miércoles, 6 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XIII

Es curioso. He recibido un mensaje de David, el que había perdido a su mujer y a su hija a manos de unos desalmados. Recuerdo perfectamente su relato, pero en cambio, no sé por qué, lo había situado en los Pirineos o en Sierra Nevada. Pero ahora que he escuchado el segundo reporte, he descubierto que emite desde... ¡Suiza!. Coño, eso es genial. Un español en el extranjero. ¿Por qué me hará tanta ilusión?

El caso es que lo me ha contado hoy, que a su vez os contará a todos vosotros me ha alegrado mucho, porque ha hecho un descubrimiento muy bueno, y que a mas de uno le vendrá muy bien, aunque creo que no es el único que ha encontrado algo parecido.

Os dejo con el mensaje:

¿Sigues ahí?. Debes seguir, solo han pasado diez días.

He conseguido llevarme la radio al refugio, aunque para ello me he tenido que pasar dos días en aquel infernal edificio donde hace más frío que en lo que queda de calles. Pensé que iba a ser más difícil desmontarla y volverla a montar, pero me ha costado más transportarla montaña arriba que ese pequeño trabajo manual.

Aquí siempre hace frío y la nieve es un compañero permanente, lo que significa que en cualquier momento puedes dejar huellas que muestren tu presencia a "Los repobladores". Siempre has de caminar buscando el rastro de los animales salvajes, pues estos ya andan por el pueblo como si fuese suyo, sin dejar de mirar a todos lados y sin dejar de escuchar todos los ruidos. Ellos nunca salen de noche por miedo a los animales, pero siempre escuchan.

Mi refugio lo encontré por casualidad al bajar de la montaña una noche y entrar en el cementerio viejo. Anduve por entre las lápidas y tumbas de los primeros habitantes de este pueblo y llegué a la casa del enterrador. Entré sin pensarlo y allí pasé la noche envuelto en una sucia manta. Cuando desperté les oí cavar y profanar tumbas. Hablaban a gritos y estaban muy cerca. Repté por el suelo hasta la pequeña cocina y encontré la puerta del sótano, la abrí lo suficientemente despacio como para no hacer ruido y me dejé caer hasta el suelo. Allí suspiré y permití que mi vista se dejara perder en la pared de enfrente. Al principio mi razón no reaccionó ante lo que veía, pero poco a poco la conexión se fue produciendo.

Arriba, los pasos de aquellos bárbaros ya se oían en la sala donde yo había dormido. Abajo mi cuerpo actuó antes que mi cabeza y se abalanzó contra la trampilla oculta en la pared y aparecí en un angosto pasillo, tiré del mueble que apenas ocultaba la abertura, conseguí moverlo para que lo tapara del todo y corrí.

Durante largo tiempo recorrí aquel pasadizo hasta que salí a la luz del día en un lugar que no reconocí al principio y que me dejó desconcertado. Desde aquella altura se divisa toda la ladera desde el puesto meteorológico hasta la estación del tren y, aparte del túnel, el único acceso es un camino serpenteante que parte desde el cementerio nuevo.

Estaba en el puesto de vigilancia del ejército y mi supervivencia empezó a cobrar vida. El puesto es una pequeña casa que debido a los bombardeos está en ruinas en su planta primera y en semiruinas en la planta baja. El sótano esta anegado por los escombros pero entre ellos encontré lo que buscaba sin saberlo. Había una trampilla semicerrada y me metí por ella. Estaba en un búnker.

Durante días me afané para que el lugar pareciera absolutamente abandonado, derruido e imposible de habitar. Utilicé el pasillo para ir y venir al pueblo, siempre de noche, para hacer acopio de todo aquello que me fuera necesario para subsistir, medicamentos, ropa, pilas y algún arma. Aprendí a escuchar de día desde mi refugio y moverme en silencio en las sombras de la noche. Comida y agua no me falta pues el búnquer dispone de un almacén de alimentos para un pequeño regimiento, tuve suerte en ese sentido, aunque de vez en cuando me atrevo a cazar algún animal pequeño.

Hasta que una mañana escuché tu voz por primera vez.

Ayer volvieron al pueblo y mi sed de venganza ha vuelto con ellos. No sé donde han estado pero les he oido mofarse de sus correrías.

Junto al cabecero de mi improvisada cama tengo las fotos de mi esposa e hija y todas las noches le rezo al Dios que me las quitó para que me deje vengarlas, pues un poco de violencia más en este caos que Él ha dejado que el hombre cree, no se va a notar.

La nieve cae sin medida y ha ocultado los caminos. El frío es espectacular y los días son muy cortos. Esta noche bajaré al pueblo a confirmar una sospecha pues, entre las voces de esa gentuza, creí escuchar el gemido angustioso de una mujer.

Son las seis de la tarde aquí en Zermatt y ya es noche cerrada. Debo cortar la comunicación y empezar a preparar la expedición de hoy. Espero contarte más cosas pronto.

David.


Siento una especie de conexión especial con este chico. No sé si es joven o anciano, pero por su voz y su manera de expresarse no me parece mucho más mayor que yo. Debió de ser una buena persona en su anterior vida. Y digo su anterior vida, porque todos hemos muerto y vuelto a nacer. Estos acontecimientos que se han acercado a nuestra vida, nos han cmbiado a todos.

Siento lo de su mujer y su hija, y espero...No, deseo que encuentre a esos hijos de puta y acabe con ellos de la manera más cruel que se le ocurra. A veces me escucho y no creo qlo que estoy diciendo, pero es una realidad muy cercana. Antes era pacifista, ecologista, declarado en guerra con la pena de muerte y creía con fe ciega en la posibilidad de redención y perdón del ser humano. Pero ahora... No. Ahora no.

Escuchar las historias de la gente a través de este aparato, y ver con mis propios ojos lo que he visto, me han cambiado por completo mi mente. Ya no creo en mi especie, y he empezado a pensar en que realmente fuimos creados para hacer el mal y acabar con nuestra propia especie.

Espero estar equivocado por completo.

Soy Jose Antonio y os saludo Desde el otro lado.

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