lunes, 4 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XII

Hoy, tras el pequeño problema de ayer, tengo muchos sentimintos encontrados. Por una parte estoy feliz porque de nuevo he tenido noticias de Larmdh, mi colega argentino. Pero las mismas no son nada buenas, por lo que no me siento muy animado después de haber escuchado su voz.

Las cosas no van bien por argentina, y encima se stán cometiendo verdaderas barbaridades que nunca podría llegar a pensar que llegaríamos a cometer. Os dejo con su propia voz:

Hola José Antonio.

Mirá, estoy mal por cosas que pasaron y necesito contarlas.

Despues de la emboscada a los Cazadores, fuimos a la casa de la familia que nos ayudó, a unos doscientos metros detrás de una loma, y cargamos todo lo que se pudo en un carromato (principalmente comida y los paneles solares sanos), el cual atamos al caballo. Entre los tres miembros de la familia y dos viejos que supieron ser empleados de ellos, mas nosotros dos (los otros dos quedaron en nuestro refugio) cargando lo que pudimos, emprendimos camino a la siguiente casa, todo esto para evitar la segura represalia cuando descubran lo que pasó.
Al prisionero le atamos a un carrito y lo usamos de mula.

La distancia a recorrer era de unos ocho kilómetros y de camino pasaríamos por una de las casas con las que no pudimos restablecer el contacto. El tránsito por los caminos de ripio con treinta grados de calor es infernal. Imagínate, la cosa se hizo pesada, y esperábamos refrescarnos en un arroyo proximo que cruzaba el camino. ¡Que tontos!

El animal olfateó el agua, y apuró el paso, haciendo de tripas corazón. Lo dejamos adelantarse, mas allá seguro que no se iba. Nos ganó como diez metros de distancia en unos trancos. ¡Pobre animal! Cargado y todo como estaba. Cuando lo alcanzamos en el arroyo, vimos el tendal de animales muertos cerca de la orilla. Se nos hizo un nudo en el corazón, y en eso, el caballo se desplomó. Lo poco que tomó, lo fusiló.

Maldita sea, poco nos duró. Ni siquiera sabíamos si se podía comer, a ver si nos moríamos envenenados. No podíamos usar el agua tampoco. El estúpido cazador se nos reía en la cara, para colmo.

Desenganchamos el carromato y entre todos tiramos de él por el siguiente kilómetro hasta la primera parada, la hacienda de la familia que no contestaba la radio. La entrada a la casa estaba a unos cincuenta metros de la misma, y el portón de madera estaba abierto y medio quemado. El primer cuerpo estaba a unos veinte metros, puro huesos y ropa, medio quemado y con el cráneo reventado por un tiro. Parece que era un hombre.

Encontramos el resto de la familia detrás de la casa, y lo peor era que... ¡Se los comieron! Una improvisada fogata con maderas y troncos y una reja arrancada de un ventanal a modo de parrilla, sirvió al propósito de los malditos que hicieron esto. Instintivamente giramos a ver al cazador, que nos miraba con una sonrisa en los labios. Poco faltó para que le rompiéramos la cabeza contra la pared.

Decidimos quedarnos esta noche allí, nada quedaba y nada vendrían a buscar, lo que la hacía un refugio seguro, al menos por ahora.
Conectamos unos paneles a la radio portátil y nos comunicamos con la familia que nos esperaba, para avisar que llegaríamos al otro día. Mientras unos mates engañan mi estomago, transmito este mensaje al refugio para que mis amigos te lo envíen.

En el silencio de la noche, no puedo dormir pensando en lo que le pasó a esa gente, no se merecían eso. Pensé que seríamos una especie de héroes salvando estas personas, pero me enfrento a un nivel de maldad y violencia que me superan, y una cosa es escuchar las noticias desde un refugio, y otra verla de cerca. Creo que leer muchos comics me afectó, no sé.

Espero noticias tuyas cuando vuelva al refugio, los muchachos estan grabando tus mensajes. ¡Un abrazo!


Es brutal lo que cuenta. ¿Como puede ser que los seres humanos se alimenten de sí mismos? No sobra la comida pero eso...es repugnante.

Creo que voy a vomitar. Lo siento...

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