sábado, 23 de enero de 2010

Desde el otro lado. Entrada XX

Saludos a todos. Lo primero que quiero hacer, es pedir disculpas por mi vergonzosa conexión del otro día. Sobre todo a Susana, aquella chica de Sevilla que tuvo que aguantar la sarta de tonterías que dije debido a mi borrachera. Tenéis que entenderme. La soledad me está matando.

Si os sirve de consuelo, sobre todo a ti Susa, la resaca me ha durado dos días enteros. Incluso hoy me duele un poco la cabeza. No sé beber.. Recuerdo cuando era un chaval y me iba con los colegas de botellón, y bebíamos calimocho, piel roja y otros mejunges varios. Pero ahora... madre mía. Yo creo que hace ocho años dejé de beber solo por los tremendos dolores de cervicales que me provocaban las resacas. Si, lo sé, soy así de raro.

Bueno, no me enrollo mas y os explico un poco lo de estos seis días, que es mucho, además de que tengo un reporte nuevo para enseñaros del chico de Extremadura, el que estaba refugiado en no sé qué sierra e iba a rescatar a una mujeres que habían mandado un mensaje a través de otra radio. Parecemos vengadores, pero creo que esta es la única razón por la cual debemos seguir vivos. Para ayudar a la gente.

A ver. El sábado, recién levantado de la "fiesta nocturna" me decidí a acercarme al centro de mando de la gasolinera para ver qué pasaba con mi suministro de corriente eólica. Me abrigué bien, ya que aunque había dejado de nevar, aun hacía mucho frío, y me eché la mochila y la escopeta robada al hombro, además de un par de linternas y tres paquetes de pilas de recambio. Por si acaso.

No voy a engañaros. Salí acojonado de mi refugio, porque no sabía qué me podía pasar. La verdad es que esto que os cuento, si fuera una novela o una historia contada en un Blog de esos que existían antiguamente en Internet, perdería toda su gracia, ya que sabéis que salí vivo de allí, ya que os lo estoy contando... pero bueno, a lo que iba. No sabía qué me iba a encontrar, además de que todo estaba nevado, y si aquellos hijos de puta me habían cortado los cables de suministro, con solo esperar a que aparecieran huellas en la nieve, podrían seguirme sin ningún tipo de dificultad.

Pero para satisfacción mía, por allí no había pasado nadie en al menos dos semanas. ¿Que por qué lo sé? Porque estoy muy tonto. Me dejé entornada la puerta metálica del cuarto de contadores de la gasolinera, y lo único que allí había era un perro enorme congelado. Pero congelado de verdad, como los pavos de los supermercados. Estaba duro como una piedra y cuando le golpeé con mi bota, el sonido que hizo el cuerpo del animal era como el de una caja de cartón al tropezar con una pared cuando vaga sin rumbo por efecto del viento. Igual. Un sonido sordo, hueco. Por consiguiente, si aquel chucho estaba allí, a ningún superviviente se le habría ocurrido acercarse, ya que estos bichos son muy territoriales, y allí no había señales de lucha. Solo un animal acurrucado contra la pared intentando perder el mínimo calor posible de su cuerpo. Pero no lo consiguió.

El hecho es que comprobé todos los controles de aquel conglomerado de consolas y cables de color negro, y nada me indicó que hubiera algún problema en la maquinaria. De hecho los comprobadores de tensión que llevaba encima, me indicaban que los acumuladores estaban bien. Pero, entonces, ¿Por qué no me llegaba a casa corriente eléctrica? Lo averigüé en cuanto salí al exterior y levanté la cabeza para observar aquellas cuatro torres eólicas. A pesar del viento que soplaba, ninguna de ellas se movía ni un ápice, y eso no era normal. Para nada.

He supuesto que lo que le pasa a las torres es debido a la falta de mantenimiento. A eso le unimos la lluvia, la nieve, el viento y el frío que ha hecho, y nos da de resultado unos engranajes congelados por el frío y el hielo y posiblemente en algunos puntos, parcialmente oxidados. Ahora ya sé, o al menos creo saber qué es lo que les pasa a las torretas, pero lo difícil es averiguar cómo coño lo arreglo. Porque estas columnas acabadas en hélice, deben medir entre ocho y diez metros, y no les veo ningún lugar en el que poder agarrarme para subir, ni ninguna escalerrilla.

En definitiva, he encontrado el problema, pero no la solución, por lo que tendré que seguir devanándome los sesos para poder arreglar esto, ya que si no lo hago, estoy en un grave problema de suministro. Al que por cierto debo unir el que toda mi cosecha de legumbres, verduras y hortalizas de exterior se me han congelado por efecto de las nieves, por lo que me he quedado sin, al menos, el treinta o el cuarenta por cierto de mi alimento. ¡Dios, que asco de frío! Y, por si no fuera poco, se me han muerto casi todas las gallinas y gallos del corral, así que de momento, me tendré que olvidar de comer huevos, y dejarlas a las muy putas a su aire para que críen. Joder...

Vale, estas son mis penas. Ahora vamos con el extremeño. Si el otro día os indiqué que estaba preocupado por él, ahora sí que lo estoy de verdad. Desde que me envió lo que vais a escuchar, no sé nada de él. Nada de nada. Lo he intentado varias veces, pero me ha sido imposible.

Escuchadlo, y ahora os lo comento:

¿Hola....?

¿Hola....?

Espero que no se hayan cargado del todo el cacharro este y me escuchéis.

Si antes la situación estaba mal para mí, ahora se va a poner muy, pero que muy jodida. Han arrasado mi refugio, me cago en... Me han robado los recursos que tenía, han destrozado el pequeño huerto, y lo peor de todo, no veo por ningún lado a Matt. Trasteando creo que puedo transmitir por la radio, aunque tendré que ir pensando en hacerme con otra. Os lo cuento mientras aguante e aparato.

Si no recuerdo mal, la última vez iba a encaminarme a ayudar a un par de chicas que estaban atrapadas en la estación de esquí de La Covatilla, en la sierra de Béjar. Intercepté una llamada de auxilio en la que decían estar bajo el asedio de un grupo de nómadas del norte, y decidí que tenía que hacer lo que estuviera en mi mano, toda vez que había visto la manera de proceder de esa gentuza.

Al amanecer, preparé mi equipo con las cosas necesarias para mi partida; la M-43 Firestar, un fusil de asalto CETME C con visor telescópico, casi todos los cargadores que tenía de ambas armas, y provisiones para tres jornadas, que seguramente habría de compartir con las chicas de la llamada de auxilio.

Dejé a Matt a cargo de la casa, ya que no me atrevía a llevármelo. Aún quedaba algo de combustible en mi viejo BMW, lo suficiente para ir y venir casi sin problemas. Casi. Las carreteras son un peligro, tanto por lo deterioradas que han quedado, incluso con vegetación que ha recuperado su lugar primigenio, como porque suelen estar muy vigiladas. Yo no me fío absolutamente de nadie, por lo que siempre que salgo de mi refugio, procuro usar caminos poco transitados, vías de servicio, en incluso campo traviesa si es necesario. De todas formas, el acceso hasta el punto donde se encontraban las chicas era de fácil acceso para mí. Conozco varias maneras de llegar hasta arriba sin ser visto, en caso de que los accesos principales estuviesen controlados.

Viajé tan deprisa como pude, racionando el combustible de mi vehículo, y no fue un viaje muy agradable. Por donde quiera que fuese, veía destrucción, muerte y desesperación. Restos humanos aún sangrando. Cenizas humeantes que una vez fueron casas. Gente que, al verme pasar con el coche, se abalanzaban sobre él, seguramente para obtener la gasolina. Creo que arroyé a unos cuantos en mi viaje. No podía permitirme que me entretuviesen, ni tampoco que me robaran mi vehículo. Que Dios me perdone, si es que hay un Dios por algún lado...

Cuando estaba cerca de Béjar, ascendí por el paraje de “El Castañar”, pasando por la villa de Candelario, que parecía una sombra de lo que una vez fue. Circulé con cuidado, pero no hallé rastro alguno de vida. Todo el pueblo parecía un enorme agujero negro entre la nieve. Me fijé en que uno de los edificios, que anteriormente era un hostal, aún resistía a duras penas en pie. Anoté mentalmente su situación por si me hacía falta en la huída. Porque sabía que habría una huída. No iba a ser nada fácil. Quizá me matasen. Quizá nos matasen a todos. Pero si llegaba hasta aquí podríamos tener una oportunidad. Siempre pensando en plural...

Dejé mi coche a unos metros de la estación, en la ladera de la montaña, bajo un enorme árbol que le haría las veces de parapeto a ojos curiosos. Lo miré una última vez, con los ojos cargados de unas lágrimas que jamás llegaron a aflorar. Ese coche era lo único que me quedaba de mi anterior vida. De mi familia. De mis amigos. Y ahora lo dejaba a sabiendas que, con toda probabilidad, no lo volvería a ver jamás.

Me dirigí hacia arriba, con sumo cuidado y el CETME listo para cualquier situación. Era esta un arma antigua, de los años 70, y ya me había fallado un par de veces al encasquillarse. La tenía bien engrasada, según los pocos conocimientos armamentísticos que poseo, y no dudaría en usarla contra cualquier eventualidad. Por cierto, que se la quité a un soldado del ejército español que encontré muerto por congelación en una cueva a pocos kilómetros de mi hogar. Mala suerte tuvo el pobre, estaría buscando refugio.

Con la mirilla del fusil examiné, a una distancia prudencial, los alrededores de La Covatilla. Encontré cinco caballos amarrados a la barrera de acceso de la instalación. Parecían tensos, por lo que deduje que el asunto tenía que estar bastante liado entre sus dueños y las personas que se refugiaban allí.

Avancé en dirección al túnel donde estaban los aseos, pues me permitiría tener un mayor control de la situación y algo de resguardo en caso de que la situación se complicase. De espaldas a mi, mirando en dirección al parking de la entrada, avisté a un nómada, según estimé por sus ropajes. Fue bastante fácil librarme de él sin armar jaleo. La culata del CETME era casi tan peligrosa como las balas que disparaba. Bueno, si habían llegado hasta aquí montando cada uno su propio caballo, me quedaban cuatro nómadas sólo. Esa idea me animó, lo que me hizo tranquilizarme en exceso. Grave error. Siempre hay que estar alerta. Otra lección que jamás olvidaré.

(bzzzzzz) ...lógica, si... (bzzzzzz) ...to cacha... (bzzzzzzz) ...abrones de mier...
(bzzzzzzz) ...ectaré cuando pueda... (bzzzzz) ...suerte, y cuidado con... (bzzzzzz)...


Como véis, se cortó la comunicación en medio del mensaje, y lo único que soy capaz de descifrar entre la maraña de palabras y estática es "cabrones de mierda" y "suerte". Por consiguiente, mis sospechas son o que le han cortado el suministro a él tambien, lo coja de donde lo coja, o que directamente le han capturado. Y la verdad es que en ninguno de los dos casos puedo hacer nada.

Bueno, pues esto es todo por hoy. Voy a intentar limpiar los paneles solares de la nieve que tienen acumulada, ahora que es de noche. Parece que el cielo está un poco despejado y con suerte mañana saldrá de nuevo el sol. Solo espero que el viento no traiga de nuevo las nubes de polvo de los bombardeos, porque sino, de verdad que estaré perdido.

Saludos a todos, Desde el otro lado.

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