lunes, 11 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XV

Saludos helados a todos. Soy yo, el de siempre. Espero que todo os vaya bien y que el frío que hace últimamente no os esté poniendo las cosas más difíciles de como me las está poniendo a mi.

No puedo salir de casa dese hace tiempo. Los hijos de puta que se cargaron a aquella muchacha, y que a punto estuvieron de hacerme criar malvas a mi mismo, me tienen cercado el terreno. Los he oido al menos dos veces merodear por los alrededores de mi escondite, y para colmo la nieve me ha dejado atrapado aquí dentro con el techo lleno de goteras.

Hace mas de una semana que no he podido salir a recoger verduras, y estoy sobreviviendo con lo poco que tego almacenado en las despensas de los pisos contiguos. Un pichón es lo último que me he echado a la boca. Me ha sabido a gloria, pero el hecho de estar aquí encerrado, ha enturbiado su sabor. Os preguntaréis que por qué no salgo de aquí, y es muy sencillo. Todo está cubierto de nieve, y en cuanto ponga un pie ahí fuera, las huellas podrían delatarme, y eso es lo último que quiero.

Pero bueno, dejémonos de mis penas y dejadme que os presente a alguien. Su nombre es...Ah si, Vinatea. ¿Un nombre raro verdad? Será valenciano. Hace mucho tiempo, cuando era un crío, conocí a un chico valenciano que se llamaba Xerats. ¿Como puede alguien tener semejante nombre? ¡Joder, si es que hasta es difícil de pronunciar! Bueno, pues eso. Tenemos un amigo nuevo, que se llama Vinatea. Es de Valencia, y anoche me envió un reporte sobre su situación. Ahí os lo dejo:


Creo que por fin he hecho funcionar este trasto… Sí. ¿Hola?… Soy… Bueno, mi nombre real no importa. Podéis llamarme Vinatea. Soy de Valencia. He escuchado casi todos los reportes de José Antonio, y quería hablaros de mi propia experiencia. Por si alguno puede aprovecharla.

Aquí la cosa no está mejor que en otros sitios. La ciudad es un infierno. La mayor parte de los supervivientes han ido escapando a las huertas cercanas, huyendo de las bandas y de los bombardeos, aunque ya ha pasado un tiempo desde que oímos pasar el último avión. Quizás porque ya no queda nada que destruir. El casco antiguo está completamente en ruinas, al igual que el puerto, el aeropuerto y una buena parte de la periferia. Entre ellos Benimamet, el barrio donde yo vivía.

Me atrevería a decir que soy el único superviviente de Benimamet. No queda nada en pie. Su proximidad con la base militar de Paterna no sirvió de mucho. Allí lo perdí todo. Casa, pertenencias… A mi padre… Yo sobreviví de pura casualidad. Ese mismo día tenía que acercarme a presentar no se qué del proyecto final de carrera. Ya no recuerdo el qué. Aunque eso ahora ya no importa.

Tampoco recuerdo muy bien lo que hice tras descubrir mi casa destruida. Tengo la mente nublada de esos momentos. Sólo sé que me fui de allí como si me persiguiera el diablo. Y que llegué a una alquería, una casa de pueblo, al norte de la ciudad. Una de las pocas que sobrevivieron al ímpetu de la construcción, y que por algún deparo del destino no ha sido destruida. Al menos de momento…

Y allí es donde vivo, o mejor dicho sobrevivo, con otras seis personas: Amparo, la dueña de la alquería; su hija Elena, de nueve años; Arturo, un antiguo cazador; una chica ecuatoriana llamada Flora; Bekele, un inmigrante subsahariano, etíope para más señas; y Laura, que ha sido la última en llegar, y que se pasa la mayor parte del día llorando. Como haríamos cualquiera de nosotros, vaya, si no tuviéramos que pensar en tantas cosas.

Estamos consiguiendo sacar adelante las tierras que rodean a la alquería. Con eso, y con lo que hemos recuperado, o robado si lo preferís, de las casas abandonadas cercanas subsistimos. Mal, pero subsistimos. Al menos, todos nos hemos acostumbrado a que la comida escasee. Y todos hacemos un esfuerzo para que la pequeña no lo note. Es la única nota alegre de la casa. Y queremos que siga así. La he visto crecer en todo este último tiempo y la quiero como si fuera mi propia hija, mi hermana pequeña… El otro día, sin ir más lejos, nos disfrazamos Arturo, Bekele y yo, para hacernos pasar por los Reyes Magos y darle una sorpresita. Disfraces pésimos, por supuesto… Pero Elena se lo pasó bomba, aunque luego nos confesó que sabía que éramos nosotros. Al menos ese día fue especial. Para ella y para nosotros.

Lamentablemente, hay más recuerdos negativos que positivos. Como cuando encontramos a Flora... Habíamos salido Arturo y yo, armados, como siempre para “recolectar” cosas abandonadas en algunos edificios relativamente cercanos. Gracias a eso nos hemos hecho con muchos objetos más o menos necesarios, como la radio por la que estoy ahora hablando. Y vimos a una chica, Flora, perseguida por una jauría de perros salvajes.

No nos lo pensamos. Yo disparé a bocajarro, y conseguí herir a uno… ¡Yo!, que antes de esto era pacifista, contrario a las armas y a la caza… Arturo demostró su pericia derribando a dos… Para nuestra sorpresa, el resto de la jauría se detuvo, no asustada, si no atraída por la sangre fresca. Y comenzaron a devorar ávidamente a sus congéneres… El mundo se ha vuelto loco…

Alcanzamos a Flora, la llevamos a la alquería y vimos que llevaba entre los brazos un crío, de no más de dos años de edad, con diversas heridas de mordiscos. Luego supimos que había permanecido oculta en su refugio durante bastante tiempo, pero que al ver cómo la jauría atacaba a una mujer con su hijo había intentado rescatarles. La madre había muerto, pero ella había conseguido arrebatar al crío de las fauces de las bestias… Lamentablemente, poco pudimos hacer por él. La pobre criatura falleció a los pocos días debido a las heridas y a varias infecciones…

Hemos vuelto a ver a la jauría en diversas ocasiones y me avergüenza decirlo, pero poco a poco la estamos diezmando. No sólo por venganza. También por seguridad… Afortunadamente, la alquería y sus tierras están rodeadas por una valla electrificada y por un ingenioso sistema de trampas que, además de proporcionarnos alguna presa extra mantiene alejados a todo tipo de alimañas… Animales o humanas…

La valla fue idea de Chimo, un antiguo ocupante de la alquería, que ya no está con nosotros. Otro día os contaré más cosas de él, como el sistema de comunicación que inventó para conectarnos con otras comunidades de supervivientes. Porque hay más, os lo puedo asegurar… Y algún día haremos falta para volver a levantar la civilización. La guerra no puede ser eterna…

Tengo que cortar. Este cacharro consume demasiada luz y me están haciendo señas para que corte. Ya os contaré más cosas en otra ocasión. Y recordad que no estáis solos. No todos nos hemos convertido en bestias humanas…

Un saludo desde este otro lado.


Pues encantado de conocerte Vin...Vinatea. Me alegro de que estéis más o menos bien, aunque es una pena lo de el niño de Flora, Mi más sentido pésame. Por lo que veo Valencia tambien está lleno de perros salvajes, como Madrid. ¿Qué les habrá pasado? Supongo que es la falta de comida, aunque no estoy muy seguro.

Veo que os las habéis ingeniado para electrificar una valla. ¿De dónde sacáis la electricidad? Me interesa saberlo por si utilizáis algún método alternativo al mío, para poder implementarlo a mi sistema de abastecimiento.

En el fondo este grupo me da un poco de envidia. Es peligroso ser tanta gente en un mismo refugio, pero la verdad es que la maldad de estos días se te olvida de manera más rápida si compartes tus problemas con otra gente. Es un consuelo el saber que al menos alguien encuentra algo de cordura en este caos.

Espero que el año que viene, también os podáis disfrazar de Reyes Magos, eso será señal inequívoca de que esa niña sigue a vuestro lado.

No me entretengo mas, que tengo que buscarme la manera de deshacerme de estas malditas goteras o al final tendré que vivir sumergido en agua helada.

Saludos a todos desde mi lado al otro lado.

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