no hablo con vosotros, pero no ha sido culpa mía. He estado cerca de cuatro días sin nada de electricidad y me ha costado mucho reponerla. Ahora hacen ya tres días con el de hoy que conseguí reparar los acumuladores solares, por lo que hasta esta mañana no tenía las baterías mas o menos llenas, y no podía gastarla en hablar con vosotros. Os pido disculpas.

Sigo sin poder arreglar las torres eólicas. La verdad es que no sé como voy a hacer para subirme a ocho metros de altura por una columna de acero de color blanco sin ningún agarre ni asidero en el que encaramarme. Por mas que le doy vueltas a la cabeza, no sé cual sería el método que utilizaban los del mantenimiento de la gasolinera para subir allí arriba, pero fuera cual fuera, no doy con él, y me es imposible seguir solo con los paneles solares, ya que no me dan la potencia suficiente. Las horas de luz en Enero son muy cortas, y no tengo más que seis paneles solares conectados. Tengo que encontrar la manera de arreglar esas torres, incluso aunque me tenga que jugar el pellejo.

Bueno, pues como os decía, esta mañana he repuesto la comunicación de mi radio, y tengo que reconocer, que después de casi siete días sin hablar con nadie, ni escuchar sus mensajes, me he sentido como un alcohólico al que le quitan su vaso de whisky antes de acostarse. Tres meses hablando a través de este aparato, me han convertido en una persona nueva. Casi dos años sin hablar con nadie, y de repente encntrar a tanta gente en mi misma situación, y que utilizaban mi mismo medio para ponerse en contacto conmigo y contarme sus alegrías y sus penas, me han hecho totalmente dependiente de este trasto que hace cinco años, casi nadie habría sabido utilizar.

Llevo varias horas enganchado a los auriculares de mi radio intentando captar algún mensaje de alguien de por aquí, pero extrañamente no he conseguido captar ningun reporte... bueno, miento. He sido capaz de captar uno, pero yo no estaba presente. Menos mal que lo he podido grabar y escucharlo hace un rato.

Ya tengo una nueva chincheta de color verde añadida a mi mapa español. Ojalá dentro de unos años el mapa sea una gran masa de chinchetas clavadas, marcando la situación de todos y cada uno de los que hoy escuchan mis mensajes cada noche, a la espera de noticias desde mi lado. Juro por lo que quede y sea sagrado, que si mañana, puedo conoceros a todos personalmente, lo intentaré hasta el fin de mis fuerzas, tanto a todos mis compatriotas como a los nuevos amigos que hablan desde allende los mares.

Os dejo con el reporte de nuestro nuevo compañero mientras sigo leyendo el libro con el que estoy ahora mismo liado. Se llama La fundación, de un tal Isaac Asimov. Me lo compró hace casi cuatro años un compañero de trabajo aunque me lo recomendó un compañero de un foro de cómics al que asistía diariamente para expiar mis tensiones, pero tengo que reconocer que lo dejé por aburrido. Ahora, lo he recuperado de los escombros, como tantos otros, y cada noche, a la luz de un par de velas y con una taza de café caliente, intento seguir con las mismas aficciones sencillas que tenía antes.

Joder, ya me estoy enrollando de nuevo. Os dejo con el mensaje.

Hola Jose Antonio. Antes de nada, tengo que pedirte disculpas por lo que voy a hacer, pero llevo tanto tiempo sin hablar con otra persona que he tenido que escribir todo lo que iba a decirte y lo iré leyendo poco a poco.

Por fin me he atrevido a contactar contigo. No estaba seguro de que esto fuese muy en serio ya que no suelo confiar mucho en la gente. He escuchado cada parte radiofónico desde los primeros días de emisión y he comprendido que la gente que habla a través de tu radio parecen buenas personas, al igual que tu. Sois todos supervivientes de una colosal masacre pero yo no puedo decir lo mismo. Cuando todo esto empezó yo ya estaba muerto, bueno, no del todo. Acababa de salir de un coma inducido después de tener un brutal accidente de automóvil.

Ponte cómodo porque voy a contarte algo sobre mi. Una noche, saliendo de casa con unos amigos, un camionero que venía con una tajada monumental, invistió contra nuestro Ibiza haciendo que todos los ocupantes muriesen en el acto. Todos, menos el que te está relatando esta historia en estos momentos. Tuve la mala suerte de que mi puñetero corazón y mi cerebro siguiesen funcionando.

Durante más de cinco horas, permanecí entre el amasijo de hierros, atendido por varios sanitarios y por los bomberos que mientras tanto, extraían uno a uno los pedazos en los que se habían convertido mis amigos.

Me llevaron al hospital con todos los huesos del cuerpo rotos, los órganos internos prácticamente inservibles y con unos intensos dolores que ni la morfina era capaz de paliar. Me indujeron un coma y mi mala suerte volvió a aparecer. Una médico, Magda, se empeñó en joderme la poca vida que me quedaba y en no dejarme morir tranquilo. Quería experimentar en mí un novedoso tratamiento a base de inyecciones de células madre que podrían reconstruir y reparar todo mi cuerpo. Ciencia Ficción. Fueron cientos de inyecciones las que consiguieron recomponer mi maltrecho cuerpo. El Nobel de medicina sería para ella ese año.

Pero por fin mi suerte cambió cuando el mundo se vino abajo, o eso creí en un primer momento. El mismo día del primer bombardeo, me habían sacado del coma aunque todavía permanecía sedado. Aunque podía verlo y oírlo todo. Escuché los bombardeos que asolaron la ciudad de Pontevedra, podría hasta decirte cuantas bombas cayeron durante aquel primer día. Y en uno de esos bombardeos, una bomba cayó sobre el hospital. A los pocos minutos, vi entrar a Magda completamente desencajada, con los ojos a punto de salirse de sus orbitas, sangrando por la nariz y por la boca y con su bata completamente ensangrentada. Se abalanzó sobre la máquina que me mantenía sedado y presionó el botón de parar la sedación. Me dejaba libre.

Magda murió poco después. Entonces le recé a Dios para que me matase lo antes posible ya que comenzaba a notar los efectos de la no-sedación en mi recuperado cuerpo. Cerré los ojos y me dispuse a morir.

No te lo vas a creer, Jose, pero Dios pasó olímpicamente de mi. Me desperté al poco rato, con algo de dolor pero con un hambre atroz. Mi cuerpo reaccionó a mis impulsos cerebrales y después de incorporarme en la cama, me quedé maldiciendo mi buena suerte durante unos minutos.

Me levanté con cuidado ya que llevaba más de seis meses postrado en esa cama. Choqué con el cuerpo de Magda y me caí al suelo. Me levanté y agarré un andador con dos ruedecillas. Parecía uno de esos abuelos en una residencia de ancianos. Salí de la habitación y poco a poco, caminé por los desolados pasillos del Hospital Provincial. Lo peor de todo fue encontrarme con algunos cuerpos tirados por el largo corredor. Las luces de emergencia del hospital todavía funcionaban y gracias a ellas me pude dar cuenta de que fuera, la noche sin las luces de la ciudad, era como un agujero negro.

Como pude y agarrado a la barandilla de las escaleras, bajé hasta el primer piso donde estaba la cafetería. Me moví torpemente entre las mesas que habían sido sacudidas por la explosión de la bomba y me dirigí hacia la parte de detrás del mostrador. Abrí la nevera, y bebí y comí hasta quedar totalmente saciado… pero espero no estar aburriéndote con este pequeño fragmento de mi vida.

Si sigues vivo, la semana que viene seguiré contándote alguna cosa sobre cómo conseguí sobrevivir estos dos últimos años. Por cierto, no te he comentado como me llamo, pero por ahora, creo que eso no importa… tengo que cortar la emisión, ahora voy a salir de caza con mis “chicos”. Tienen mucha hambre y las piezas comienzan a escasear por aquí.


Madre mía, qué historia... Salir de un coma y encontrarte con esta mierda de vida... No sé de donde sacaste esa fuerza de voluntad, pero la verdad es que es de elogiar. Yo no habría sido capaz de sacar esas fuerzas de flaqueza. M habría quedado en aquel hospital y me habría inyectado lo primero que encontrara. Al menos no habría visto morir a mis seres queridos.

Bueno, pues espero volver a oirte como los compañeros que amenizan mis noches de insmnio. Ya eres uno de nosotros, y nos preocuparemos por tí como uno se preocupa de sus hermanos. Para mi, eres un hermano lejano. Uno que nunca conocí, pero que por casualidades del destino, la vida le ha vuelto a unir a mi. te ayudaré en todo lo que pueda, eso sí, desde aquí. En la seguridad de mi lado.

Saludos desde el sur de Madrid. Soy Jose Antonio, y emito para toda la inmensidad del globo Desde el otro lado... ... ... Tengo que aprender a decir esto en inglés, como en los programas de rock de la FM.

Por cierto ¿Alguien se ha fijado en esa extraña luz de color anaranjado que se ve en el cielo desde hace algunas noches? Juraría que eso no es una estrella...

sábado, 23 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XX

Saludos a todos. Lo primero que quiero hacer, es pedir disculpas por mi vergonzosa conexión del otro día. Sobre todo a Susana, aquella chica de Sevilla que tuvo que aguantar la sarta de tonterías que dije debido a mi borrachera. Tenéis que entenderme. La soledad me está matando.

Si os sirve de consuelo, sobre todo a ti Susa, la resaca me ha durado dos días enteros. Incluso hoy me duele un poco la cabeza. No sé beber.. Recuerdo cuando era un chaval y me iba con los colegas de botellón, y bebíamos calimocho, piel roja y otros mejunges varios. Pero ahora... madre mía. Yo creo que hace ocho años dejé de beber solo por los tremendos dolores de cervicales que me provocaban las resacas. Si, lo sé, soy así de raro.

Bueno, no me enrollo mas y os explico un poco lo de estos seis días, que es mucho, además de que tengo un reporte nuevo para enseñaros del chico de Extremadura, el que estaba refugiado en no sé qué sierra e iba a rescatar a una mujeres que habían mandado un mensaje a través de otra radio. Parecemos vengadores, pero creo que esta es la única razón por la cual debemos seguir vivos. Para ayudar a la gente.

A ver. El sábado, recién levantado de la "fiesta nocturna" me decidí a acercarme al centro de mando de la gasolinera para ver qué pasaba con mi suministro de corriente eólica. Me abrigué bien, ya que aunque había dejado de nevar, aun hacía mucho frío, y me eché la mochila y la escopeta robada al hombro, además de un par de linternas y tres paquetes de pilas de recambio. Por si acaso.

No voy a engañaros. Salí acojonado de mi refugio, porque no sabía qué me podía pasar. La verdad es que esto que os cuento, si fuera una novela o una historia contada en un Blog de esos que existían antiguamente en Internet, perdería toda su gracia, ya que sabéis que salí vivo de allí, ya que os lo estoy contando... pero bueno, a lo que iba. No sabía qué me iba a encontrar, además de que todo estaba nevado, y si aquellos hijos de puta me habían cortado los cables de suministro, con solo esperar a que aparecieran huellas en la nieve, podrían seguirme sin ningún tipo de dificultad.

Pero para satisfacción mía, por allí no había pasado nadie en al menos dos semanas. ¿Que por qué lo sé? Porque estoy muy tonto. Me dejé entornada la puerta metálica del cuarto de contadores de la gasolinera, y lo único que allí había era un perro enorme congelado. Pero congelado de verdad, como los pavos de los supermercados. Estaba duro como una piedra y cuando le golpeé con mi bota, el sonido que hizo el cuerpo del animal era como el de una caja de cartón al tropezar con una pared cuando vaga sin rumbo por efecto del viento. Igual. Un sonido sordo, hueco. Por consiguiente, si aquel chucho estaba allí, a ningún superviviente se le habría ocurrido acercarse, ya que estos bichos son muy territoriales, y allí no había señales de lucha. Solo un animal acurrucado contra la pared intentando perder el mínimo calor posible de su cuerpo. Pero no lo consiguió.

El hecho es que comprobé todos los controles de aquel conglomerado de consolas y cables de color negro, y nada me indicó que hubiera algún problema en la maquinaria. De hecho los comprobadores de tensión que llevaba encima, me indicaban que los acumuladores estaban bien. Pero, entonces, ¿Por qué no me llegaba a casa corriente eléctrica? Lo averigüé en cuanto salí al exterior y levanté la cabeza para observar aquellas cuatro torres eólicas. A pesar del viento que soplaba, ninguna de ellas se movía ni un ápice, y eso no era normal. Para nada.

He supuesto que lo que le pasa a las torres es debido a la falta de mantenimiento. A eso le unimos la lluvia, la nieve, el viento y el frío que ha hecho, y nos da de resultado unos engranajes congelados por el frío y el hielo y posiblemente en algunos puntos, parcialmente oxidados. Ahora ya sé, o al menos creo saber qué es lo que les pasa a las torretas, pero lo difícil es averiguar cómo coño lo arreglo. Porque estas columnas acabadas en hélice, deben medir entre ocho y diez metros, y no les veo ningún lugar en el que poder agarrarme para subir, ni ninguna escalerrilla.

En definitiva, he encontrado el problema, pero no la solución, por lo que tendré que seguir devanándome los sesos para poder arreglar esto, ya que si no lo hago, estoy en un grave problema de suministro. Al que por cierto debo unir el que toda mi cosecha de legumbres, verduras y hortalizas de exterior se me han congelado por efecto de las nieves, por lo que me he quedado sin, al menos, el treinta o el cuarenta por cierto de mi alimento. ¡Dios, que asco de frío! Y, por si no fuera poco, se me han muerto casi todas las gallinas y gallos del corral, así que de momento, me tendré que olvidar de comer huevos, y dejarlas a las muy putas a su aire para que críen. Joder...

Vale, estas son mis penas. Ahora vamos con el extremeño. Si el otro día os indiqué que estaba preocupado por él, ahora sí que lo estoy de verdad. Desde que me envió lo que vais a escuchar, no sé nada de él. Nada de nada. Lo he intentado varias veces, pero me ha sido imposible.

Escuchadlo, y ahora os lo comento:

¿Hola....?

¿Hola....?

Espero que no se hayan cargado del todo el cacharro este y me escuchéis.

Si antes la situación estaba mal para mí, ahora se va a poner muy, pero que muy jodida. Han arrasado mi refugio, me cago en... Me han robado los recursos que tenía, han destrozado el pequeño huerto, y lo peor de todo, no veo por ningún lado a Matt. Trasteando creo que puedo transmitir por la radio, aunque tendré que ir pensando en hacerme con otra. Os lo cuento mientras aguante e aparato.

Si no recuerdo mal, la última vez iba a encaminarme a ayudar a un par de chicas que estaban atrapadas en la estación de esquí de La Covatilla, en la sierra de Béjar. Intercepté una llamada de auxilio en la que decían estar bajo el asedio de un grupo de nómadas del norte, y decidí que tenía que hacer lo que estuviera en mi mano, toda vez que había visto la manera de proceder de esa gentuza.

Al amanecer, preparé mi equipo con las cosas necesarias para mi partida; la M-43 Firestar, un fusil de asalto CETME C con visor telescópico, casi todos los cargadores que tenía de ambas armas, y provisiones para tres jornadas, que seguramente habría de compartir con las chicas de la llamada de auxilio.

Dejé a Matt a cargo de la casa, ya que no me atrevía a llevármelo. Aún quedaba algo de combustible en mi viejo BMW, lo suficiente para ir y venir casi sin problemas. Casi. Las carreteras son un peligro, tanto por lo deterioradas que han quedado, incluso con vegetación que ha recuperado su lugar primigenio, como porque suelen estar muy vigiladas. Yo no me fío absolutamente de nadie, por lo que siempre que salgo de mi refugio, procuro usar caminos poco transitados, vías de servicio, en incluso campo traviesa si es necesario. De todas formas, el acceso hasta el punto donde se encontraban las chicas era de fácil acceso para mí. Conozco varias maneras de llegar hasta arriba sin ser visto, en caso de que los accesos principales estuviesen controlados.

Viajé tan deprisa como pude, racionando el combustible de mi vehículo, y no fue un viaje muy agradable. Por donde quiera que fuese, veía destrucción, muerte y desesperación. Restos humanos aún sangrando. Cenizas humeantes que una vez fueron casas. Gente que, al verme pasar con el coche, se abalanzaban sobre él, seguramente para obtener la gasolina. Creo que arroyé a unos cuantos en mi viaje. No podía permitirme que me entretuviesen, ni tampoco que me robaran mi vehículo. Que Dios me perdone, si es que hay un Dios por algún lado...

Cuando estaba cerca de Béjar, ascendí por el paraje de “El Castañar”, pasando por la villa de Candelario, que parecía una sombra de lo que una vez fue. Circulé con cuidado, pero no hallé rastro alguno de vida. Todo el pueblo parecía un enorme agujero negro entre la nieve. Me fijé en que uno de los edificios, que anteriormente era un hostal, aún resistía a duras penas en pie. Anoté mentalmente su situación por si me hacía falta en la huída. Porque sabía que habría una huída. No iba a ser nada fácil. Quizá me matasen. Quizá nos matasen a todos. Pero si llegaba hasta aquí podríamos tener una oportunidad. Siempre pensando en plural...

Dejé mi coche a unos metros de la estación, en la ladera de la montaña, bajo un enorme árbol que le haría las veces de parapeto a ojos curiosos. Lo miré una última vez, con los ojos cargados de unas lágrimas que jamás llegaron a aflorar. Ese coche era lo único que me quedaba de mi anterior vida. De mi familia. De mis amigos. Y ahora lo dejaba a sabiendas que, con toda probabilidad, no lo volvería a ver jamás.

Me dirigí hacia arriba, con sumo cuidado y el CETME listo para cualquier situación. Era esta un arma antigua, de los años 70, y ya me había fallado un par de veces al encasquillarse. La tenía bien engrasada, según los pocos conocimientos armamentísticos que poseo, y no dudaría en usarla contra cualquier eventualidad. Por cierto, que se la quité a un soldado del ejército español que encontré muerto por congelación en una cueva a pocos kilómetros de mi hogar. Mala suerte tuvo el pobre, estaría buscando refugio.

Con la mirilla del fusil examiné, a una distancia prudencial, los alrededores de La Covatilla. Encontré cinco caballos amarrados a la barrera de acceso de la instalación. Parecían tensos, por lo que deduje que el asunto tenía que estar bastante liado entre sus dueños y las personas que se refugiaban allí.

Avancé en dirección al túnel donde estaban los aseos, pues me permitiría tener un mayor control de la situación y algo de resguardo en caso de que la situación se complicase. De espaldas a mi, mirando en dirección al parking de la entrada, avisté a un nómada, según estimé por sus ropajes. Fue bastante fácil librarme de él sin armar jaleo. La culata del CETME era casi tan peligrosa como las balas que disparaba. Bueno, si habían llegado hasta aquí montando cada uno su propio caballo, me quedaban cuatro nómadas sólo. Esa idea me animó, lo que me hizo tranquilizarme en exceso. Grave error. Siempre hay que estar alerta. Otra lección que jamás olvidaré.

(bzzzzzz) ...lógica, si... (bzzzzzz) ...to cacha... (bzzzzzzz) ...abrones de mier...
(bzzzzzzz) ...ectaré cuando pueda... (bzzzzz) ...suerte, y cuidado con... (bzzzzzz)...


Como véis, se cortó la comunicación en medio del mensaje, y lo único que soy capaz de descifrar entre la maraña de palabras y estática es "cabrones de mierda" y "suerte". Por consiguiente, mis sospechas son o que le han cortado el suministro a él tambien, lo coja de donde lo coja, o que directamente le han capturado. Y la verdad es que en ninguno de los dos casos puedo hacer nada.

Bueno, pues esto es todo por hoy. Voy a intentar limpiar los paneles solares de la nieve que tienen acumulada, ahora que es de noche. Parece que el cielo está un poco despejado y con suerte mañana saldrá de nuevo el sol. Solo espero que el viento no traiga de nuevo las nubes de polvo de los bombardeos, porque sino, de verdad que estaré perdido.

Saludos a todos, Desde el otro lado.

viernes, 15 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XIX

¿Hola?...

¿Hola?...

Puto cacharro de mierda...

¡Hola! ¿Se me oye?...

Vale, ahora se enciende la lucecita verde. ¿Se me escucha verdad?... Parezco imbécil, ni que me fueran a contestar...

Bueno, aquí estoy de nuevo con el informe diario de problemas de Jose Antonio, el presidente, Gobernador, Alcalde y Sumo Pontificio Obispal del territorio denominado como El Otro Lado.

Pido disculpas de antemano a todos los que me estén escuchando, por si digo alguna sandez, o estupidez, pero la falta de comida y de agua potable, me ha obligado a tener que echar mano de una botella de Ron Negrita que tenía guardada por aquí para casos de emergencia. Tengo aun otras diez o doce, pero creo que por una es suficiente...

¿Por donde iba? ¡Ah si! Que eso, que estoy muuuuuy borracho, y todas las penas que me inundaban se han esfumado de un plumazo. Y os preguntaréis todos, ¿Y este qué coño está cereb...cereblan... Celebrando? Pues cerebro que por fin, y despues de tanto tiempo desde que empecé a recibir noticias desde el otro lado de mi parcela, me he encontrado con alguien que me ha contado y relatado noticias positivas.

Si. Y encima es una chica. Por su acento yo diría que es de Sevilla, y parece simpática. ¡Qué coño! Y debe de estar bueníiiiiisma, como todas esas locutoras de radio de voz sensual que antiguamente hacían a los chicos las bromas esas que todos decíamos cuando las escuchábamos "Buah, a mi me llama una de esas y no me la da", pero no sé por qué, pero todos caían. Por supuesto, yo no habría caido...

Pues eso. Que he recibido un reporte de una chica guapísima de Sevilla que se llama Susana, y me ha contado muchas cosas que me han subido el ánimo y me he dicho. ¡Hale, a cereblar que el mundo no se va a la mierda del todo! Y me he puesto a cereblarlo.

Os dejo con su sensual voz, para que la distruu... distrufé...disfurte... ¡para que la escuchéis!:

¿Cómo se hacía esto? Leches... Me he quedado sin pilas en el Walkman... Esperad un momento.

Vale, ahí la tenéis:

¿Cómo no pude verlo venir? ¿A ti no te ha pasado, José Antonio? Porque para mí es increíble y constantemente me pregunto, hasta qué punto estaba confiada en que todo seguiría como estaba, esa falsa sensación de seguridad que nos daba el día a día, la televisión, el consumismo, el conocimiento de nuestros derechos, los objetivos a cumplir que nos marcábamos de pequeños y que ahora resultan tan absurdos… yo quería ser una prestigiosa abogada, tener una gran piscina, zapatos Miralles, viajar por el mundo, conducir un gran deportivo…vaya sarta de gilipolleces…

Y mientras estudiaba, hacía aerobic, me ponía mechas, piercings y tonteaba con los chicos, mi cuerpo se iba adaptando primero a la pubertad y luego a la madurez… mientras tanto el mundo se iba a la mierda y yo me desentendía de las noticias porque prefería ver Melrose Place o escuchar al Último de la Fila…

Debo de confesarte que nuestra situación, a pesar de todo, es muchísimo mejor que la que se vive en la mayor parte del mundo. Imagino que la Naturaleza, una vez más, y al menos hasta ahora, ha logrado proteger a mi pequeña comunidad, que enterrada en las montañas, ha logrado pasar relativamente desapercibida.

Por eso mismo no te diré desde dónde te hablo. Me da miedo que alguien capte esta frecuencia y que mi imprudencia destruya todo lo que hemos logrado conservar. Solo te diré que estoy en el sur de España, en una zona bastante inhóspita y montañosa, y que somos muchos los que hemos logrado sobrevivir y convivir de forma más o menos civilizada.

Creo que, junto a la suerte de nuestro aislamiento, el hecho de haber mantenido una jerarquía social, con jefes y personas encargadas de castigar a los que incumplen las reglas, es lo que ha conseguido que a nadie se le vaya tanto la cabeza como pasa por ahí, que se respeten las propiedades y se mantengan las formas y la amistad.

Semanalmente se organizan reuniones donde se informa de los conocimientos del resto del mundo que cada uno ha logrado recabar, se repasan las estrategias, se reparten los víveres y se organiza el trabajo en función de las necesidades del momento. El momento… eso es lo que importa. Hace tiempo que dejé de pensar en el ayer o el mañana. Hace tiempo que los planes a largo plazo dejaron de ser útiles y solo el día a día, y como mucho, la organización semanal, ocupa mi pensamiento y mis preocupaciones.

Aunque claro… hay ciertas cosas… hay ciertas cosas que no se olvidan y que te marcan a fuego y consiguen arrancarte las lagrimas con el simple relampagazo fugaz de un recuerdo…

Mi padre y mi hermano salieron una mañana a buscar medicamentos para una chica con escarlatina, para la cual no existían entre nuestras provisiones, antibiótico o cura eficaz…. No volvimos a saber de ellos. Sencillamente no volvieron, y no hay forma por más que lo intente, de saber qué fue de sus vidas...

Es la duda, la terrible duda, lo que nos destroza por dentro a mi madre, a mi hermano mayor y a mi. A veces, una parte de mi, desea que estén muertos, para que al menos así acabe esta incertidumbre que ha arrancado la alegría del rostro de mi madre y que no nos deja vivir. Imagino que tú también tienes varios desaparecidos (igual que todos), así que sabrás de lo que hablo…

Bueno, no me fío de esta conexión. Ya te he dicho que me da miedo que puedan localizar mi ubicación, así que cortaré por ahora... cuando el tiempo me garantice que es segura, volveré a ponerme en contacto contigo. Está bien conocer la situación del resto del mundo, aunque solo son malas noticias… tal vez entre ellas también hayan cosas buenas; tal vez, ¿Quien sabe?…alguien sepa qué fue de mi familia… tal vez…

Un saludo desde el sur, aquí Susa, también al otro lado…


Lo siento, no puedo hablar. ¡Brindemos!

jueves, 14 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XVIII

Las cosas se están poniendo muy chungas en todos los sitios con los que tengo contacto. No sólo yo tengo problemas, sino que todo el mundo los tiene, a juzgar por las noticias que recibo y que voy captando.

Al final he decidido no salir y aguantar aquí un par de días más con lo que tengo. He pasado un poco de frío, pero he encontrado unos cuantos quehaceres para paliar los temblores que tengo por culpa de los aires que entran por las grietas del refugio.

Como os dije, el cadáver de aquel malnacido que enterré en el piso de al lado, comenzó a descomponerse bajo la tierra del patio, y su olor subía hacia las pisos superiores, y de alguna manera, las aves lo han detectado y estaban locas de contentas por echarle el pico. Pues bien. He desenterrado el cuerpo, y con una cuerda alrededor de la antena de mi casa lo he subido hasta el tejado, y lo he tirado en el patio de la casa del vecino. Total, no creo que nadie se queje de los malos olores. A través de mi fachada, he bajado a su patio, y lo he vuelto a enterrar A ver si ahora hay suerte y no tengo que levantarme para espantar cuervos como todas estas madrugadas. Qué bichos más escandalosos, no se cansan de graznar...

Esta mañana he amanecido con dos nuevos mensajes en mi "contestador automático" improvisado. Los dos son de viejos compañeros de correrías radiofónicas, y ninguno de los dos relata nada bueno. Os dejo con ellos. Primero con David, emitiendo desde Suiza, y luego con Larmdh, desde Argentina:

Quisiera creer que sigues ahí y que escuchas lo que te digo, que estás sentado ante tu radio oyendo mensajes sin parar y devolviéndolos a la inmensidad del mundo para que otros los escuchemos. Quisiera creer que nada de esto ha pasado y que en cualquier momento me despertará mi hija saltando sobre la cama en la que estoy abrazado a mi mujer.

Quisiera creer tantas cosas, que solo he conseguido dejar de creer.

La expedición de la otra noche solo sirvió para aumentar mi dolor y mis ansias de sangre, pues nada de lo que allí abajo ví podrá salir jamás de mi alma. ¿Por qué el hombre se empeña en generar miedo y dolor sobre aquellos que se le suponen semejantes?, ¿Por qué lo permite?.

Hoy han vuelto los bombardeos sobre Zermatt. Han durado poco y han servido para destrozar lo poco que quedaba en pie y anegar los posibles refugios de la ciudad. Después vino el silencio. Luego aparecieron las vacas. Un poco de vida en esta muerte.

No podía cometer ningún error o sería descubierto. Había preparado bien la expedición, mejor que las otras veces, pues podría llegar a salvar a alguien. Vestido con ropa del ejército que encontré en el bunquer, dos linternas, mi escopeta y unos útiles de salvamento, recorrí el pasadizo que unía mi refugio con la casa del enterrador en el viejo cementerio. Aparté el mueble que hacía las veces de puerta, que resultó ser un arcón, y salí al sótano de aquella casa. En ella no podrían estar, pues las paredes están destrozadas y hubiesen muerto congelados la primera noche. Llegué a la puerta y caminé por el cementerio, cuidándome de no dejar huellas pisando sobre la tierra movida o sobre lápidas caídas o cualquier resto de otra presencia que no fuera la mía, y desde la puerta contemplé las ruinas de la ciudad decidiendo hacia donde caminar.

La solución fue fácil.

"Los repobladores" son ocho y cada uno necesita espacio para él y su ego, lo que implica un lugar cuanto menos, amplio. Necesitaban un sitio donde llevar a su prisionera sin que el escándalo que pudiese armar se oyera en toda la montaña y, por último, la presencia de un fuego que les calentase no podía hacer que el humo les ahogase. Por lo tanto, estaban en el albergue.

Este conjunto de cuatro edificios de piedra maciza estaba, como el resto del pueblo, derruido, pero la modernidad había hecho que la fundación para la que fue creada hiciese que el complejo creciera hacia abajo. Tres plantas subterráneas podrían servir perfectamente de refugio para aquellos salvajes.

Usando el surco creado por el devenir de los animales, me aproximé hasta las puertas de aquel sitio. Como todo allí, estaba abierta. Entré sin hacer ruido y evité dejar huellas húmedas quitándome las botas. Enseguida el frío atenazó mis pies pero no me detuve. El susurro de las llamas venía de abajo y un rojizo resplandor lo corroboraba. Me asomé por encima de la barandilla y pude ver los bultos que dormían alrededor del fuego. No soy militar, ni hice la mili, pero que siempre hay alguien vigilando lo sabe todo el mundo. Desheché la idea de bajar por esa escalera y busqué otro modo. Atravesé el pasillo y entré en lo que parecía un comedor, pues tenía más pinta de campo de batalla. Al fondo ví un montacargas pero era demasiado pequeño para mí. Llegué hasta la puerta que daba a la cocina y encontré otra escalera. Lentamente bajé por ella, con mi escopeta delante de mi y dispuesta a defenderme. Al llegar a la altura del piso, asomé la cabeza.

Siete cuerpos dormían alrededor del fuego mientras un octavo permanecía sentado en un sofá a los pies de la escalera en la que estaba yo. Se me cortó la respiración y solo pude mirar hacia lo que había encima del fuego. Una muchacha atada por las muñecas colgaba desnuda sobre las llamas casi extinguidas de la hoguera, ensangrentada, asada y muerta. El horror cobró forma en mi interior y se fue abriendo paso a machetazos en mis entrañas. Ira, dolor, repulsión, odio. Todo afloró al mismo tiempo y mi razón no hizo nada por impedirlo.

No sé cómo llegué al refugio ni cómo no dejé huellas para que me encontraran. Solo sé que han pasado cuatro días desde aquella expedición y "Los repobladores" andan buscando al asesino de su amigo.

Imagenes acuden a mi y veo un cuchillo que sale de algún sitio oculto en mis pantalones. Oigo un sigilo inhumano y el ruido de un filo al cortar un cuello. Sangre a borbotones y regurgitar de una garganta hasta caer muerta.

Veo mis manos cogiendo las botas de la puerta, cerrando la entrada del pasadizo y regresando a mi refugio. Oigo silencio hasta que sale el sol y después el caos.

No puedo explicar lo que no puedo comprender y no comprendo como pasó. Solo sé que he matado a uno y que los otros andan desorientados porque no me han encontrado. Aunque parezca extraño me siento bien.

Permaneceré oculto hasta que se cansen de buscar e intentaré hacer el menor ruido posible para no delatarme, lo que significa que durante un tiempo deberé apagar la radio y cortar la cominucación. Espero que estés cuando regrese, si es que regreso.

David.


Mal asunto. Otro que acaba de matar a su primera víctima. No es agradable mirarse las manos y verlas empapadas en sangre, sobre todo cuando no es tuya. Pero es algo que vas a tener que aprender a hacer, y cada vez con mas asiduidad. Ánimo amigo, que ya sabes que no estás solo.

De nuevo el tema del canibalismo. ¿Por qué a todos los humanos con falta de cordura, se dedican ahora a comerse unos a los otros? No sería mas fácil cultivar un huerto, cazar un par devacas o de cerdos de los que están por ahí sueltos, y alimentarse como siempre lo hemos hecho?

Da igual, supongo que aun pienso como una persona cuerda, y está claro, que esos no lo están.

Ahora os dejo con mi amigo de la Argentina:

Hola José. Estoy enviando este mensaje a mi refugio, mis compañeros lo están grabando para enviártelo y se están enterando de las noticias. Cuando lo escuches, creo necesario que avises a otros del peligro que corren:

De las 8 personas que paramos a pasar la noche en la hacienda que te conté en el anterior mensaje, solo sobreviví yo.

Voy a tratar de recordar los detalles y contarte lo mejor posible lo que pasó esa noche, esa maldita noche que decidimos pasar en la casa, creyendo que estariamos seguros.

Lo que vimos en esa casa fue muy duro, especialmente para mi. Pocos de nosotros pudimos comer algo. Yo tomé unos mates para tener algo en el estómago, pero no podiamos sacar de nuestras mentes lo que pasó con los ocupantes de la casa, personas que conocíamos, personas trabajadoras y honradas. Apenas teníamos ganas de hablar, por eso, despues de cavar una fosa y tirar los restos alli, buscamos cada cual un lugar de la casa para estar solos y tratar de asimilar la situación.

Al cazador lo dejamos en el galpón donde guardaban las maquinas y herramientas, atado con una soga en un baño de tal forma que pudiera hacer sus necesidades pero no llegara a la puerta. Yo me fuí con mi equipo de mate para pasar el rato antes de dormir. Cuando por fin el sueño me venció, comenzaron las pesadillas, o mejor dicho, La Pesadilla.

Un sonido extraño me despertó, un sonido como el de alguien masticando chicle a toda velocidad . El sonido parecía venir del cuarto contiguo, donde dormía mi compañero. Lentamente abrí la puerta que comunicaba mi cuarto con el de él, pero en plena oscuridad no veía nada. Traté de entender qué era ese sonido, pero no pude identificarlo. En ese momento, que serían como las tres de la mañana, un resplandor intermitente, como de un fuego, comenzó a iluminar el cuarto.

A mi compañero lo estaban comiendo las ratas. Unas ratas enormes, unas cinco o seis, imbuidas de un frenesí carnívoro tan brutal, que ya habían dado cuenta de varias partes de mi colega.

Todavía sin salir de mi espanto, veo cómo el resplandor que iluminaba el cuarto, proyectaba algunas sombras en movimiento fuera de la casa, como sombras de personas. Abrí la puerta que daba al pasillo que comunicaba las habitaciones con un comedor, todavía en penumbras porque no me animaba a encender ni un fósforo para no llamar la atención, no sé si me entendés.

Fuí a buscar al resto de el grupo, pero no estaban en los cuartos a los que fueron a dormir. Cuando regresaba al mío, alguien se lanzó sobre mi, pero pude darle un buen codazo en la mandibula y cayó dormido al piso. No me quedé a ver quien era. Salí corriendo en dirección a la cocina, ya que allí estaba la salida al fondo de la casa. Ya fuera, corrí sin parar hasta el galpón, y busqué algo con lo que defenderme.

¡Evidentemente nos atacaban!

Fuí al baño para cerciorarme del estado de el prisionero, pero ya no estaba. La soga estaba destrozada. ¡Era algo increíble! Salí del baño y busqué algo que sirviera como arma. Parece que el fuego crecía y proveía buena iluminación, hasta que por fin encontré sobre un banco de trabajo, un machete de unos sesenta centímetros.

Abrí lentamente la puerta del galpón que da hacia la casa, intentando ver quienes eran los atacantes. Me encontré de frente con el cazador.

Su rostro estaba blanco y sus ojos desorbitados me miraban con con tal fuerza que me quedé paralizado. Su boca babeaba y balbuceaba cosas inentendibles. Se lanzó sobre mi con fuerza inusitada e instintivamente lo rechacé con un machetazo que le cortó de cuajo la mano. Como si nada, arremetió con furia intentando atraparme, gritando como un animal. Corrí alrededor del tractor para evadirlo y poder alcanzar de nuevo la puerta, y cuando lo hice, corrí de nuevo hacia la casa, pero en el camino encontré al resto del grupo...sobre la reja que sirvió de parrilla para los anteriores habitantes de la casa. Los habian hecho pedazos, mordisqueado la carne, y habían sido arrojados al fuego como en una especie de ritual dantesco.

Los segundos que estuve mirando como hipnotizado el horrible panorama, casi me cuestan la vida, ya que el cazador comenzó a lanzarme con su mano sana una andanada de grandes piedras. Varias golpearon mi cabeza y me causaron algunos cortes. La sangre corrió sobre mi cara y casi me nubla la visión. Entré a la casa y me escondí tras la heladera, cerca de la puerta, esperando que entrase el maldito loco para terminar con la locura que había causado. Entró como una tromba, pero inmediatamente hundí el machete en su cabeza. Se quedó parado unos segundos, como en shock. Yo esperaba que cayera en cualquier momento ¡Pero comenzó a gritar y a tratar de atraparme! Le tiré con lo que tenía a mano, le dí con una silla en el lomo, con la bifera por la cabeza, con los cajones llenos de cuchillos, hasta que tropezó y cayó. Le pisé la espalda mientras se retorcía como loco, tomé el machete y lo arranqué de su cabeza y se la corté de varios machetazos, hasta que por fin se detuvo.

Estuve como 10 minutos recuperando el aire, tratando de entender qué le pasó al tipo. Tuve que dejar la casa porque el humo me ahogaba, y fui de nuevo a revisar el baño donde estuvo encerrado el maldito loco. Iluminé el lugar con una antorcha improvisada, y noté que un gabinete o caja empotrada en la pared estaba semiabierta. La abrí, y estaba ocupada de frascos de medicamentos, analgésicos y esas cosas, y tambien un bote semivacío de clembuterol, un estimulante para caballos de carreras. Me imagino que el cazador buscaba colocarse con algo, y lo que tomó lo enloqueció.

El fuego que comenzó el tarado ya había ganado parte de la casa, así que me imagino que ya debe ser polvo y cenizas. Caminé el resto de la madrugada y la mañana hasta la casa donde nos esperaban, y alli curaron mis heridas en la cabeza.

Tené cuidado vos también, José, y avisá a otros que se cuiden. Pueden terminar en el estomago de alguien más.


Madre mía. La advertencia del final de su reporte, parece sacada de una novela de Ciencia Ficción, o de un programa de Iker Jiménez. Los que seáis españoles sabréis a quien me refiero. ¿Qué habrá sido de aquel personaje? A mi me encantaba. Me pasaba las horas escuchando sus relatos mientras explicaba de una manera muy gráfica cada uno de los detalles que tenían que ver con el caso que tuvieran en liza ese día en el programa. El problema es que lo daban en la radio a unas horas muy altas en la madrugada, y mis ojos vencían a mi entusiasmo. Por esa época existían los podcast, y gracias a ellos, aun tengo almacenados cerca de ciento cincuenta o doscientas horas de programas. Quizá esta noche me las vuelva a poner al acostarme.

Como véis, en Argentina ocurre el mismo problema que en algunos lugares de mundo, entre ellos España y Suiza. No sé por qué será, pero algo raro se esconde detrás de estos comportamientos. No puede ser normal, que en diversos lugares, a miles de kilómetros de distancia, una serie de personas que no se conocen entre si y que nunca se han visto, puedan mostrar unos hábitos tan deleznables como darse al canibalismo. Y lo pero de ello, es que por lo que escucho, nunca están solos, sino que lo hacen en grupo, en manada. ¿Será esto una respuesta natural de la propia naturaleza humana al verse obligados a hacerse con alimentos para poder subsistir? A lo mejor es porque, después de todo, los humanos no estamos tan lejos de los animales, y tambien en determinados casos tenemos instinto animal.

Cada vez tengo menos ganas de salir de mi escondrijo, pero sé que tarde o temprano lo haré. Estoy asstado por lo que pueda pasarme y comienzo a pensar que igual me vendría bien colgarme una mochila en la espalda cargada con lo indispensable y salir de aquí en busca de un lugar apartado y mas seguro. ¿Pero donde?

Ya veré lo que hago. De momento, me lo he pensado mejor y me quedo aquí encerrado, que aun me queda algo de comida en las despensas, además de que aun sigue nevando, y muy fuerte y el viento no te deja ver mas allás de tres palmos frente a tus ojos. Cada vez odio más la puta niev... Esperad... La luz verde de mi radio se está encendiendo. Lo siento, tengo que cortar. Estoy captando otra comunicación. Ya nos pondremos en contacto.

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Joder que se me olvidaba. Saludos desde el otro lado.

miércoles, 13 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XVII

Ayer mismo me puse en contacto con vosotros para contaros las noticias que me llegaban sobre la inundación de varias grandes capitales europeas. Hoy me han llegado otras peores aun, pero que no puedo explicar en demasía ya que los detalles de los que dispongo son muy escasos.

Las centrales nucleares de La Garoña, en Burgos, y de Vandellós en Tarragona, explotaron hace cinco meses, produciendo una catástrofe terrible en la zona. Sobre la central de Vandellós la verdad es que no he recibido muchas noticias, pero sí sobre la de La Garoña, gracias a un ingeniero de caminos que está escondido en un zulo en Vitoria. Me ha contado que la explosión se escuchó a mas de cuarenta kilómetros a la redonda, y que él estaba escondido en su casa, en una finca de Treviana, tambien en Burgos. Por miedo a que la radiación le matara cogió un carro y dos borricos, y salió de allí echando humo en las herraduras de los animales.

Me contó que llegando a Erriberagoitia, un pequeño pueblo que está cerca de Vitoria, la atacaron cuatro locos vestidos de pastores y se escapó por los pelos. Se puso a correr como un loco por el bosque que estaba cerca de la carretera y los perdió de vista. Él no quería desprenderse de los pobres borricos, y al pasar unas horas, al anochecer, volvió hasta la carretera para ver si seguía allí el carro, con la esperanza de que aquellos tarados solo se hubieran llevado lo que contenía el carro.

Su sorpresa fue tremenda al ver que aquellos desalmados ¡Se estaban zampando a los borricos! No eran cuatro, ni cinco. Ni tampoco eran diez. Era un pueblo entero y se los estaban comiendo sin ni tan siquiera cocinarlos, como si fueran meras bestias salvajes. Me contaba que allí habían por lo menos treinta personas, entre abuelos, niños y mayores. Y todos estaban dando cuenta de los borricos, en un claro que había a la derecha del camino.

Madre mía, dos burros viejos a repartir entre treinta personas... El caso es que me siguió contando que se alejó de allí, por miedo a que le encucharan, y se internó en el bosque buscando algún sitio apartado en el que poder hacer noche y partir de nuevo hasta su destino, una casa que tenían sus padres en la que todos los años en época de uva, sacaban un dinerito con el vino que conseguían destilar. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando al adentrarse cada vez más en el bosque, se topó con una tabla de madera en el centro de aquella arboleda oscura. Se agachó, retiró la tabla, ¡Y encontró un agujero lleno de munición, linternas, comida enlatada y una emisora antigua! Era un puto zulo de ETA, y era la salvación a sus problemas. Me ha contado que no mide más de cuatro metros por cuatro, pero que está tan bien camuflado que solo se ve si te tropiezas con él. ¡Qué fuerte madre mía!

Y de momento nada más, solo que intentando hacer funcionar el cacharro, me escuchó hace una semana contando lo de los tres del supermercado, y decidió ponerse en contacto conmigo para intercambiar información. No ha sido mucho, pero esto es lo que hay. Le he contado la situación de Argentina, Perú y Suiza, y la de mis compatriotas en Valencia y Extremadura, aparte de algunas historias sueltas de gente que no quiere ser escuchada por miedo a ser reconocida. y digo yo, ¿Por quien? ¿Tantas radios de estas hay en España?

La verdad es que yo le he cogido el truco a esto de ponerme en contacto con gente de otros lugares, y me he hecho con dos mapas que habían aquí en el bloque y los he colgado en la pared de esta habitación con unas pocas chinchetas. Uno es un mapamundi, y otro es del territorio español. Mediante chinchetas de colores voy marcando los lugares en los que sé que alguien se ha puesto en contacto conmigo a través de la radio. El mapa español ya tiene unas veinte chinchetas, y el mapamundi unas diez. ¡Al menos ya tengo una familia nueva, como en Gisicom cuando aun existía Internet! Qué tiempos...

Bueno, tengo que dejaros. Más adelante me volveré a poner en contacto con vosotros, ya que no tengo mas remedio que salir a por comida y a echar un vistazo al centro de mando de la gasolinera. Espero hablar con vostros dentro de dos o tres días.

Saludos desde el otro lado.

Desde el otro lado. Entrada XVI

Hola a todos, tanto a los que me conocen como a los que no. Soy Jose Antonio, y os escribo Desde el otro lado. ¿Qué donde está este otro lado? Es muy simple, está al otro lado del aparato que utilizas para escuchar mi voz. Esta no es grave, ni fuerte, ni se parece a la de Constantino Romero, pero es la voz de alguien que puede ayudarte a sobrevivir, que te puede dar ánimos e incluso, si tú quieres, que puede ser tu amiga en este mundo de tinieblas.

Hoy os hablo para daros malas noticias que me han llegado desde diversos lugares del mundo. Como ya sabéis no sólo hablo con gente de mi pais, España, sino que tambien lo hago con gente de diversos lugares más remotos como Argentina, Perú, Inglaterra, Suiza, Alemania... ¡Hasta Japón! Aunque con este no pude hablar mucho porque no le entendía absolutamente nada... Pero el caso es que últimamente cada vez son mas los que se ponen en contacto conmigo para saber mas cosas sobre lo que está pasando en el mundo, y precisamente, no es nada bueno.

Ayer hablé con varios amigos de las ondas, y estos me han contado cosas. Cosas con noticias nada halagüeñas, desde el punto de vista de la repoblación del planeta. Ciudades como Londres, Venecia, Amsterdam, y Nueva York, han sucumbido al agua. Si, están totalmente inundadas. Por lo que he podido recopilar de información, todas ellas están completamente sumergidas bajo las aguas del planeta, sin que nadie haya podido hacer nada para evitarlo. No ha sido un atentado, ni un ataque a las infraestructuras, o al menos no me han informado de nada de eso.

He estado horas en la cama dándole vueltas a la cabeza, y solo se me ocurre una explicación. La falta de mantenimiento. Las ciudades están vacías y no hay gente suficiente para mantener en funcionamiento las centrales de energía. Si no recuerdo mal, la ciudad de Londres estaba edificada y protegida del Támesis y de sus subidas gracias a unos diques especiales que aislaban la ciudad de posibles subidas del nivel del mar, ya que estaban bastante cerca de él, pero estos funcionaban de manera remota, mediante un centro de control dirigido por los británicos. El caso de Nueva York es bien parecido, por lo que supongo que la falta de personas que se encargaran de poner en marcha las bombas de extracción o lo que fuera que las mantenía sobre el nivel del mar, ha provocado su colapso.

Y respecto a Venecia y Amsterdam, pues supongo que mas o menos lo mismo.

¿Cuanta gente ha podido morir en esas inundaciones? Es increíble lo que ha provocado esta maldita guerra comenzada por los poderosos. Otra de las cosas que me han contado y en las que yo no me había fijado pero que he comprobado que es verdad, es que hace mucho tiempo que no veo cucarachas ni ratas por los alrededores. ¿Qué raro verdad? Aquí por lo menos, en donde yo vivo no se ven mucho. Las ratas quizás un poco más, ya que vivo cerca del campo abierto, pero las cucarachas... No sé a qué se deberá, pero el caso es que no veo casi ninguna.

Sigo sin energía en los acumuladores de los paneles solares, y ahora para colmo se me ha añadido otro problema más. No me llega energía desde las torres eólicas que conecté hace unas semanas y eso me tiene muy mosqueado. El centro de mando que controla las torretas está cerca del centro comercial donde tuve el percance con aquellos salvajes y estoy empezando a pensar que igual se han percatado de que estoy conectado allí y han desconectado la corriente para hacerme salir y eliminarme en cuanto me despiste.

Salir y echar un vistazo a lo que sea que pase es un suicidio, pero quedarme aquí encerrado, con la que está cayendo de nieve últimamente, sin energía, sin opción de poder encenderme un fuego y casi sin comida, me parece un problema aun mas grande, por lo que al final tendré que salir a intentar reparar lo que sea que ha pasado. Lo que no sé es cuando lo haré.

El cielo en el sur de Madrid sigue encapotado, y no tiene pinta de que en estos días el tiempo se aclare. La casa se me está llenando de agua debido a las goteras, y a las antiguas humedades, le tengo que sumar las nuevas, y el problema que tengo en el patio del primero B. No he debido de enterrar bien el cuerpo de aquel cabrón, y está empezando a escapar un olor nauseabundo del suelo que está llamando la atención de las aves carroñeras que sobrevuelan la ciudad. ¿No os lo he dicho? Yo no sé en vuestras ciudades, pero en la mía el cielo está empezando a llenarse de Buitres, Cuervos, Halcones y algún que otro Gavilán. ¡Joder! ¡Hasta he llegado a ver tres jabalíes! Coño, que no los había visto ni cuando estaban en el campo, y ahora resulta que aquí, a mas de cincuenta kilómetros de la sierra, me encuentro con tres. ¡Esto parece Soy Leyenda! ¡De aquí a nada aparecen cuatro ciervos por entre los coches y acaban asfixiados bajo las fauces de un león! Ahora que lo digo...¿Qué habrá pasado con los animales del Zoo? Mejor ni lo pienso.

Como decía la película de El señor de los anillos cuando empezaba, "El mundo ha cambiado". Si, pero a peor. Ahora el hombre es una especie en peligro de extinción, y los animales son ahora los que pueden acabar con nosotros y con nuestra raza. Espero que eso no ocurra, aunque nos estaría muy bien empleado, por avariciosos.

De momento esto es todo. En cuanto tenga mas noticias sobre lo que sea, me pondré en contacto con vosotros para informaros de cualquier cambio. Espero que vosotros hagáis lo mismo. Saludos desde el otro lado.

martes, 12 de enero de 2010

Cinco largos minutos. Parte final

A mi derecha vuelvo a sentir un movimiento, y mis nervios se crispan como el lomo de un gato que se ve acorralado. Entro en una especie de extasis, y mi cuerpo se sacude sin que mi cerebro medie para luchar por las embestidas de los espasmos. Otra bocanada de líqido negro sale por mi boca, impidiendo que pueda respirar. Toso como un loco, y el líquido inunda mi cavidad nasal, impidiendo que mis pulmones me ayuden en la difícil tarea de evitar que muera asfixiado con mis propios fluidos, aunque aun no sepa de qué se trata.

Miro hacia arriba, sabiendo que me falta el oxígeno, y ahora sí veo lo que se mueve en el tejado.

Un hombre, con las vestituras convertidas en harapos, y la piel macilenta y llena de arañazos, se yergue pesadamente sobre sus piernas y me mira con dos ojos negros, muertos y gelatinosos, con un rictus monstruoso en sus mandíbulas. Sus ropajes, destrozados y hechos un guiñapo, se mueven debido a la acción del viento y a los movimientos del cuerpo del hombre, que parece no poder controlar.

No sé por qué se encuentra de esa manera, pero lo que sí sé es lo que es, o al menos lo que parece, por muy descabellado que me suene. Es un zombie. Un puto zombie. ¿Pero en qué mundo vivo? ¿Qué cojones ha pasado?

Mientras mi cuerpo lucha sin fundamento por no acabar con mi vida en el suelo del callejón, otro movimiento a mi derecha acciona mis sentidos y obliga a mi ojo bueno a dejar de mirar al loco de la azotea, y dirigir todas mis fuerzas hacia ese flanco.

El terror que atenaza mi mente por la presencia del zombie del tejado, y el de la perspectiva de morir en mi propio vómito, no es nada en comparación a la sesación de ahora. Entre toses, ahogos y temblores, puedo ver como una mujer enorme, semidesnuda y a la que le falta el brazo derecho desde la altura del hombro, me mira con unos ojos negros como el carbón y esboza una sonrisa, en la que deja entrever una dentadura a la que le faltan varias piezas.

No puedo respirar, pero no soy gilipollas. Mi muerte está cerca, eso lo sé. La mujer, ataviada con unos vaqueros manchados de color negro y con la mitad de la cara destrozada por un tremendo golpe, se apoya contra el cubo de la basura, mientras chilla como una loca, moviendo los ojos de un lado a otro, haciendo una monstruosa imitación de Marujita Díaz y su pájaro loco.

Sorprendido por la perspectiva de que aun conservo mi buen humor, doy un último temblor a mis músculos, y dirijo mi mirada hacia el callejón, donde una sombra se acaba de ver proyectada contra la pared.

Me asombro al darme cuenta de que llevo casi dos minutos sin respirar, y mi cuerpo aun mantiene todas sus funciones vitales al máximo, a excepción de mis funciones motrices.

Mientras los dos enfebrecidos zombies chillan como posesos por el demonio ante la hermosa visión de setenta y sinco kilos de carne toda para ellos, la sombra de la esquina hace su aprición, y vislumbro de lo que se trata. Otro zombie. Cómo no...

Este es un hombre de mediana edad, fornido, ataviado con un vaquero y una camisa de cuadros roja y negra y unas botas de esas que llevan los exploradores de montaña, de color beige. El sol no me deja ver muy bien, porque me está deslumbrando, pero parece que ahora empiezo a recobrar la vista del ojo derecho, y aunque con nubecitas, noto como comienza a acercarse con el brazo derecho al frente. Nunca pensé que las películas de zombies serían tan acertadas con eso de que los muertos vivientes avanzan con los brazos en alto, hacia delante, como si tuvieran en sus manos un volante ficticio. Pero estos son muy reales, y es lo que están haciendo.

Hago un último esfuerzo por recobrar mi propio cuerpo, y mando un mensaje de auxilio a mi cabeza para que salga en mi ayuda. Es incrible como la consciencia de uno mismo, se vuelve mas aguda cuando se encuentra en momentos de extrema necesidad. La mente piensa a velocidades supersónicas, y la cosciencia del pensamiento, es capaz de percibir cada una de las moléculas del propio cuerpo, e intentar influir en ellas para escapar del peligro inminente.

Ahora, les estaba hablando a gritos a cada una de mis neuronas, intentando que corriesen como locas haia mis nervios medulares para que obligaran a mi cuerpo a levantarse, y ponerse a correr como un loco. Esbozo una sonrisa al visualizar mis neuronas, como si se tratasen de aquellos espematozoides con patas y de color azul que aprecían en la serie de La vida es así.

Incriblemente, parece que mi cuerpo comienza a funcionar, y una de mis manos se posa pesadamente en el suelo, para inentar levantar el peso muerto de mi cuerpo.

Echo una ojeada general a lo que me rodea, y veo como el zombie de la azotea se ha tirado al vacío, y avanza a gran velocidad hacia mi empotrado cuerpo en el suelo.

La mujer de la derecha también corre hacia mi, y está tan solo a dos metros de su presa. Tiene en la cara una mueca terrible, acrecentada por la herida infectada de su mitad de la mandíbula, que ahora que la tengo tan cerca, me deja distinguir como los gusanos se están alimentando de su mejilla.

Toda esta orgía de movimientos, llega a su momento cumbre cuando por fin logro levantarme, y esputando el asqueroso líquido negro de mi boca, me debato entre los estertores de la muerte y los chillidos de unos zombies que se quieren alimentar de mi cuerpo.

Es irónico, seguro que las chicas nunca se sintieron tan atraidas por mi, como lo están ahora estos tres. El miedo hace que mi sentido del humor salga a flote.

Cuando escucho el impacto del primer zombie contra el suelo, y puedo oler el aliento de la señora gorda tras de mi, dos disparos inundan el callejón, y yo cierro los ojos instintivamente, mientras protejo mi rostro con mis manos.

Sólo se oye el aleteo de unos pájaros ahuyentados por el disparo, y mi entrecortada respiración, solo interrumpida por el sonido de viento silbante al dar la vuelta por el fondo de la calle cortada.

Cuando por fin me atrevo a abrir los ojos, la figura del zombie de vaqueros y camisa de cuadros roja se encuentra frente a mi, portando una enorme pistola que apunta hacia mi cara, que por cierto aun no recuerdo si es bonita o fea.

El rostro escrutador de aquel individuo, me mira con ojos interesados. Su cara, salpicada de rastros de viruela, luce una barba desaliñada desde hace algunos días, y su ropa está salpicada del mismo líquido negro que hasta hace unos segundos, salía por los agujeros de mi rostro.

-Estás infectado.- Su voz, ruda como la de un leñador sureño, me despierta de mi ensimismamiento, aunque su enorme pistola no deja que mis ojos miren hacia otro lado que no sea el cañón de aquel arma.

-Te he dicho que estás infectado. No puedo dejarte vivir.- Me repite, con la decepción calada en su rostro.

-Mira, no recuerdo quien soy -Le contesto- y no recuerdo como me llamo. Quince ratas se han alimentado de mis despojos mientras yacía en el suelo sin poder moverme vete tú a saber el por qué. Además, me encuentro con que la ciudad es una locura, y está repleta de putos zombies que quieren alimentarse de mi cuerpo como si de un buffet libre se tratase. Y para colmo, cuando por fin recupero el control de mi cuerpo, que por cierto, me ha gastado la graciosa broma de voy-a-ahogarte-en-tu-propio-vómito-verás-que-divertido, aparece un tío que parece sacado de una película americana de serie B, y me apunta con una pistola modelo Harry el Sucio, y me dice que estoy infectado y que no puede dejarme vivir.¿Me estás vacilando? ¿Esto es una broma de cámara oculta? Porque si lo es, esto no tiene ni puta gracia.

Mientras mis palabras salen atropelladamente de mi boca, el hombre se mira a sí mismo, y se toca la camisa de leñador, como haciéndose a la idea de lo que le acabo de decir. Vuelve a mirarme con sus ojos azules y tristes, y con una mueca en la boca, me vuelve a hablar.

- Lo siento Antonio. Siento que las cosas sean de esta manera, pero inevitablemente son así. Te han mordido, estás infectado, y no puedo dejarte con vida. Ojalá todo hubiera pasado de otra manera.

Levanta su arma hacia mi cara, y no puedo dejar de sentir una decepción enorme hacia mi propia persona. Despues de lo vivido, no era justo lo que me estaba pasando. Había sobrevivido a una serie de sucesos hacía apenas cinco minutos, dignos de cualquier superproducción norteamericana, y aun así no era suficiente para aquel hombre, que, por cierto, me había llamado Antonio. ¿Era ese mi nombre?.
Iba a abrir mi boca para contestarle, pero dos palabras suyas me enmudecieron y cerraron mis ojos instintivamente.

-Ahora no.- Dijo él.

Y entonces escuché como el percutor del arma salía hacia atrás, y se liberaba del muelle que accionaba el mecanismo de disparo. Una explosión de sonido llenó el ambiente,y sentí como el aire empujado por el disparo, chocaba caliente contra mi rostro.
Entonces, mi mente, se quedó completamente en blanco.

Cinco largos minutos. Primera parte.

Abro mis ojos, y lo que veo no me gusta nada. Estoy desplomado en el suelo, rodeado de sangre, y aun no sé si es mía o de otra persona.

Escucho una especie de gruñido y algo en movimiento rozándose contra otra superficie.

Bocaarriba, mirando el cielo, en medio de un callejón maloliente. Ahí es donde me encuentro, pero no sé por qué.

Veo el tejado del edificio y la sinuosa pared de ladrillo rojo acabar en la azotea del mismo, y cómo una mano de dedos atenazados por espasmos, no para de moverse en un frenesí de temblores.

El sonido de arrastrar no para de sonar e invade mis sentidos. Mi cuerpo no reacciona, y lo único que puedo hacer es mover los ojos de un lado a otro para intentar localizar el origen de todos los sonidos que me llegan escasamente.

No recuerdo nada, y eso me pone nervioso. Tan solo el enorme dolor de cabeza que tengo, me sugiere que estoy vivo. "El dolor es sinónimo de vida, al igual que el no sentimiento, es sinónimo de muerte". No sé quien dijo eso, pero seguro que no estaba en mi situación.

Intento chillar, pedir ayuda, pero mis cuerdas vocales no se accionan, y la mano temblorosa ya asoma parte de un codo y la mitad de un brazo.

Los gruñidos siguen sonando, aunque atenuados por el ruido de las ratas royendo un trozo de cartón a escasos metros de mi cabeza. Me duelen los ojos de forzarlos tanto al mirar de reojo.

Intento hacer un leve repaso de mi memoria, y es ahora cuando me doy cuenta de que no sólo no recuerdo qué me pasó, sino que tampoco sé ni quien soy ni cómo me llamo. ¿Y cómo es posible que en cambio sepa que eso de ahí al lado es una rata, que esto es un callejón, y los gruñidos que se oyen no son para nada amistosos? Son los misterios de la mente.

Siento un leve cosquilleo en una pierna, y como el aire entra por el hueco de mi pantalón, que no soy capaz de distinguir si es un vaquero o un chándal. Intento con todas mis fuerzas levantar la cabeza, o al menos inclinarla para ver qué es lo que está pasando, pero los intentos son inútiles, mi cuello no cede a mis órdenes.

Oigo como una bolsa de basura cede a la pérdida de peso de su parte inferior, debido al buen trabajo que han hecho las alimañas con su contenido, y al caer, deja desparramado en el suelo algo que aunque no alcanzo a ver, huele igual que un animal en descomposición.
De nuevo siento algo en las piernas y esta vez, sí logro aventurarme a saber lo que es.

Genial, las ratas se están alimentando de mi propio cuerpo.

El miedo atenaza mi garganta, siento como los esfínteres se me cierran de puro terror, y los testículos suben hacia mi parte baja de la ingle, como si mi cuerpo se tratase del de un niño que sufre el síndrome del "ascensor".

Ordena a mi cabeza que ordene a su vez a mi pierna que se sacuda, pero no me hace caso. Los sonidos que me rodean cada vez son mas cercanos. Algo que se arrastra, un gruñido, algo que se arrastra, un quejido. Algo que se arrastra, un gruñido, algo que se arrastra un...¿Qué es ese sonido? Es como si alguien estuviera respirando por la nariz, pero muy fuerte. Como una presa en busca del olor de su depredador.

Las ratas deben de estar dándose un festín, ya que cada vez hay más. Han dejado el buffet libre que les proporcionaba el cubo de la basura, y se han puesto conmigo. Hoy, por lo que veo, hay carne humana en el primer plato del menú.

Sigo fijando la vista alrededor de la escena escalofriante de la que soy protagonista, pero aparte del hombre que veo en la azotea, no veo más que ventanas y cortinas ondulantes batiéndose en un dulce baile con el viento. Mis fosas nasales arden debido al maloliente aroma que infesta el callejón. Ya no sé si es la basura, las alcantarillas o es que realmente hay algún bicho muerto por aquí. Aunque no puede ser, ya que, si lo hubiera ¿Para qué se molesarían las ratas en venir hasta aquí y devorar mi cuerpo?

De repente, siento un movimiento confuso. Mi cuerpo se ha movido, pero yo no he sido el que ha dado la orden. Las ratas huyen despavoridas, saltando por todos los lados, y pisando todas las partes de mi cuerpo que aun no puedo sentir. Una de ellas corre por mi cara, y mete su gelatinosa cola en el fondo de mi ojo derecho. De acuerdo, no sólo estoy lisiado, sino que ahora tambien estoy bizco.

Un retortijón sacude mi cuerpo, pero solo mi interior, y siento como el ardor de mi nariz se propaga rápidamente hasta el interior de mi estómago y mis tripas, culminando la escena en un asqueroso líquido negro que inunda mi boca y sale despedido hacia arriba, como si mi garganta fuese un ardiente géiser.

El líquido huele fatal, y me impide respirar. Toso a causa del ahogo, pero mis pulmones hacen su trabajo y me ayudan a expulsar de mi boca esa sustancia parecida al simbionte de los cómic de Spiderman. Sigo sin entender por qué tengo estos conocimientos, pero en cambio no soy capaz de recordar nada de mi mismo.

Mis elucubraciones se ven de nuevo truncadas por un fuerte golpe a mi derecha. Vale, la suerte vuelve a jugarme una mala pasada. No puedo ver lo que produce tremendo choque contra el contenedor, ya que el ojo derecho es el que tengo dañado por la asquerosa rata, y mi nariz no permite a mi ojo izquierdo visualizar lo que está ocurriendo a mi alrededor.

Hago un informe mental de lo que me rodea. Algo que se arrastra, que respira, que olfatea a su alrededor. Todo lleno de inmundicia, de ratas portadoras de enfermedades, que, por cierto, han debido ya de invadir mi minusválido cuerpo. Un brazo que se debate en lo alto de un edificio y un golpe a escasos metros de mi cuerpo que no puedo localizar debido a que tambien estoy medio ciego. Mi situación me recuerda a un relato de Lovecraft llamado Sordo, mudo y ciego. No recuerdo cuando lo leí, ni de qué color eran las páginas del libro. Pero recuerdo perfectamente su lectura, y el pensar en el protagonista llena mi cuerpo de un miedo imposible de describir.

Mi ojo izquierdo ha captado un leve movimiento a mi derecha, algo se ha movido a mucha velocidad, pero no he sido capaz de vislumbrar lo que era. La mano de la azotea, ya se ha convertido en un torso, y por lo que veo, el dueño de ese cuerpo no se encuentra en mejores condiciones que yo. Ahora logro distinguir como de la azotea chorrea un líquido ngro que parece tener por origen el cuerpo de aquel hombre que tiembla en lo alto del edificio.

Otro movimiento, esta vez detrás mío. En la entrada del callejón algo se mueve, debe ser aquello que se arrastraba y gruñía, que se arrastraba y quejaba.

lunes, 11 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XV

Saludos helados a todos. Soy yo, el de siempre. Espero que todo os vaya bien y que el frío que hace últimamente no os esté poniendo las cosas más difíciles de como me las está poniendo a mi.

No puedo salir de casa dese hace tiempo. Los hijos de puta que se cargaron a aquella muchacha, y que a punto estuvieron de hacerme criar malvas a mi mismo, me tienen cercado el terreno. Los he oido al menos dos veces merodear por los alrededores de mi escondite, y para colmo la nieve me ha dejado atrapado aquí dentro con el techo lleno de goteras.

Hace mas de una semana que no he podido salir a recoger verduras, y estoy sobreviviendo con lo poco que tego almacenado en las despensas de los pisos contiguos. Un pichón es lo último que me he echado a la boca. Me ha sabido a gloria, pero el hecho de estar aquí encerrado, ha enturbiado su sabor. Os preguntaréis que por qué no salgo de aquí, y es muy sencillo. Todo está cubierto de nieve, y en cuanto ponga un pie ahí fuera, las huellas podrían delatarme, y eso es lo último que quiero.

Pero bueno, dejémonos de mis penas y dejadme que os presente a alguien. Su nombre es...Ah si, Vinatea. ¿Un nombre raro verdad? Será valenciano. Hace mucho tiempo, cuando era un crío, conocí a un chico valenciano que se llamaba Xerats. ¿Como puede alguien tener semejante nombre? ¡Joder, si es que hasta es difícil de pronunciar! Bueno, pues eso. Tenemos un amigo nuevo, que se llama Vinatea. Es de Valencia, y anoche me envió un reporte sobre su situación. Ahí os lo dejo:


Creo que por fin he hecho funcionar este trasto… Sí. ¿Hola?… Soy… Bueno, mi nombre real no importa. Podéis llamarme Vinatea. Soy de Valencia. He escuchado casi todos los reportes de José Antonio, y quería hablaros de mi propia experiencia. Por si alguno puede aprovecharla.

Aquí la cosa no está mejor que en otros sitios. La ciudad es un infierno. La mayor parte de los supervivientes han ido escapando a las huertas cercanas, huyendo de las bandas y de los bombardeos, aunque ya ha pasado un tiempo desde que oímos pasar el último avión. Quizás porque ya no queda nada que destruir. El casco antiguo está completamente en ruinas, al igual que el puerto, el aeropuerto y una buena parte de la periferia. Entre ellos Benimamet, el barrio donde yo vivía.

Me atrevería a decir que soy el único superviviente de Benimamet. No queda nada en pie. Su proximidad con la base militar de Paterna no sirvió de mucho. Allí lo perdí todo. Casa, pertenencias… A mi padre… Yo sobreviví de pura casualidad. Ese mismo día tenía que acercarme a presentar no se qué del proyecto final de carrera. Ya no recuerdo el qué. Aunque eso ahora ya no importa.

Tampoco recuerdo muy bien lo que hice tras descubrir mi casa destruida. Tengo la mente nublada de esos momentos. Sólo sé que me fui de allí como si me persiguiera el diablo. Y que llegué a una alquería, una casa de pueblo, al norte de la ciudad. Una de las pocas que sobrevivieron al ímpetu de la construcción, y que por algún deparo del destino no ha sido destruida. Al menos de momento…

Y allí es donde vivo, o mejor dicho sobrevivo, con otras seis personas: Amparo, la dueña de la alquería; su hija Elena, de nueve años; Arturo, un antiguo cazador; una chica ecuatoriana llamada Flora; Bekele, un inmigrante subsahariano, etíope para más señas; y Laura, que ha sido la última en llegar, y que se pasa la mayor parte del día llorando. Como haríamos cualquiera de nosotros, vaya, si no tuviéramos que pensar en tantas cosas.

Estamos consiguiendo sacar adelante las tierras que rodean a la alquería. Con eso, y con lo que hemos recuperado, o robado si lo preferís, de las casas abandonadas cercanas subsistimos. Mal, pero subsistimos. Al menos, todos nos hemos acostumbrado a que la comida escasee. Y todos hacemos un esfuerzo para que la pequeña no lo note. Es la única nota alegre de la casa. Y queremos que siga así. La he visto crecer en todo este último tiempo y la quiero como si fuera mi propia hija, mi hermana pequeña… El otro día, sin ir más lejos, nos disfrazamos Arturo, Bekele y yo, para hacernos pasar por los Reyes Magos y darle una sorpresita. Disfraces pésimos, por supuesto… Pero Elena se lo pasó bomba, aunque luego nos confesó que sabía que éramos nosotros. Al menos ese día fue especial. Para ella y para nosotros.

Lamentablemente, hay más recuerdos negativos que positivos. Como cuando encontramos a Flora... Habíamos salido Arturo y yo, armados, como siempre para “recolectar” cosas abandonadas en algunos edificios relativamente cercanos. Gracias a eso nos hemos hecho con muchos objetos más o menos necesarios, como la radio por la que estoy ahora hablando. Y vimos a una chica, Flora, perseguida por una jauría de perros salvajes.

No nos lo pensamos. Yo disparé a bocajarro, y conseguí herir a uno… ¡Yo!, que antes de esto era pacifista, contrario a las armas y a la caza… Arturo demostró su pericia derribando a dos… Para nuestra sorpresa, el resto de la jauría se detuvo, no asustada, si no atraída por la sangre fresca. Y comenzaron a devorar ávidamente a sus congéneres… El mundo se ha vuelto loco…

Alcanzamos a Flora, la llevamos a la alquería y vimos que llevaba entre los brazos un crío, de no más de dos años de edad, con diversas heridas de mordiscos. Luego supimos que había permanecido oculta en su refugio durante bastante tiempo, pero que al ver cómo la jauría atacaba a una mujer con su hijo había intentado rescatarles. La madre había muerto, pero ella había conseguido arrebatar al crío de las fauces de las bestias… Lamentablemente, poco pudimos hacer por él. La pobre criatura falleció a los pocos días debido a las heridas y a varias infecciones…

Hemos vuelto a ver a la jauría en diversas ocasiones y me avergüenza decirlo, pero poco a poco la estamos diezmando. No sólo por venganza. También por seguridad… Afortunadamente, la alquería y sus tierras están rodeadas por una valla electrificada y por un ingenioso sistema de trampas que, además de proporcionarnos alguna presa extra mantiene alejados a todo tipo de alimañas… Animales o humanas…

La valla fue idea de Chimo, un antiguo ocupante de la alquería, que ya no está con nosotros. Otro día os contaré más cosas de él, como el sistema de comunicación que inventó para conectarnos con otras comunidades de supervivientes. Porque hay más, os lo puedo asegurar… Y algún día haremos falta para volver a levantar la civilización. La guerra no puede ser eterna…

Tengo que cortar. Este cacharro consume demasiada luz y me están haciendo señas para que corte. Ya os contaré más cosas en otra ocasión. Y recordad que no estáis solos. No todos nos hemos convertido en bestias humanas…

Un saludo desde este otro lado.


Pues encantado de conocerte Vin...Vinatea. Me alegro de que estéis más o menos bien, aunque es una pena lo de el niño de Flora, Mi más sentido pésame. Por lo que veo Valencia tambien está lleno de perros salvajes, como Madrid. ¿Qué les habrá pasado? Supongo que es la falta de comida, aunque no estoy muy seguro.

Veo que os las habéis ingeniado para electrificar una valla. ¿De dónde sacáis la electricidad? Me interesa saberlo por si utilizáis algún método alternativo al mío, para poder implementarlo a mi sistema de abastecimiento.

En el fondo este grupo me da un poco de envidia. Es peligroso ser tanta gente en un mismo refugio, pero la verdad es que la maldad de estos días se te olvida de manera más rápida si compartes tus problemas con otra gente. Es un consuelo el saber que al menos alguien encuentra algo de cordura en este caos.

Espero que el año que viene, también os podáis disfrazar de Reyes Magos, eso será señal inequívoca de que esa niña sigue a vuestro lado.

No me entretengo mas, que tengo que buscarme la manera de deshacerme de estas malditas goteras o al final tendré que vivir sumergido en agua helada.

Saludos a todos desde mi lado al otro lado.

viernes, 8 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XIV

Hola a todos. De nuevo soy yo. A todos los que me oyeran por última vez, ya sabéis que emití el último reporte recibido de David, que emite desde Suiza. Nos contó cómo ha encontrado un bunker y como va camino de eliminar a los que acabaron con la vida de su mujer. Desde aquí, todo mi apoyo para su vendetta. No es bueno matar, a nadie le agrada, pero a veces hay que hacerlo. Desde que el mundo se volvió loco, es lo más importante que he aprendido.

Hasta hoy, he recibido numerosos reportes desde cientos de lugares diferentes, uno incluso de Japón, de parte de un tokyota que hacía lo imposible por hablar conmigo en un irreconocible inglés, que, para qué nos vamos a engañar, ni él lo hablaba bien, ni yo tampoco, por lo que la comunicación entre ambos fue prácticamente imposible. Tan solo le entendía que estaba solo, que vivía bajo un edificio sin luz y que su mujer o una mujer que vivía con él se había vuelto loca. Algo así. Su nombre es Kim Harada. Si alguien quiere intentar ponerse en contacto con él, que lo haga. Seguramente le hará falta tener compañía.

Algo común a todos los mensajes recibidos, es que la gente se ha vuelto loca. Casi todos me hablan de neonazis, salvajes, caníbales, nómadas, pandilleros, psicópatas y padres de familia buscando venganza. Tan solo apoyo a estos últimos. Ellos tienen una razón para vivir... y para matar.

Hoy me encuentro muy negativo. Revolviendo entre los escombros de lo que fue mi casa, he encontrado una foto de hace unos años, cuando todo era normal. Crisis, guerras, hambre, cambio climático y esas cosas. Pero éramos felices. Y digo éramos, porque en esa casa vivía con la que fue mi novia, que esta puta guerra se la llevó de mi lado. Nunca la dije de verdad lo mucho que la apreciaba, lo que la necesitaba. Y ahora que no la tengo, no me canso de decirle sobre su tumba cuanto la hecho de menos. Es muy triste dormir tan cerca de ella y no poder tocarla ni escuchar su voz. Miro su foto, y se me saltan las lágrimas, sin poder evitar que los llantos inunden toda esta habitación.

Ahora que tengo la foto aquí delante, junto a la radio, puedo ver todos los días lo fresca y sincera que era su sonrisa. Sus ojos verdes y grandes me mareaban en su profundidad, y solo era capaz de salir de ese trance cuando alejaba mi mirada y la enfocaba hacia sus rojos y carnosos labios. Tendríais que haberla visto. Era energía positiva pura. Reservada, pero una vez se dejaba conocer, demostraba lo gran persona que era. La echo mucho de menos.

Es por eso que entiendo a David. Es por eso que entiendo a todos con los que hablo cada día y cada noche, y les doy mis ánimos para que no desesperen e intenten ver lo bueno de esta vida. Ellos al menos pueden buscar a los asesinos de sus familiares y poner fin a su vida, pero yo... Yo lo único que puedo hacer es aferrarme a la vida e intentar ayudar a todo el que se me ponga por delante. Esa es mi única felicidad.

Es por eso que entiendo los motivos de... ¡Joder! ¿Como se llama este chico? Vaya tela. La gente se pone en contacto conmigo, me cuenta sus problemas, me da ánimos para que siga conectándome a este aparato tan anticuado, y yo, desagradecido, olvido sus nombres. ¡Vaya tela! Pues amigo, si me estás escuchando, lo siento.

Como decía, entiendo los motivos de este chico para partir en busca... Mejor que os lo cuente él:

El otro día escuché una transmisión en el equipo de radio que aún hoy me hace estremecer. Provenía de una parte de Perú y en él, una voz que me heló la sangre, narraba cómo se habían desencadenado los acontecimientos por allí. Al parecer, el principal problema que tienen los supervivientes es el suministro de agua potable, y los repetidos ataques de un grupo de seres ululantes que en ningún momento calificó de “humanos”. Pese a lo tétrico de la voz que salía del aparato de radio, su tono escondía una melancolía que me hizo enviarle un mensaje de ánimo pese a que inicialmente pensara que podría ser alguna banda en busca de supervivientes a los que saquear. No he vuelto a saber nada más de él. Espero que siga bien, aunque hoy día es difícil que algo permanezca bien por mucho tiempo...

Para no volverme loco, casi al principio de mi llegada a este lugar, decidí adoptar una cría de búho real al que le hablo como si fuera una persona. En una de mis expediciones me encontré con un nido de estas aves, pero había sido arrasado no se muy bien por quién o por qué... Sólo quedaba una cría con vida, y recordaba haber visto estos animalitos en la televisión, donde decían que eran fácil de criar en cautividad y que podía ser usado en el arte de la cetrería. Esto me vendría muy bien. En unos meses se ha puesto de un tamaño imponente y, a veces, incluso me asusta cuando viene hacia mí, veloz, con las alas desplegadas completamente. Por cierto, le puse de nombre Matt, en honor a Daredevil, mi personaje de comics preferido, cuando leía comics...

Espero que alguien escuche este mensaje en algún lugar, sea donde sea. No es el mensaje más optimista, lo se, pero a mi modo de ver las cosas no es para ser muy optimistas, aunque animo a todos a luchar y sobrevivir hasta el último aliento. En cuanto amanezca partiré en busca de una chica y de su prima pequeña de las que intercepté un mensaje hace un día. Contaba la chica que estaba en la estación de esquí de La Covatilla (buen sitio para esconderse, pensé en su momento), pero que la habían seguido unos nómadas del norte y que temía por su vida, ya que había salido a por provisiones cuando se vio amenazada por esa banda de hijos de puta.

Si este es el último mensaje que emito ya sabéis lo que significa; se acabó para mí. No obstante, la idea de poder rescatar a estas pobres chicas me puede, aun a riesgo de que probablemente no vuelva. ¿Qué puede hacer un ex abogado friki, armado como buenamente puede, atacando frontalmente, sin el resguardo de mi hogar, a un grupo de nómadas salvajes y desesperados? La respuesta es sencilla; mucho. Ya lo veréis. Está amaneciendo...


Espero que no sea su último mensaje. Como decía antes, creo que haces muy bien en ir a yudarlas, aun a riesgo de tu propia vida. La soledad que sentimos no es buena, y lo mejor es que intentéis haceros con buena compañía cuanto antes. Pero no lo olvidéis, nuestro mundo está lleno de mala gente, dispuesta a cualquier cosa con tal de sobrevivir. Recordar a mi amigo Larmdh, de la Argentina. Allí se están comiendo a sus amigos, a los que un día fueron sus compañeros. Tened cuidado, no sea que acabéis la noche como la cena de alguien.

Nos veremos pronto. Ahora, voy a bajar a rezar. Espero que todo os vaya bien.

¡Joder, qué puto frío hace!

miércoles, 6 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XIII

Es curioso. He recibido un mensaje de David, el que había perdido a su mujer y a su hija a manos de unos desalmados. Recuerdo perfectamente su relato, pero en cambio, no sé por qué, lo había situado en los Pirineos o en Sierra Nevada. Pero ahora que he escuchado el segundo reporte, he descubierto que emite desde... ¡Suiza!. Coño, eso es genial. Un español en el extranjero. ¿Por qué me hará tanta ilusión?

El caso es que lo me ha contado hoy, que a su vez os contará a todos vosotros me ha alegrado mucho, porque ha hecho un descubrimiento muy bueno, y que a mas de uno le vendrá muy bien, aunque creo que no es el único que ha encontrado algo parecido.

Os dejo con el mensaje:

¿Sigues ahí?. Debes seguir, solo han pasado diez días.

He conseguido llevarme la radio al refugio, aunque para ello me he tenido que pasar dos días en aquel infernal edificio donde hace más frío que en lo que queda de calles. Pensé que iba a ser más difícil desmontarla y volverla a montar, pero me ha costado más transportarla montaña arriba que ese pequeño trabajo manual.

Aquí siempre hace frío y la nieve es un compañero permanente, lo que significa que en cualquier momento puedes dejar huellas que muestren tu presencia a "Los repobladores". Siempre has de caminar buscando el rastro de los animales salvajes, pues estos ya andan por el pueblo como si fuese suyo, sin dejar de mirar a todos lados y sin dejar de escuchar todos los ruidos. Ellos nunca salen de noche por miedo a los animales, pero siempre escuchan.

Mi refugio lo encontré por casualidad al bajar de la montaña una noche y entrar en el cementerio viejo. Anduve por entre las lápidas y tumbas de los primeros habitantes de este pueblo y llegué a la casa del enterrador. Entré sin pensarlo y allí pasé la noche envuelto en una sucia manta. Cuando desperté les oí cavar y profanar tumbas. Hablaban a gritos y estaban muy cerca. Repté por el suelo hasta la pequeña cocina y encontré la puerta del sótano, la abrí lo suficientemente despacio como para no hacer ruido y me dejé caer hasta el suelo. Allí suspiré y permití que mi vista se dejara perder en la pared de enfrente. Al principio mi razón no reaccionó ante lo que veía, pero poco a poco la conexión se fue produciendo.

Arriba, los pasos de aquellos bárbaros ya se oían en la sala donde yo había dormido. Abajo mi cuerpo actuó antes que mi cabeza y se abalanzó contra la trampilla oculta en la pared y aparecí en un angosto pasillo, tiré del mueble que apenas ocultaba la abertura, conseguí moverlo para que lo tapara del todo y corrí.

Durante largo tiempo recorrí aquel pasadizo hasta que salí a la luz del día en un lugar que no reconocí al principio y que me dejó desconcertado. Desde aquella altura se divisa toda la ladera desde el puesto meteorológico hasta la estación del tren y, aparte del túnel, el único acceso es un camino serpenteante que parte desde el cementerio nuevo.

Estaba en el puesto de vigilancia del ejército y mi supervivencia empezó a cobrar vida. El puesto es una pequeña casa que debido a los bombardeos está en ruinas en su planta primera y en semiruinas en la planta baja. El sótano esta anegado por los escombros pero entre ellos encontré lo que buscaba sin saberlo. Había una trampilla semicerrada y me metí por ella. Estaba en un búnker.

Durante días me afané para que el lugar pareciera absolutamente abandonado, derruido e imposible de habitar. Utilicé el pasillo para ir y venir al pueblo, siempre de noche, para hacer acopio de todo aquello que me fuera necesario para subsistir, medicamentos, ropa, pilas y algún arma. Aprendí a escuchar de día desde mi refugio y moverme en silencio en las sombras de la noche. Comida y agua no me falta pues el búnquer dispone de un almacén de alimentos para un pequeño regimiento, tuve suerte en ese sentido, aunque de vez en cuando me atrevo a cazar algún animal pequeño.

Hasta que una mañana escuché tu voz por primera vez.

Ayer volvieron al pueblo y mi sed de venganza ha vuelto con ellos. No sé donde han estado pero les he oido mofarse de sus correrías.

Junto al cabecero de mi improvisada cama tengo las fotos de mi esposa e hija y todas las noches le rezo al Dios que me las quitó para que me deje vengarlas, pues un poco de violencia más en este caos que Él ha dejado que el hombre cree, no se va a notar.

La nieve cae sin medida y ha ocultado los caminos. El frío es espectacular y los días son muy cortos. Esta noche bajaré al pueblo a confirmar una sospecha pues, entre las voces de esa gentuza, creí escuchar el gemido angustioso de una mujer.

Son las seis de la tarde aquí en Zermatt y ya es noche cerrada. Debo cortar la comunicación y empezar a preparar la expedición de hoy. Espero contarte más cosas pronto.

David.


Siento una especie de conexión especial con este chico. No sé si es joven o anciano, pero por su voz y su manera de expresarse no me parece mucho más mayor que yo. Debió de ser una buena persona en su anterior vida. Y digo su anterior vida, porque todos hemos muerto y vuelto a nacer. Estos acontecimientos que se han acercado a nuestra vida, nos han cmbiado a todos.

Siento lo de su mujer y su hija, y espero...No, deseo que encuentre a esos hijos de puta y acabe con ellos de la manera más cruel que se le ocurra. A veces me escucho y no creo qlo que estoy diciendo, pero es una realidad muy cercana. Antes era pacifista, ecologista, declarado en guerra con la pena de muerte y creía con fe ciega en la posibilidad de redención y perdón del ser humano. Pero ahora... No. Ahora no.

Escuchar las historias de la gente a través de este aparato, y ver con mis propios ojos lo que he visto, me han cambiado por completo mi mente. Ya no creo en mi especie, y he empezado a pensar en que realmente fuimos creados para hacer el mal y acabar con nuestra propia especie.

Espero estar equivocado por completo.

Soy Jose Antonio y os saludo Desde el otro lado.

lunes, 4 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XII

Hoy, tras el pequeño problema de ayer, tengo muchos sentimintos encontrados. Por una parte estoy feliz porque de nuevo he tenido noticias de Larmdh, mi colega argentino. Pero las mismas no son nada buenas, por lo que no me siento muy animado después de haber escuchado su voz.

Las cosas no van bien por argentina, y encima se stán cometiendo verdaderas barbaridades que nunca podría llegar a pensar que llegaríamos a cometer. Os dejo con su propia voz:

Hola José Antonio.

Mirá, estoy mal por cosas que pasaron y necesito contarlas.

Despues de la emboscada a los Cazadores, fuimos a la casa de la familia que nos ayudó, a unos doscientos metros detrás de una loma, y cargamos todo lo que se pudo en un carromato (principalmente comida y los paneles solares sanos), el cual atamos al caballo. Entre los tres miembros de la familia y dos viejos que supieron ser empleados de ellos, mas nosotros dos (los otros dos quedaron en nuestro refugio) cargando lo que pudimos, emprendimos camino a la siguiente casa, todo esto para evitar la segura represalia cuando descubran lo que pasó.
Al prisionero le atamos a un carrito y lo usamos de mula.

La distancia a recorrer era de unos ocho kilómetros y de camino pasaríamos por una de las casas con las que no pudimos restablecer el contacto. El tránsito por los caminos de ripio con treinta grados de calor es infernal. Imagínate, la cosa se hizo pesada, y esperábamos refrescarnos en un arroyo proximo que cruzaba el camino. ¡Que tontos!

El animal olfateó el agua, y apuró el paso, haciendo de tripas corazón. Lo dejamos adelantarse, mas allá seguro que no se iba. Nos ganó como diez metros de distancia en unos trancos. ¡Pobre animal! Cargado y todo como estaba. Cuando lo alcanzamos en el arroyo, vimos el tendal de animales muertos cerca de la orilla. Se nos hizo un nudo en el corazón, y en eso, el caballo se desplomó. Lo poco que tomó, lo fusiló.

Maldita sea, poco nos duró. Ni siquiera sabíamos si se podía comer, a ver si nos moríamos envenenados. No podíamos usar el agua tampoco. El estúpido cazador se nos reía en la cara, para colmo.

Desenganchamos el carromato y entre todos tiramos de él por el siguiente kilómetro hasta la primera parada, la hacienda de la familia que no contestaba la radio. La entrada a la casa estaba a unos cincuenta metros de la misma, y el portón de madera estaba abierto y medio quemado. El primer cuerpo estaba a unos veinte metros, puro huesos y ropa, medio quemado y con el cráneo reventado por un tiro. Parece que era un hombre.

Encontramos el resto de la familia detrás de la casa, y lo peor era que... ¡Se los comieron! Una improvisada fogata con maderas y troncos y una reja arrancada de un ventanal a modo de parrilla, sirvió al propósito de los malditos que hicieron esto. Instintivamente giramos a ver al cazador, que nos miraba con una sonrisa en los labios. Poco faltó para que le rompiéramos la cabeza contra la pared.

Decidimos quedarnos esta noche allí, nada quedaba y nada vendrían a buscar, lo que la hacía un refugio seguro, al menos por ahora.
Conectamos unos paneles a la radio portátil y nos comunicamos con la familia que nos esperaba, para avisar que llegaríamos al otro día. Mientras unos mates engañan mi estomago, transmito este mensaje al refugio para que mis amigos te lo envíen.

En el silencio de la noche, no puedo dormir pensando en lo que le pasó a esa gente, no se merecían eso. Pensé que seríamos una especie de héroes salvando estas personas, pero me enfrento a un nivel de maldad y violencia que me superan, y una cosa es escuchar las noticias desde un refugio, y otra verla de cerca. Creo que leer muchos comics me afectó, no sé.

Espero noticias tuyas cuando vuelva al refugio, los muchachos estan grabando tus mensajes. ¡Un abrazo!


Es brutal lo que cuenta. ¿Como puede ser que los seres humanos se alimenten de sí mismos? No sobra la comida pero eso...es repugnante.

Creo que voy a vomitar. Lo siento...

Desde el otro lado. Entrada XI

Lo siento, pero estoy ahora mismo tan nervioso que el corazón se me va a salir del pecho. Tengo los nervios a flor de piel. Han sido los peores quince minutos que he pasado en el Refugio desde que me quedé solo aquí dentro. Al final no ha sido nada, pero el susto que me he llevado, ha sido de escándalo. Con las prisas por ver qué era lo que había provocado ese golpe en la entrada al escondite, me he caido por entre los escombros y me he hecho una buena herida en mi hombro derecho, además de una bonita brecha en mi ya más que arrugada frente.

Uno de los trozos de escombro que estaban en lo alto del edificio se ha desprendido y ha golpeado la entrada, y yo, que estaba tan absorto contándoos lo que me ha pasado esta mañana con aquel grupo de desalmados, me he dejado llevar por el pánico, y he cometido una estupidez. He pisado una de mis propias trampas y me he caido al fondo del garaje, desde la primera planta del bloque. La caida ha sido de casi cuatro metros, pero he tenido suerte de agarrarme en el último momento al darme cuenta de mi error. El problema es que no he podido asirme con firmeza, mis manos han resbalado del trozo de ferralla que sobresalía del suelo y me he desplomado como un saco de patatas. Estoy un poco magulldo, pero si me dáis un momento, mientras sigo hablando intentaré curarme la brecha.

¿Por dónde iba? Mmmmm... creo que lo último que conté fue que entraba en el centro comercial, y al esconderme tras la barra del antiguo bar del complejo, pude divisar la silueta de aquellos locos, y la fechoría que estaban haciendo.

Eran tres, uno de ellos mas grande que los otros dos, y se veía perfectamente que era el que mandaba en el grupillo. Iban armados con una escopeta cada uno, pero el que consideraba yo el jefe, portaba además un enorme machete atado en la cintura. Yo no sé de dónde lo habría sacado, pero si hubiera estado en la jungla no habría desentonado tanto como aquí. ¿Para qué lo querría aquel loco?

Habían dejado las linternas improvisadas en el suelo, y entonces fue cuando me percaté de todo. Sobre una de las cintas que transportaban las compras en las cajas del supermercado, habían depositado el cuerpo de una mujer. Estaba desnuda, y mi primera impresión fue que estaba muerta. Estaban un poco lejos, y tampoco podía distinguir la edad de la misma. Su cuerpo parecía joven, o al menos eso pensé, y estaba medianamente bien alimentado; no le sobraban kilos, pero tampoco le faltaban. Digamos que estaba bien compensada.

Mientras uno de ellos la apuntaba con el arma, los otros dos la estaban desnudando, y ella se dejaba hacer. Yo, arrastrando los pies por el suelo lleno de polvo para hacer aun menos ruido, me adentré en un antiguo puesto de venta de cupones de lotería, de esos de la ONCE, en los que nada más que entraba el cuerpo de una sola persona, y me acurruqué allí dentro como pude sin dejar de mirar en dirección a los tres locos.

Por fin la dejaron completamente desnuda y el mas grande comenzó a tocarla lascivamente mientras el otro que estaba desarmado comenzó a bajarse los pantalones. El miedo se apoderó de mi. No sabía qué hacer. Tenía que salvar a aquella persona, estuviera viva o muerta, pero lo único que portaba encima y con lo que podía defenderme era un cuchillo de caza que había sacado de este mismo supermercado hacía ya mas de un año, y con solo ver la imagen de aquellas armas allí en el suelo, me entraban ganas de llorar de miedo.

Pero no pude evitarlo, e hice la primera estupidez del día. Rezando para que no me vieran, saqué el cuerpo por el cristal de aquel cubículo, y cogí con cuidado un pequeño radiocassete lleno de polvo que estaba metido dentro del armarito del que estaba provisto aquel puesto. No sé si funcionaba o no, pero la verdad es que no tuve ninguna piedad de él. Intentando lanzarlo lo más alto posible para despues tener tiempo de esconderme antes de que el ruido los alertara, lo lancé por los aires.

El ruido que hizo el cacharro fue ensordecedor. Lo tiré lo mas alto que pude, ya que si lo tiraba hacia adelante habría hecho ruido mucho antes de que hubiera podido esconderme, y estaba en la línea de visión de aquellos locos. Mientras ellos dejaban de hacer lo que intentaban, yo ya no pude ver nada. Tan sólo seguía luchando por introducir mi cuerpo en el diminuto armarito de los cojones. Lo conseguí a duras penas y logré cerrar la portezuela corrediza del mismo.

Los nervios atenazaban mi cuerpo mientras sujetaba el cuchillo contra mi pecho, a la espera de que me descubrieran y me liara a machetazos contra todo aquello que abriera la portezuela. Pero no fue así, sino todo lo contrario. Cuando pasaron frente al puesto, los oí mientras hablaban a gritos. Uno de ellos, ordenó a un segundo a que lo siguiera, y al tercero lo dejó allí apostado vigilando a la chica, mientras ellos salían afuera a investigar.

Tras cinco minutos, o lo que a mi me parecieron cinco minutos, comencé a salir de mi escondrijo, intentando no hacer ruido. Eché un vistazo a mi alrededor. El hombre que estaba anteriormente apuntando a la chica, seguía allí apostado frente a ella y mirando visiblemente nervioso hacia todos los lados con el arma levantada.

Sin pensármelo dos veces, corrí hacia mi derecha, y me escondí frente a una de las cajas registradoras del centro comercial que estaba marcada con el número uno. Agachado como estaba, era imposible que me viera, por lo que me acerqué hasta su posición, quedándome a tan solo un par de metros de él y separado tan solo por una estantería vacía cubierta de polvo. Se notaba su nerviosismo en la manera que tenía de girar la cabeza cada vez que oía un pequeño ruido, y tuve que aprovecharlo si quería salir de ahí.

Con una decisión inusitada en mi, recogí un viejo extintor del suelo, y con el silencio mas absoluto saliendo de las suelas de mis botas mudas por la tela, me coloqué tras la columna que había frente a él y sin dejarle reaccionar, se lo estampé en la espalda. Se quedó allí tirado, inconsciente como en las películas, solo que esto era real. Me quité la chaqueta y la cubrí con ella a la vez que la abofeteaba en la cara para que despertara.

A partir de aquí, todo fue muy deprisa. Ella se despertó y rápidamente fue consciente de la situación en la que se encontraba, por lo que cubriéndose con la chaqueta echó a correr dejándome atrás con cara de tonto. Yo tampoco me lo pensé y salí detrás de ella. Cuando estábamos a solo diez o quince metros de una de las salidas de emergencia, un fuerte ruido llenó mi cabeza, dejándome los tímpanos inundados con un agudo pitido. La chica se cayó de bruces y yo me paré en seco, horrorizado. Ella estaba desplomada en el suelo sangrando profundamente y yo, impresionado por la muerte de aquella chica, me quedé paralizado. Había recibido el disparo en la parte trasera de la cabeza, cerca del cuello y sangraba profusamente. Yo, estaba allí parado, mirando como un idiota la sangre de aquella joven deslizándose por el polvoriento suelo en vez de salir corriendo. Pero aquel loco me ayudó a salir del trance. Disparó de nuevo, y el impacto pegó cerca de mi, a escasos treinta centímetros de mi cadera, sobre la superficie de una taquilla de esas que se usaban antaño para meter las bolsas de la compra de otros establecimientos mientras entrabas al supermercado.

Dejando allí el cuerpo inerte de mi amiga de veinte segundos, empujé la puerta y salí a la calle coriendo como un poseso en dirección a mi refugio. Corría y corría, pero aquel cabrón no hacía mas que dispararme, mientras yo me cubría a la carrera con lo que podía, a veces coches abandonados, otras veces papeleras, y las menos, farolas apagadas. La profunda niebla me sirvió de parapeto, ya que a escasos quince metros de la entrada a mi bloque, aquel loco dejó de disparar. Yo me paré en seco, comencé a mirar a todos lados, y al no verle, me introduje en mi escondrijo. Ese fue mi fallo. Aquel hijo de puta me vió entrar, y yo, vi cómo me veía. Levantó su arma y volvió a disparar. Mientras lo hacía me miraba a los ojos, y yo sentí que la vida se me escapaba por el agujero de aquella bala que nunca salió de la escopeta.

Abrí los ojos, y observé como me miraba con ojos de incomprensión hasta que mi mente captó el problema antes que él. Se había quedado sin balas en el cargador. Era ahora o nunca. Cogí el machete que tenía en el pantalón y corrí hacia él. Imaginó mis intenciones por lo que comenzó a chillar como un loco mientras intentaba sacar las balas del bolsillo del pantalón a la vez que manipulaba la escopeta para abrir el mecanismo de cargado. Cuando llegué a su altura salté sobre su cuerpo y con mi rodilla le propiné un golpe certero en su pecho, tirándole al suelo y haciéndole perder el arma y las balas. Estábamos los dos forcejeando cuando por fin le coloqué el cuchillo en el pecho, y ocurrió lo que había estado evitando desde que comenzó esta locura de guerra.

Escuché a poco mas de cincuenta metros los gritos de sus dos compañeros que debían haberse guiado por los disparos. Estaban llegando a mi casa, a mi refugio, y no podía dejarles ver donde se encontraba. No podía pemitirlo. Mientras miraba a los ojos de mi agresor, él comprendió mi próxima acción e intentó sin éxito gritar, ya que mi otra mano se encontraba posada firmemente sobre su boca, hasta que mi cuchillo se hundió en su costado y su voz se escapó por entre las costillas y el agujero de mi arma.

Rápidamente me eché su cuerpo a la espalda y lo introduje en el agujero que había en el jardín y que conducía al garaje de la finca. Cayó con un ruido sordo, pero yo no me paré a escuchar. Tapé el hueco con la madera que tenía para tapar la entrada y recogí las balas y la escopeta del suelo. Con ayuda de un poco de tierra del jardín tapé la sangre de mi víctima y me escabullí por el mismo agujero que él.

Me he pasado allí abajo apuntando con la escopeta descargada a la entrada de mi agujero cerca de dos horas, hasta que al final me he autoconvencido de que se han ido de aquí. He enterrado el cadáver en el patio interior del primero B, y me he metido en mi casa. Y lo demás ya lo sabéis. He hablado por la radio y me he caido al garaje. Creo que ha sido un día muy movido...

Hablar con vosotros me ha tranquilizado, pero aun puedo ver los ojos de súplica de aquel chico. No tendría mas de veinticinco años, pero intentaba matarme. No he tenido otra elección. No me siento orgulloso, pero esto es la selva. Eres cazador o presa, y yo, durante casi quinientos metros he sido presa, y no me ha gustado la expriencia.

Mañana volveremos a hablar. Ahora me curaré la herida de la cabeza más a fondo.

Soy José Antonio y estoy emitiendo desde el otro lado.