jueves, 31 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada IX

Hola, compañeros de las ondas. Podría decir que este sería el comienzo perfecto para cualquier programa serio de radio, de esos que antiguamente eran emitidos a través de la onda corta, o AM, como se conocía aquí, en España. Ahora, como buen presentador, comenzaría a dar el reporte del día, con las noticias más destacadas de la jornada, pero por desgracia no es así. No daré las noticias de la jornada, pero al menos, a aquellos compañeros y compatriotas que pertenezcan al selecto grupo de los supervivientes de la zona española, si les mostraré la razón, o al menos, una de las razones, de por qué nuestro mundo ha acabado como lo conocemos en estos momentos.

Si miráis a través de las ventanas de vuestros refugios, o por encima de la barandilla de lo que antes fue el balcón de vuestra terraza, y véis escombros, hierros, desolación y destrucción, sabed que la culpa no fue de los Estados Unidos, como nos intentaron vender hace tiempo. Recordad que poco antes de que el mundo, o al menos nuestra parte de él, estallara en llamas, las noticias no podían asegurar quien se encontraba detrás de los ataques a la mayoría de las capitales europeas y de sus alredededores. Nunca nos pusieron frente a la cara al culpable, pero sí se especuló con la posibilidad de que fueran los yankis. Todos los odiamos desde entonces.

Pues sabed que ellos no fueron los causantes de nuestra desesperación. El reporte que ahora os voy a ofrecer, llegó anoche desde Perú, y fuí capaz de grabarlo por pura suerte, ya que me pilló en pleno proceso de reparación del famoso walkman que hace las guardias nocturnas, esperando los reportes de todos vosotros, los que hoy, os habéis convertido en mi enlace con el mundo real. El mensaje, pese a la mala calidad del sonido, se escucha medianamente bien, pero la estática es contínua. Bajad los graves de vuestro aparato, y podréis escucharlo con mayor nitidez. Siento que tengáis que escuchar esto, pero es mi obligación mostraros la verdad, por más dura que sea. Ahí va. Le doy al play...

¡¿Hola?! ¡¿Hola?!

 Mierda, se fue la comunicación… bueno José, no sé cómo diablos lo he conseguido, pero he podido captar tu señal. Espero que tú puedas captar la mía, pues esta me ha dado fuerzas para seguir adelante. Me avergüenza decirlo, pero quiero que te dés una idea de cómo es mi actual situación. En estos días almuerzo con una M92F como si de un utensilio mas de mesa se tratara… y ayer estuve a punto de usarlo. Ya no puedo mas con esto. Cada día peleo conmigo mismo para no flaquear, para mantener la coherencia. Si la llegase a perder un poco estoy seguro que no seria capaz de sobrevivir ni un segundo mas de esto. Vivo en un mundo que pensé que solo existía en las películas y en los videojuegos…no sé si me llegas a escuchar o no, pero esa es la historia.
 
Estoy viviendo en el sótano de un vecino. Tenía una especie de refugio anti-bombas. Era un ex militar y también era el loco de la cuadra, siempre se estaba preparando para algo así, trató de advertir a la mayoría de la gente, pero nadie daba ni un centavo por lo que decía. Curiosamente, al final resultó ser el mas inteligente de todos nosotros. Pobre que haya tenido que morir así… Bien, estoy aquí para informar y no para lloriquear, quiero que sepan qué es lo que pasa aquí y estén prevenidos en caso de que esto se propague, cosa que espero nunca lo haga y aparezca Dios en un acto de misericordia destruya todo mi país y que esto no salga de las fronteras.

Como ya deben de saber, estalló la guerra y sabemos que lo que empezó a escasear más fue el petróleo, ese maldito oro negro que ahora no podemos ver mi medio litro junto y si antes matábamos por él, pues ahora morimos por un poco. Pues bien, esta escasez hizo que los científicos mas destacados se juntaran y trataran de crear una fuente de energía que supliera al petróleo. Se necesitaba algo que diera las mismas funciones de este combustible pero que hubiera en abundancia. Se decía que este proyecto ya estaba en pie antes de que estallara la guerra y que faltaban solo algunos permisos  y pequeñas pruebas. Hace años las grandes naciones han buscado dejar de depender del petróleo, y no crean que es por mejorar el medio ambiente, sino para que las grandes potencias dejen de depender de aquellos países como Venezuela, Colombia o Argentina en Sudamérica o Arabia, Kuwait e Irak en Oriente Medio, que contaban con un gran recurso de este combustible y sustituirlo por lo que más abunda en el planeta, el Agua.

Estos autoproclamados “genios”, no encontraron otro lugar mas perfecto que Perú para hacer sus investigaciones y pruebas. Dicen que lo eligieron por su localización y porque desde aquí era mas fácil suministrar el nuevo combustible a las otras naciones sudamericanas. Sí, claro. Lo mas seguro es que querían estar en un lugar así para venderla o extorsionar a todos los países sudamericanos con dicha fuente de energía. Los harían ponerse de su lado y tendrían ya su carne de cañón. Aparte de que debieron haber buscado el lugar con los líderes mas corruptos del mundo que por un poco de monedas, se hagan de la vista gorda mientras cercenan todo su país.

Bueno, estos “científicos” empezaron con las investigaciones. Lo hicieron a lo largo y ancho del territorio. Querían ver la estabilidad del componente en todos los aspectos climáticos: calido, frio, húmedo, caluroso, etc. y el país peruano les brindaba todos esos climas.

Las cosas estuvieron tranquilas por un tiempo. Nos engañaron con que científicos extranjeros venían a traer la solución a nuestros problemas. Se les hicieron homenajes, el congreso los premió. Eran recibidos con fiestas y corzos en todos los pequeños pueblos a los que llegaban… pero después de seis meses, las cosas salieron mal, hubieron algunas explosiones, contaminación del agua y ni hablar de la deforestación. El vocero de LabPetrum, que era la industria que para ese tiempo ya había acaparado el 60 por ciento del país con sus laboratorios, salió a decir que todos estos incidentes estaban previstos y controlados, por lo que no tenían motivos por los que preocuparse… hasta que empezó a desaparecer gente.

De un día para otro, desaparecieron mas de 20 obreros en distintas partes del país. Se veía en las noticias a los parientes, diciendo que la empresa les había enviado un documento informándoles de que sus familiares iban a ser llevados a otros países en Europa para una capacitación, pero ninguno de ellos fue a sus hogares a despedirse de sus familias ni a llevarse ninguna clase de vestimenta para dicho viaje. Te rompía el corazón el ver a las madres, hijas, o esposas con las lagrimas en los ojos sin saber nada de sus seres queridos. LabPetrum tan solo decía que se habían ido a capacitarse.

Empezaron las manifestaciones en las puertas de los laboratorios, y con ellas, el caos. Las personas empezaron a perder el control al no recibir ninguna buena respuesta de parte del laboratorio, y la excusa de la capacitación colmó la paciencia de las personas, que no se explicaban el cómo hasta ahora no se habían comunicado sus familiares, ni tan siquiera para decirles en qué país estaban.

Hasta que llegó la noticia que cambió todo… apareció uno de los obreros perdidos. Era un hombre de un metro ochenta de estatura, tez morena, con la cabeza completamente rapada, los ojos desorbitados y sus pies prácticamente quemados. El hombre fue hallado a faldas del volcán Misti en Arequipa. Lo único que permitía al obrero cubrir su desnudez eran unos boxers que llevaba puestos con el estampado del culpable…“LabPetrum”.

Fue encontrado casi muerto, totalmente deshidratado. No tenia fuerzas para hablar y parecía que estaba a dos segundos de morir. Si me hubieran preguntado, habría jurado que estaba entre la línea de la vida y la muerte.

 Lo llevaron a un hospital de la zona, y, como siempre, LabPetrum negó todo. Afirmaron que este era uno de los espías que estaban buscando, solo que no lo dijeron por respeto a su familia. ¡Sí como no! ¿Tan ingenuos nos creen? El hombre estuvo en observación por mas de 1 semana y…. y…
 
¡Carajo! Pierdo señal…
 
*Estática*


Siento no poder ofreceros más, pero tal como lo recibí, yo os lo muestro a vosotros. Mi idea del mundo a partir de ahora cambia de manera radical. Todos sabíamos del protagonismo del petróleo en esta guerra, pero no estábamos informados del nuevo protagonista secundario de esta historia. El agua.

Hace años cuando trabajaba, recuerdo que a veces, cuando éramos capaces de mantener una conversación seria, les decía a mis compañeros que en el futuro las guerras no serían originadas por la religión ni por el dinero, ya que al final, el hombre se daría cuenta de que los bienes materiales de los que gozaba, iban a ser escasos si no era capaz de cuidar las reservas de agua de las que disponía. EL agua sería algo importantísimo en un futuro cercano, y, el rico, pujaría con todas sus fuerzas por hacerse con este recurso, que, equivocadamente, pensábamos infinito.

Nunca pensé que me acercaría tanto a la realidad...

No voy a hablar más. Os dejo con vosotros mismo, para que seáis capaces de llegar a vustras propias conclusiones. Yo mientras tanto, intentaré contactar de nuevo con Broncas, a ver si me puede contar más de su situación en el Perú.

Un abrazo a todos los que me oís. Sabéis que estoy aquí, vigilando, como siempre, desde el otro lado.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Aroma de violetas


La oscuridad le envuelve. No ve nada. Sus ojos están tapados con una cinta negra. Intenta mover sus brazos y sus piernas, pero es como luchar contra el abrazo de un gigante. El que ha hecho el trabajo, lo ha hecho perfectamente, a conciencia, y él lo sabe. Escucha gente a su alrededor, murmurando, pero no alcanza a oir lo que dicen. No son muchos. Tres, a lo sumo cuatro. Todos calzan zapatos caros, lo sabe por el sonido de las suelas al chocar contra el parquet. Su olfato percibe mas bien poco. La limpieza de la habitación es perfecta. Podría jurar que huele a antiséptico o a medicamento, como en los hospitales.

El asiento en el que se encuentra, no es duro, pero tampoo es blando. Parece acolchado, pero lo que está claro es que no fue fabricado para dar comodidad al que lo usara, ya que la base de su espalda lleva ya un rato quejándose con fuerza.

Mas pasos. Ahora de un hombre menudo, quizá ya mayor. Sus zancadas son mas cortas, y arrastra los pies. Está perfumado, huele como a violetas.

Echa su mente hacia el pasado, a cuando era un niño, y recuerda que el párroco de la Iglesia donde siempre iba su madre, siempre decía que el mal olía a viletas. Que el demonio olía a violetas. - ¿Será un mal presagio?- Piensa.

Uno de los hombres que le rodea, se acerca a él y le dice algo al oido, pero él no oye nada, su mente está en otro sitio. Lejos de aquí.
Está en un prado verde. En lo alto de una montaña y rodeado de flores. Su cerebro le envia a sus fosas nasales el aroma de la hierba fresca.
Siente como le tocan la cabeza, con suavidad, casi como una madre cuando peina a su hijo antes de ir a la escuela. Nota cómo un frío líquido le hace cosquillas en la coronilla, y baja suvemente por su oreja izquierda. El roce del líquido por el cuello, le pone la carne de gallina, y eriza todo su vello corporal.

Ha llegado el momento. Está preparado.
Vuelve donde está su cuerpo, y agudiza con miedo sus sentidos. Un silencio sepulcral envuelve la sala en la que se encuentra. Ya no oye el arrastrar de los pies de quienes le rodeaban, tan solo un zumbido contínuo, escalofriante, que hace que de nuevo se le erice la piel de los brazos.

Nota como unos dedos se introducen en su boca. Él forcejea, intenta escupir lo que sea que le estén metiendo en la boca, pero la fuerza es inútil. Su boca está empapada en un líquido fresco, pero con algo sólido que le impide juntar las mandíbulas. Su sabor es como el del algodón. Neutro, pero a la vez fresco y agradable.

Otra vez ese olor a violetas.

El zumbido comienza a aumentar en intensidad, hasta que de repente, un estallido recorre su espina dorsal, y es entonces cuando su mente abandona su cuerpo, y se ve a si mismo allí abajo, sentado, debatiendose por soltarse de las correas que le tienen atenazado al trono de sufrimiento al que le han condenado.

Observa como su cuerpo, vestido con un mono de color naranja, no hace más que temblar. Sus ojos están tapados con una cinta negra, pero ve como dos hilillos de sangre comienzan a recorrer sus mejillas y a chorrear por la base de sus mandíbulas. Las manos, delgadas, se agarran con fuerza a los brazos del asiento, mientras sus piernas no paran de dar patadas infructuosas, al verse paradas por el efecto de los correajes.

De repente, deja de moverse, y su cabeza cae a plomo hacia abajo, descansando sobre su pecho, dejando entrever unas feas manchas de sangre en la zona del cuello. Su mente, como si fuera un imán atraido por el polo magnético de la Tierra, se ve empujada de nuevo hacia el interior del cuerpo que ha ocupado durante toda su vida.

Lucha por respirar. Nota como le chorrea la cara. No nota sus ojos, tan solo un calor espantoso en la zona, como si miles de cerillas estuvieran encendidas dentro de sus cuencas oculares. Sus manos tiemblan como locas, atenazadas por una vibraación que no puede controlar. El pecho le arde. Sube y baja de manera desenfrenada, debatiéndose por arrancar cada partícula de oxígeno de la que esté impregnado el aire.

Alguien se acerca a él, y nota como le pone dos dedos en el cuello. Pasan unos segundos y de repente vuelve a pasar. Su mente se despoja de su envoltorio y vuelve a salir de su cuerpo. Esta vez se ve mas pequeño, a mas distancia. Todo lo que oye, es muy lejano, como un eco en una cueva profunda.

Ve como su cuerpo no para de temblar. Lucha por aferrase a la silla,mientras a su vez sus brazos y sus piernas forcejean para escaparse del abrazo de la muerte.

El zumbido es ensordecedor. Aun puede oirlo, pero ya no nota que se le erice el vello de la nuca.

El olor a violetas inunda toda la habitación. Ya no huele el perfume de sus verdugos, ni la lejía de la habitación. Solo las violetas. Miles y miles de violetas le envuelven, como si se concentraran todas alrededor de él.

Vuelve a prestar atención a su cuerpo. Su cabeza no para de dar golpes al cabecero de la silla. Le llama la atención el pelo. Cada vez se va rizando más, hasta que de pronto comienza a arder. El cuerpo que hace unos minutos habitaba, se ha convertido en una antorcha, pero a él, lo que mas le sorprende, es que le da igual. Ahora está muy por encima de eso.

Se mira su nuevo pecho, el intangible, el onírico. Un hilo de plata extremadamente fino sale desde el centro mismo de su torso, y desciende hasta posarse en el pecho del hombre al que antes pertenecía la mirada que ahora observa todo desde arriba. Está aun conectado a su cuerpo.

Un hombre vestido con uniforme azul, rocía su cabeza con el líquido de un extintor, acabando con las llamas en cuestión de segundos. Se acerca otro hombre ataviado con bata blanca, posa dos de sus dedos en su cuerpo. Despues de unos segundos, hace una señal a un tercero, y este sube una manivela, que hace que deje de sonar ese zumbido infernal.

Todo se ha acabado, al menos para el que fue su cuerpo.

Sigue oliendo a violetas.

Mientras sus nuevos ojos se posan en la escena que ocurre bajo la entidad que es ahora, nota como todo se oscurece de repente. El vacío se torna negro.

Percibe cómo algo le coge del brazo y le empuja hacia abajo, pero no puede ver nada.

Las violetas se han internado hasta lo mas profundo de su alma. No puede hacer salir ese nauseabundo olor, y piensa que si estuviera aun vivo, habría roto a vomitar.

Lo que a continuación ve, es algo que nunca habría podido explicar con la lengua de la que estaba dotado en vida. Aquella visión, le hizo de nuevo recordar al párroco de su pueblo.

Un ser, de aspecto infernal, se encuentra frente a él parado y observándole fijamente. Su cuerpo, completamente carbonizado, no es humano, o al menos no su parte inferior. Unas patas parecidas a las de un carnero o a las de un macho cabrío, fuertes, musculosas, pero llenas de calvas y de pelo chamuscado se asoman bajo su cintura esculpida en músculos de acero y coronada con un enorme miembro rodeado de vello negro y rizado.

Su piel, roja como la sangre, está llena de quemaduras y en la espalda, dos enormes alas, negras como la noche en las que en muchas zonas se le ve la carne, que también está cauterizada por el fuego.

Pero lo peor es su rostro. Un rostro perfecto, precioso. Cabello rubio, pómulos altos, barbilla rectángular y pequeña nariz. Si hubiera sido humano, habría sido el ser más hermoso que pisara la tierra. Pero no era humano. Los ojos de aquel ángel le decían que no, que no era humano. Unos ojos negros como un pozo, llenos de odio y de amargura le miraban, haciendo que sus mas obscenos pensamientos se encontraran a merced de su mirada.

Cuando aquella figura comenzó a hablar, le mostró unos dientes afilados, amenazadores como los de la bestia que era.

Y mientras tanto, aquel olor a violetas. Esa flor de entierro. No, no era olor a flores, era olor a muerte, a putrefacción. A odio y a amargura. A lujuria y envidia. A

sábado, 26 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada VIII

Saludos de nuevo. Mi nombre es José Antonio, y espero que aun haya alguien ahí escuchando mis mensajes.

Sigo intentando comunicarme con Ida, pero mis mensajes tan solo reciben estática desde el otro lado de las ondas. En su defecto, mi invento casero de "autograbación" con el Walkman, ha dado sus frutos de nuevo, y he recibido el reporte de otro afortunado de este mundo. Está vivo y se mantiene escondido en algún lugar de la montaña. Sus noticias no son halagüeñas, pero servirán de bálsamo para aquellos que se encuentren ahora escuchando este mensaje. No me entretengo mas:

Hoy es el día de Navidad.

O fue ayer... Creo que la marihuana me está afectando la capacidad de recordar el día en el que estoy. Claro, que tampoco me hace mucha falta. Estoy en el infierno creado por los hombres, y mi único objetivo es poder llegar a la noche lo suficientemente vivo como para poder utilizar la radio mientras me fumo otro porro, y espero al siguiente amanecer.

No obstante, mis lagunas no afectan a hechos que quedaron marcados a fuego en mi alma, para mi pesar, como el origen de toda esta locura. Sus efectos. Sus consecuencias. Recuerdo el día que entré en casa de mis padres como una exhalación, gritando como un poseso sobre un inminente conflicto global y la necesidad de hacer algo al respecto. Lo había leído por Internet, en un blog sobre teorías conspiracionistas y demás desastres apocalípticos. Normalmente su contenido era carne de programa sobre actividades paranormales de emisión nocturna. Pero ese día todo era claro, conciso y con datos y fuentes reales. Una supuesta reunión en secreto de los representantes de las potencias mundiales justo antes de una cumbre para buscar soluciones a una crisis que, entonces era un problemón, y ahora me parece una piedra en un zapato comparado con lo que se nos vino encima después. Tras ese cónclave secreto, las posturas de cada uno fueron aún más distantes que antes de la misma, y todo hacía indicar que el estallido de la guerra era cuestión de días. Sólo hacía falta un dedo nervioso que pulsara un botón, y así fue como sucedió.

Tres días después de mi aviso cayeron las primeras bombas “segadoras de margaritas” sobre Badajoz y las demás ciudades grandes de Extremadura. Supongo que las bombas de vacío o las MOAB´s las reservan para las grandes urbes. No merece la pena malgastarlas en el culo del mundo... Eso debieron pensar, y eso nos dio una ligera ventaja a aquellos que sobrevivimos a los primeros ataques. Las líneas de telefonía fijas y móviles estaban colapsadas (o caídas, no se) y me recorrí la ciudad a toda velocidad buscando a mis seres queridos. No encontré a nadie, sólo caos, muerte, locura, lo peor de cada ser humano... Al comienzo de todo, había acordado con unos amigos que, en la mañana del cuarto día, nos encontraríamos a las afueras de Badajoz para que me acompañaran en mi huída, que tenía medianamente pensada desde que leí el blog apocalíptico. Estuve un día entero esperando en el punto acordado, solo. No llegó nadie. Con lágrimas en los ojos me monté en mi viejo BMW 732i del 79 y seguí los pasos tal y como los había planeado; me dirigiría al norte de Extremadura, donde seguramente tendría más posibilidades de sobrevivir que en la urbe.

Poco o nada recuerdo del camino. Si existe un símil real al via crucis bíblico debe ser algo muy parecido a ese viaje. Todo en mi mente estaba oscuro, como cubierto por un velo de tinieblas que me impedía ver todo lo que sucedía a mi alrededor, aunque lo mirase… Avancé sin pausa, esquivando restos de accidentes y acelerando cada vez que alguien me intentaba detener. Una vez pasado Plasencia me quedé sin lágrimas y casi sin gasolina, pues con la confusión inicial se me olvidó llenar el depósito del coche hasta arriba. Las imágenes de aquellas personas a las que no volvería a ver jamás se agolpaban en mi cabeza como marujas el día de las rebajas. No podía pensar con claridad y, casi sin darme cuenta, llegué a mi destino, a mi destierro voluntario del mundo. De la humanidad.

Y aquí es donde me encuentro desde entonces. Me aprovisioné por el camino de armas y elementos que consideraba necesarios para poder aguantar hasta encontrar ayuda. Ayuda, ¡ja!. Ingenuo de mí. Gracias a la impagable instrucción en armas y supervivencia que recibí por parte de los videojuegos, novelas, películas (gracias “John Rambo”) y comics he resistido hasta la fecha. Al principio me costó disparar la M-43 Firestar, que tomé prestada de un guardia civil muerto, contra alguien. Eso me costó una cicatriz que me atraviesa la cara en diagonal y que me sirve de recordatorio. Me recuerda que jamás hay que fiarse de un ser humano en el límite de su cordura y desesperado. Primero disparo, luego pregunto. Jose Antonio, si estás escuchando esto, espero que sigas mi recomendación. Vivirás más.

He logrado cultivar algunas verduras, hortalizas y marihuana, pues aquí en la sierra parece que el cielo no es tan oscuro como en otras zonas más castigadas por los bombardeos y gaseamientos. Al principio había bastante gente por la zona en la que me encuentro, de no muy fácil acceso, por cierto. Pero dos familias se mataron a golpes mientras discutían por un venado. Otra de las casas fue asaltada por un pequeño grupo de nómadas del norte en busca de refugio y víveres. Los maté a todos. El resto de mis “vecinos” huyeron a sitios más tranquilos, como si eso fuera posible. Ahora sólo quedo yo, y estoy pensando seriamente en mudarme un poco más arriba en la montaña, a una especie de refugio que encontré un día que salí de caza.

De momento esto es todo lo que puedo contarte, ya que el tiempo en la sierra como bien sabes, es bastante incierto, y la tormenta amenaza con tirar abajo esta casa de madera en la que me escondo de las miserias del mundo. Hace mucho aire y la temperatura es bastante mas baja de los cero grados. Espero que estés bien, y que todos los que mandan sus mensajes como yo, pasen tranqilos y seguros la noche que se acerca cada vez más rápido. En cuanto pueda, volveré a ponerme en contacto contigo. Aguanta compañero, que ya sabes que no estás solo.


La verdad es que aquí tambien hace mucho frío, es lo que tiene el invierno, además de que en esta zona del sur de Madrid, no sé porr qué, pero siempre se encuentra entre tres y cinco grados por debajo del termómetro de las demás ciudades, y aun no me he acostumbrado a las heladas matutinas de la zona.

Pero bueno. Seguimos vivos que es lo importante. No desesperes, que seguro que algún día todo se solucionará, y, quien sabe, a lo mejor incluso somos capaces de encontrar la manera de conocernos y emprende una nueva vida todos juntos, lejos de esta mierda de mundo en el que nos ha tocado vivir.

Soy José Antonio, y estoy emitiendo desde el otro lado. Cierro la conexión.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada VII

Saludos desde el sur de Madrid. Soy Jose Antonio, y para el que no me conozca y no sepa qué es lo que hago hablando a través de la radiofrecuencia, quiero decirle que soy lo que él quiera que sea. Su apoyo, su conciencia, su hombro en el que llorar. Estoy aquí para animarte a que no te rindas. A que luches por lo que es tuyo y no te dejes avasallar. Soy uno de los miles, cientos o decenas de supervivientes de este mundo de futuro incierto. Pero sobre todo soy un amigo.

Y ahora paso a hacer el reporte.

Ya he terminado de conectar la torreta eólica y los acumuladores solares de la gasolinera, no sin mucho esfuerzo. Ha sido un trabajo brutal, pero al menos ha merecido la pena.

Trabajar de noche no es sencillo, porque hay que lidiar con el hecho de que no se ve absolutamente nada y que si encima enciendes alguna luz, puedes tener visitantes inesperados. Con esa máxima realizo todos mis trabajos en el exterior. Me suponen el doble de esfuerzo, pero me aseguro la integridad de mi persona y de mis recursos.

Anoche, tras mucho trabajo, conseguí conectar todas las líneas de corriente que venían desde la gasolinera en mi cuadro de mandos. Todo el trabajo que realicé sacando las líneas de las canalizaciones de alumbrado público, fueron en balde, ya que una vez sacadas, no había manera de meterlas ya que no tengo ninguna guía para introducirlas por los tubos de distribución. Menos mal que todo el cable que saqué lo hice fuera de estas zonas, porque sino me habría quedado sin poder terminar el trabajo. Utilicé el que ya estaba metido empalmándolo con otros treinta metros para para poder meterlo en la zona vallada de mi edificio.

Ya está conectado y funcionando todo, y la baterías y acumuladores se me cargan en la mitad de tiempo que se me cargaban antes. Ahora puedo llevar corriente a todos los apartamentos del bloque. Solo son seis, pero así me aseguro el poder tener los congeladores funcionando siempre si miedo a perder la comida almacenada. De todas formas, y por si acaso cometo la imprudencia de encender las luces de cualquiera de los pisos, he desconectado todos los diferenciales de alumbrado de cada uno de los pisos. Hay ciertos hábitos que uno no pierde ni cuando han pasado meses desde que no has usado un interruptor de la luz. Si encendiera alguna lámpara, podría delatar mi posición a cualquier energúmeno.

Despues de terminar esto y sin dormir apenas nada, he ido a por un pollo para hacerlo esta noche. Los hay por todos lados. Hay tantos, que hasta a los gorriones les da miedo bajar al suelo por temor a que los gallos los maten. Hace mucho que no veo gorriones posados en el suelo, no sé si por culpa de los gallos o de los perros salvajes, pero creo que el hecho de que el cielo esté siempre cubierto influye en sus respuestas diurnas. No estoy muy seguro.

Hoy he recibido un reporte desde una cárcel española. No puedo dar mas datos, ya que el recluso no ha querido especificar donde estaba, ni tan siquiera en qué comunidad autónoma, por lo que no sé cual es. Se comunicaba a través de un Walkie, y decía que llevaba varias semanas escuchando mis mensajes y que estos le habían dado fuerza para seguir adelante.

Su nombre es Tsega y nació en Etiopía. Vino a España hace trece años a bordo de una patera y después de cinco años trabajando como una mula y siendo explotado por los empresarios del país, encontró la felicidad al conocer a la que era su esposa. Era hija de un acaudalado del negocio textil, y gracias a ella, consiguió hacerse con los permisos de residencia y de trabajo a base de mover los hilos de la burocracia.

Tras convencer a su padre de que era un buen chico, su esposa le consiguió un trabajo de comercial en el que iba puerta por puerta ofreciendo los productos de sus suegros. El idioma era un obstáculo, ya que sus cuerdas vocales no estaban acostumbradas a torsionarse como lo hacen las nuestras, y aunque entendía perfectamente nuestro idioma, su vocalización le jugaba malas pasadas. Pero, aun así se convirtió en uno de los mejores vendedores de toda la empresa, llegando a cuotas de venta que le aportaron numerosos beneficios.

Al cabo de un par de años más, había formado una familia con Estrella, y tenían dos hijos en común además de una hija recién nacida. Todo les iba redondo, hasta que un día sucedió algo que él nunca pudo explicarse, y que aun hoy, no entiende como pudo pasar.

Una noche, al terminar su jornada de trabajo, volvía a casa por la avenida principal de su localidad, cuando escuchó el sonido de su móvil. Viendo que era su mujer, contestó a la llamada, pero lo único que recibió al otro lado del teléfono fueron gritos y jadeos entrecortados. Corrió todo lo que pudo hasta el chalé en el que vivía, y cuando entró, se encontró con una escena que nunca ha podido olvidar.

Su mujer yacía en el sofá del salón, tumbada con el móvil en la mano derecha mientras esta colgaba inerte y tocaba con sus nudillos ensangrentados la cara alfombra persa que habían comprado en las anteriores navidades. Su pecho era un mar sanguinolento mezclado con la tela de la camiseta que llevaba puesta, y los bordes de la misma se encontraban chamuscados debido a lo que parecía un disparo a quemarropa.

Al verla allí empotrada contra el sillón corrió a encontrarse con ella, pero un golpe terrible le hizo caer de espaldas y perder el conocimiento. Lo siguiente que recordaba era su espalda apoyada sobre el frío suelo de una celda y una acusación de asesinato de sus tres hijos y de su mujer encima de la mesa de una sala de interrogatorios.

Yo le pregunté que cómo era posible eso, que sin hacer nada de lo que me narraba, hubiera acabado con sus huesos en la cárcel, a lo que él me contestó que tampoco lo entendió, hasta que no pasaron casi tres años tras las rejas de la penitenciaría en la que ahora se encontraba.

Fue condenado a mil trescientos años de cárcel. Nada más y nada menos. Y encima era inocente. El problema era que en sus ropas llenas de sangre encontraron pólvora y sus huellas en la culata y en la empuñadura de la escopeta homicida, así como en la caja de municiones y en las balas de la misma. Alguien había hecho un trabajo muy bueno inculpándole de aquella salvajada.

Mas adelante descubrió que su suegro le debía una cantidad enorme de dinero a una mafia rusa, y por no haber pagado lo que debía, se lo cobraron en sangre matando a su hija y a sus nietos. Meses mas tarde su suegro se voló la tapa de los sesos, cerrándole por lo tanto cualquier vía para volver a reabrir el caso, ya que su suegra, no tenía ni idea de en los líos en los que andaba metido su marido, y, por supuesto, no tenía ninguna intención de escuchar las sandeces del asesino de su hija y de sus nietos.

Y hasta aquí es lo que me ha contado, además de que se encuentra en la cárcel prácticamente solo porque la mayoría de los reclusos han huido por una grieta abierta en el muro del patio causada por una de las bombas lanzadas hace meses. Él dice que prefiere quedarse donde está, ya que es más seguro que cualquier sitio del exterior, además de que ahí tiene acceso a muchas armas y a comida enlatada para al menos diez años. Me ha prometido volver a reportarme.

Tras oir su historia me he preguntado si realmente me estaba contando la verdad, pero es cierto que ahora, estando la situación como está, no tiene ninguna necesidad de mentir. No lo sé. Lo que está claro es que si lo que cuenta es cierto, lo que ha pasado en mi vida no es nada comparado con su historia.

Me voy a dormir. Mantendré encendida la radio a la espera de algún reporte nuevo. Saludos a todos. Mi nombre es José Antonio y estoy emitiendo desde el otro lado.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada VI

Hola de nuevo. No hace mucho que os envié un reporte, pero la lluvia cae con fuerza en mi ciudad y el aburrimiento en el que me encuentro, me ha hecho encender la radio y ponerme a escuchar vuestras noticias.

Desde que estoy aquí encerrado, mis mejores amigos son mis libros. Me he pasado semanas saqueando las casas de mi vecindario para hacerme con los libros de sus estanterías. Habré recogido cerca de dos mil de ellos, y los tengo almacenados en las casas de este bloque. Tengo lectura para al menos dos vidas.

Mientras buscaba en una de las casas, he encontrado un viejo cassette. No sé si sabéis lo que es. Aquí en España lo llamábamos Walkman, pero no sé si en los demás lugares del mundo se llamaba así. El caso es que mi vena científica ha saltado por los aires y me he puesto a cacharrear con él.

Lo he modificado, y ahora cada vez que alguien llama a mi radiofrecuencia, el cacharro salta y graba lo que sea que me cuente el reportado, permitiéndome escuchar vuestros reportes a cualquier hora del día.

Esta noche he captado varios de ellos, pero sobre todo, ha habido uno me ha llamado sobreanamente la atención. Si os esperáis un momento, lo pongo en el cassette para que podáis escuchar al afectado con su propia voz. La calidad del sonido no es muy buena, ya que las cintas de las que dispongo están un poco trilladas, pero es lo único que he encontrado. Me he tenido que deshacer de una cinta de Greatest Hits de Queen. No me lo perdonaré en la vida.

Bueno, ahí va:

No sé si podrás oirme pues no sé usar este chisme. Este maldito aparato, que lleva dos semanas martirizando mis oidos, ha provocado que deje la seguridad de mi refugio subterráneo y me adentre en el caos en el que se ha convertido mi pueblo.

Los bombardeos han destruido todo y el único sitio para ocultarse es bajo tierra. Salir a la calle de día es un suicido si no estás con ellos y, si te los topas, no debes hacerles frente. El caos y la miseria han comenzado a reinar en este pueblo que, si antes de todo nadie conocía, ahora es un vacío.

Hay que vivir de noche y dormir de día. Pensar siempre a la contraria que el grupo de "Los repobladores", esquivarlos siempre y no dejar pistas de tu existencia, pues si encuentran una acabarán localizándote.

Soy español pero vivo en Zermatt, un pueblecito pequeño y perdido en la inmensidad de los Alpes suizos que hacen de frontera con el norte de Italia. Ya no queda nada.

La gente huyó en el último tren de cremallera que bajaba de la montaña y el que no lo consiguió solo tenía dos opciones, vivir aislado o bajar a pie por la infinita blancura de este lugar. Yo no tuve ocasión de elegir. Con la primera batida de bombardeos caí inconsciente al golpearme los restos de una onda explosiva que destruyó una casa cercana. Quedé tumbado a los pies de mi cama y no me enteré de nada, pero si imagino lo que pasó.

Cuando desperté, la sangre cubría mi cabeza desde la nuca a la cara, dejando al descubierto una más que generosa brecha en el lado derecho de mi cráneo. El color rojo llenaba el suelo y mis ropas, el destrozo a mi alrededor era significativo y una pregunta hizo saltar las alarmas en mi cabeza:"¿Donde estaba mi familia?". Alarmado y con el pulso a punto del infarto, removí escombros y muebles destrozados, levanté mesas, sillas y sillones, volteé camas y sofás, abrí armarios e, inundado de la mayor de las angustias, bajé al sótano para encontrarme con la nada. Allí no estaban. Allí no había nadie.

Espantado, salí a la calle y corrí a la estación del tren, único medio de subir y bajar a la civilización, para descubrir que la ira, la violencia y la crueldad humana puede ser la mayor de las maldades que Dios creó para el hombre, sea rico o pobre, joven o anciano, hombre o mujer. El horror se dibujó en mi rostro y, aún hoy, me acompaña en mis sueños.

Debería trasladar este chisme al refugio para poder hablar con más seguridad. Es extraño que "Los repobladores" no lo hayan oído y no se hayan apoderado de él, pues yo, desde el otro extremo del pueblo lo oigo todas las mañanas durante un rato. Hace tiempo que no les oigo cazar, ni disparar ni pelearse entre ellos. Están muy callados y eso me preocupa.

Los bombardeos no han cesado y en la lejanía oigo como aplastan un pueblo tras otro. Ya no tengo miedo.

Cuando recuperé la compostura al llegar a la estación y hacer frente al infierno que allí había, mis piernas corrieron como poseidas en dirección a la parte superior del pueblo, dejando atrás todo el caos y la degeneración que se había anidado en él, para ocultarme en la oscuridad de una helada caverna.

Durante horas, las imagenes de cuerpos mutilados por las bombas y siendo devorados por los locos supervivientes llenaron mi cabeza, mientras aquellos descerebrados acorralaban a una madre y a su hija y las sodomizaban. Sus gritos de horror, de súplica, y el abrazo agonizante entre ellas ante la imparable consecuencia de aquel caos, las obligó a suicidarse antes de que el fatal fin llegara destrozar sus recuerdos.

"Los repobladores" son ocho y juro ante Dios que ellos no vivirán en el mismo mundo que yo. Ya no queda mucha gente en el pueblo y los que no somos de ellos vivimos ocultos.

Soy David y aquella madre era mi esposa y aquella hija era mi hija. No sé cómo y no sé cuándo, pero lo que si sé es que acabaré con ellos uno a uno.

Debo dejar de hablar o me descubrirán. No sé cuando volveré a hablar, pero espero que en mi próxima comunicación te cuente alguna de sus muertes.


Yo no sé a vosotros, pero a mi hay algo que me llama especialmente la atención de este compañero. He escuchado decenas de reportes con centenares de historias diferente. Y lo que me ha llamado la atención, es la obsesión del ser humano por reunirse en grupos para hacer el mal y hacerse con el poder, y además dar nombre a esos grupos de criminales. Los Cazadores, Los Repobladores, La Fuerza Nueva... Dios, me da asco pertenecer a esta especie, de verdad.

Bueno, os dejo, que tengo que terminar de leerme el libro con el que estoy ahora liado. Supongo que todos lo conocéis. Se titula La Fundación, de Isaac Asimov. No está mal, aunque tiene un comienzo un poco aburrido.

Espero que a mi vuelta no tenga que contaros malas noticias. Mientras tanto, ya lo sabéis. Soy José Antonio. No estais solos y yo estoy emitiendo desde el otro lado.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada V

Hola de nuevo. Siento haber tardado tanto en transmitir, pero tenía varios trabajos atrasados que no podía dejar de lado.

Sigo recibiendo miles de reportes desde mi vieja radio, y ninguno de ellos porta buenas noticias. Barcelona se ha convertido en un caos. Los nacionalismos han invadido las ruinas de la ciudad condal, y si sus habitantes no tenían suficiente con defenderse de los asaltadores, atracadores, violadores y demás alimañas humanas, ahora tienen que pelearse también con los energúmenos políticos. ¿Es que no se dan cuenta de que la política no nos va a llevar a ningún lado en estos momentos?

Un tal Joan me ha contado que ayer un grupo de exaltados "españoles" la tomó con una familia que se encontraba escondida en un pequeño videoclub, solo porque en el pasado habían mostrado banderas catalanas en su comercio, y según ellos, eso estaba en contra de los ideales que hoy gobernaban España. Están locos. No entiendo a mi propia especie. Han matado al padre y al hijo mayor del matrimonio, y a la mujer y la hija de dieciséis años, las han violado hasta matarlas.

Como dije, desde que ofrecí mi último reporte no he dejado de trabajar. Os conté que el polvo que inunda la atmósfera estaba provocando que mis acumuladores solares no recogieran la energía suficiente que necesitaba para al menos mantener el huerto en condiciones. Pues bien. Eso al menos ya lo he solucionado en parte.

Aunque es muy aburrido os lo contaré, ya que no tengo nada que relataros excepto mis penas y mis miserias y quizá os sirva de ayuda por si tenéis acceso a algo parecido.

Antes de que todo esto sucediera, yo trabajaba en el alumbrado público de la capital, por lo que algunos conocimientos generales de electricidad tengo almacenados en mi ínfima sabiduría. Cerca de mi casa, hay una gasolinera de Bp, de esas que siempre estaban presumiendo de que sus instalaciones eran cien por cien limpias y era completamente abastecidas por energías renovables. Pues bien, la verdad es que no mentían. Sus enormes paneles solares situados en el techo de la misma y la gran torreta eólica de la que estaba provista, abastecerían con tranquilidad a un pequeño bloque de edificios como en el que yo estoy instalado. Sabiendo esto, forcé la entrada al cuadro de mandos del surtidor y entré en la oscuridad de aquella húmeda habitación.

Era de noche, por lo que hasta que no cerré a cal y canto aquella puerta, no me atreví a encender ni una simple vela para poder empezar el trabajo que me había propuesto a terminar ese mismo día. Cuando por fin encendí la linterna, fue cuando me di cuenta de la locura que estaba dispuesto a hacer. ¡Eso parecía una puta central nuclear! Miles de cables salían del suelo de aquel cuadro para subir por las bandejas metálicas e introducirse en los más de veinte acumuladores de los que estaba provista aquella miniestación. Dos grandes motores de gasolina estaban preparados allí para por si algún día había algún problema con el suministro principal, tirar de ellos hasta subsanar el problema. Es decir, sin luz, no se iban a quedar, ya que en una gasolinera otra cosa no será, pero gasolina hay toda la que quieras.

Estudiando todo lo que allí me rodeaba, me di cuenta de que no tenía ni idea de como iba a afrontar lo que se me había ocurrido para llenar mis reservas de energía con semejante locura de cables a mi alrededor. Pero no me vine abajo y comecé a explorar todo lo que mis ojos eran capaces de ver. Estudié los diversos hilos que entraban y salían, observé con detenimiento hacia dónde se dirigían dichos cables y cuales podían ser las funciones de cada uno de los botones de los que estaba dotado aquel cuadro de mandos venido del futuro.

Al final, pasé a lo más obvio y sencillo. Me fuí con cuidado a la entrada a la tienda de la gasolinera, y busqué el cuadri interior de abastecimiento. Una vez localizado, seguí de nuevo su canalización, hasta que descubrí que todo aquel afluente de cables, convergía en una pequeña arqueta situada en la acera más próxima a la carretera principal. Eso, pensé, era lo que yo necesitaba para salir del apuro.

Hace varios meses que el alumbrado público de la ciudad no e usa, por lo que ni corto ni perezoso y armado de paciencia, me dediqué a extraer de las arquetas de los alrededores todos los vanos de cale que me fue posible, ya que más adelante esos serían los que tendría que utilizar para puentear las salidas de la energía de los acumuladores de la gasolinera y llevar esa misma energía hasta el cuadro de mandos o los acumuladores de mi edificio. Al menos en teoría sería bastante fácil.

Comencé a sacar cable de cobre de las arquetas como un loco. Después de terminar, tenía cable suficiente como para llenar un hangar de aviones. Hace tres años si me hubiera visto la policía me habría detenido por pertenecer a alguna banda organizada que se dedicaba a vender el cobre a las chatarrerías ilegales. En esa época el kilo de cobre pelado llegó a costar casi siete euros. No es de extrañar que familias enteras salieran por la noche a hacer batidas sin importar el barrio que estaban dejando sin luz.

Dejando el cable bien enrolladito en el cuadro de mandos, comencé a explorar la supuesta canalización que iba a utilizar para llevar todo el cableado hasta mi casa. Había tenido suerte. La canalización que iba por debajo de la acera para alimentar las farolas de la calle, pasaban justo por delante de mi puerta y encima, se metían en mi propia finca. Tendría que levantar la tierra de lo que antaño fue el jardían, pero no me importaba, tenía que terminar el trabajo cuanto antes.

Así que aquí estoy. Tengo casi liquidado el problema de las canalizaciones y tan solo me queda meter todo el cable por las mismas y traerlo hasta aquí, hasta mi casa. Una vez lo haya conseguido, creo que todo será coser y cantar, porque lo único que tendré que hacer será separar los circuitos de nuevo y recalcular el abastecimiento de energía, para no quemar los congeladores de comida que poseo.

Ya os seguiré contando mi aventura. De momento, me voy a dormir que mis ojos no me dejan seguir hablando.

Y recordad. No estais solos. Soy Jose Antonio y estoy emitiendo desde el otro lado.

martes, 22 de diciembre de 2009

Información sobre "Desde el otro lado"


Queridos seguidores de este Blog. Si habéis seguido de forma continua los relatos que aquí se han ido mostrando, os habréis dado cuenta de que uno de ellos se sale de lo normal en cuanto a la manera de narrarlo. Este no es otro que Desde el otro lado, una historia apocalíptica que cuenta las vivencias reales de un superviviente de la tercera guerra mundial a través de su único contacto con el mundo exterior, una radio de onda corta. Pues bien,a partir de hoy, todas las entradas que disfrutaréis con el título anteriormente citado, serán reportadas desde diversos lugares del mundo, ya sea la Argentina, México o Perú, pasando por Suiza u otros lugares de España.
Esto será posible gracias a las grabaciones efectuadas por Jose Antonio, el superviviente de algún lugar del sur de Madrid, que poco a poco, las irá mostrando al mundo para que todos aquellos que estén usando la radio como medio de difusión de lo que pasa en este mundo, entiendan y aprendan de las vivencias de todos los que enviarán sus reportes a este héroe solitario y seguido por miles de personas en todo el mundo.

Todos los reportes serán reales, y enviados por sus propios protagonistas y Jose Antonio tan solo será un mero conductor de las historias, un presentador improvisado.

Solo espero que os gusten las nuevas tramas que se verán vertidas en este Blog, y si alguien quiere después dar las gracias por las historias, que recuerde estas palabras:

No están solos. Emitiremos siempre Desde el otro lado.

Desde el otro lado. Entrada IV

Hola a todos. Aquí estoy de nuevo intentando hacer más fácil la soledad a la que nos hemos condenado. Solo espero ver pronto a alguien en quien pueda confiar, porque la soledad de la que os hablo está haciendo estragos a mi mente.

Hoy voy a hablaros de un reporte que he recibido que me ha dejado sumamente preocupado. No sé qué significa, no sé a qué se refiere, y sinceramente, me ha metido el miedo en el cuerpo.

Hace unos días os hablé de un superviviente de Argentina. No entré en detalles, ya que yo tampoco tenía muchos sobre él, ya que la única referencia suya que poseía fue un escueto: "Saludos desde la Argentina. Mi nombre es Larmdh, y, créeme, no estás solo. Sigue con el trabajo que realizas, ya que estás llevando la esperanza a muchos hogares de La Tierra."

Bueno, es un más que escueto mensaje, pero la verdad es que no decía mucho, tan solo que en Argentina habían supervivientes, no sabía si muchos o pocos, pero alguno quedaba. Bien. Pues anoche por fin pude hablar con él, y lo que contó, aunque por un lado me llenó de esperanzas, por otro dejó un poco mermada la moral de mi espíritu. Os cuento.

La cosa por Argentina, según me contó Larmdh, no estaba tan mal. Él, como muchos otros, vive en un refugio junto a otras tres personas. Se dedicaban a servir de base de operaciones y de enlace entre unas cincuenta familias que trabajaban el campo como una cooperativa, en un territorio de unos mil seiscientos kilómetros cuadrados. Se comunicaban a través de una radio de onda corta y algún que otro walkie talkie de medio alcance, siendo mi nuevo amigo el eje central de todas las transmisiones. Pero en las últimas semanas, perdieron el contacto con todas ellas por lo que se quedaron solos sin saber la razón de aquella desaparición.

Tras varios días de caos e incertidumbre debido a los contínuos bombardeos de la zona, pudieron salir de su escondrijo, hasta que, afortunadamente, lograron restablecer el contacto con diez de aquellas familias. La mala noticia fue que éstas habían tenido que lidiar con varias bandas de desaprensivos como las que pueblan Madrid. Por lo que veo, la maldad mora en toda la superficie de la Tierra, y da igual en donde nos encontremos o la cultura a la que pertenezcamos. La maldad siempre sale a flote.

Por lo que me narraba Larmdh, estos salvajes actuaban como en la antigua Edad Media europea. Abusaban de las pobres familias robándoles sus reservas de comida, y, cuando se quedaban sin ellas o sus víctimas alegaban que no les quedaban casi provisiones, las bandas les obligaban a buscar más, o a doblar la producción de la misma para luego quedarse ellos con toda la cosecha.

La banda de salvajes, se hace llamar Los Cazadores, y a pesar de que no tienen mucha información sobre cuantos son o si están organizados, saben que al menos sí que están armados y no tienen ninguna clase de escrúpulos.

Me siguió contando, que hace tres días decidieron acabar con el problema de raiz, ya que suficiente tenían con intentar seguir con vida sin que nadie les bombardease, como para tener que aguantar a varios energúmenos sin poder hacer nada al respecto. Si la muerte les iba a ir a buscar, lo haría igualmente tarde o temprano, por lo que acordaron estar preparados la próxima vez que aparecieran.

Sabían que cada seis o siete días, aparecían por allí pidiendo su parte del diezmo dos o tres miembros de la banda. Se acercaban de poco en poco, según Larmdh porque el terror había hecho mella en las familias, y pensaban que estas no tendrían el valor suficiente para atacarlos. Pero estaban equivocados.

Larmdh y otros dos compañeros esperaron agazapados entre la maleza de uno de los caminos que conducían a una de las fincas de la comunidad. Al poco tiempo, escucharon el sonido inconfundible de cascos de caballo a lo lejos de la calzada de ripia. Las dos figuras orgullosas sobre sus monturas, no eran conscientes de lo que les iba a pasar a continuación. Al pasar a su altura, los tres argentinos se abalanzaron sobre sus acosadores, convirtiendo su mayor número y la sorpresa, en factor determinante para ganar la pequeña batalla. Después de que el polvo se diluyera del ambiente, uno de los caballos, asustado, echó a correr por donde había venido. Mala señal, ya que alertaría a los otros de la pérdida de sus jinetes.

La mala noticia fue que uno de los compañeros que formaba parte de la emboscada, reconoció a uno de los Cazadores como el violador de una de sus hijas, y la rabia contenida salió a flote de su cuerpo y allí mismo, enardecido por las circunstancias, la tomó a golpes con el asustado pandillero y acabó con su vida en ese mismo instante, sin dejar tiempo a sus compañeros a que lo separaran de su víctima.

Desde mi posición, no siento ninguna lástima por aquel desalmado. Bien muerto está. Las palabras salidas de la boca de Larmdh al contarme la furia de aquel amigo mientras acababa con la vida del pandillero, me hizo recordar el caso de Ida, la pobre superviviente de Getafe que tuvo que soportar las vejaciones de cinco niñatos que no paraban de golpearla mientras ella rezaba por no quedar embarazada. No la importaba morir allí mismo, simplemente no quería quedarse encinta. No sé nada de ella, prometió volver a hablar conmigo pasados unos días, pero aún no lo ha hecho.

Al menos, me contó Larmdh, logró sobrevivir uno de los acosadores, muy lastimado eso si, pero lo suficientemente vivo como para poder sacarle algo de información sobre sus amigos. Localización, número de miembros, armamento... ese tipo de cosas.

Además de hacerse con las armas de aquellos salvajes, tambien consiguieron un caballo. Para ellos es algo increible, ya que desde hace semanas es imposible encontrar ni siquiera una simple gota de gasolina, por lo que un caballo que les ayude a reducir el tiempo entre las distancias de las haciendas, es una ayuda caida del cielo.

Se han hecho con la zona, que era suya por derecho, pero ahora yo tengo miedo de que aquellos a los que han atacado vuelvan con mas fuerza a cobrarse lo que les han robado. Al menos se ha hecho justicia y Larmdh y sus compañeros están mas alegres y confiados. El poder que te da un par de armas cambia las circunstancias de cualquiera. Solo espero que no tengan que usarlas.

Ahora llega lo que os avisé que me tenía desconcertado. Larmdh me habló sobre imágenes de soldados que aparecían y desaparecían de repente, luces extrañas, personas agonizantes en medio del campo que de repente, desaparecían del horizonte como por arte de magia y sonidos espeluznantes en mitad de la noche, que con la misma velocidad a la que llegaron, se iban, sin dejar una pista de dónde provenían.

Larmdh me ha hablado de la posibilidad de que los ejécitos bombardearan las zonas con algún tipo de arma bilógica, aunque me ha expresado su paranoia aduciendo que esta es causada por su afición a los cómics, a mi me ha dejado un ligero amargor en el cielo de la boca, ya que no me parece para nada descabellada aquella idea, solo que aun no he oido a nadie hablando sobre nada de eso.

Espero que todo vaya bien. Ya por fin he conseguido arreglar los paneles solares y estoy a punto de conectar la torreta eólica de la gasolinera de al lado de mi casa con el suministro eléctrico que abastece mi "hogar".

Aquí todo sigue igual. No se ve ni un alma por las destartaladas calles y el sol aun no ha hecho su aparición en varios días. Este maldito polvo no se lo lleva ni un puto huracán. Espero que no dure mucho más así, ya que al final mis reservas de comida van a caer en picado, al no ser que idee algo con lo que solucionar el problema de abastecimiento de luz solar para mis hortalizas.

Acaba mi transmisión. Soy José Antonio, y estoy transmitiendo desde el otro lado.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada III

Ha pasado una semana y la cosa no mejora. He recibido múltiples mensajes de distintos puntos del mapa español, todos comentándome el mismo suceso. Los poderosos han vuelto a bombardear las zonas insurgentes. España se ha convertido en un mar de gritos, llantos y sollozos.

Yo, tengo la suerte de estar en un lugar literalmente arrasado y vilipendiado, por lo que supongo que los que mandan los bombardeos han dejado de lado esta zona pensando que no hay supervivientes. Pues se equivocan.

Pontevedra, Oviedo, Barcelona, Teruel, Almería y Cáceres han sido de nuevo atacadas con gases y bombas, y Madrid y sus alrededores ha saltado por los aires por culpa de algo que nadie me ha sabido explicar. Un haz de luz de color verde, surcó el cielo y reventó literalmente la superficie de la ciudad. Aun estoy conmocionado por la noticia.

Para colmo, mis reservas de comida están descendiendo por culpa de este negro cielo que cubre casi toda la superficie de la Tierra. Toda la atmósfera está cubierta por una espesa capa de polvo, lo que dificulta que mis plantas crezcan de manera sana, además de que inutiliza mis paneles solares y no me permiten recoger la energía necesaria para llenar mis acumuladores.

Mientras trato de arreglar los desperfectos que los fuertes vientos provocan en mis huertos, tengo que mantenerme contínuamente alerta, por miedo a lo que me pueda asaltar mientras trabajo. Escuchar las historias de la gente me está volviendo paranoico.

Ayer, mientras preparaba el plan para asaltar una gasolinera BP cercana a mi edificio, estuve escuchando los mensajes que se enviaban dos supervivientes de Puertollano, Ciudad Real.

Uno de ellos se encontraba refugiado en una de las antiguas minas de carbón situadas a las afueras de la ciudad. El otro estaba atrapado dentro de su propia finca, rodeado de perros salvajes.

El segundo contaba como las manadas se habían vuelto cada vez más agresivas e inteligentes. Cada pocos minutos alguno de los miembros de la misma se acercaba a probar las defensas de la finca, en busca de alguna fisura por la que colarse y conseguir algo de comida. En la última incursión que realizaron, atacaron a su hija pequeña, que tenía sólo tres años.

Contó como la niña estaba jugando en el pequeño patio del que estaba provista la casa. Mientras él limpiaba su coche y ponía en orden todas las provisiones que tenía en su poder, la niña corría de aquí para allá entreteniéndose con todo lo que encontraba. El hombre relataba como la había avisado mil y una vez de que nunca se acercara a las barricadas de las fachadas, que eran peligrosas. Desde fuera parecía que el edificio se había venido abajo, pero nada más lejos de la realidad. EL hombre trabajaba para una empresa de demoliciones, y se las había apañado para formar una barricada casi natural, que simulaba un derrumbamiento y alejaba a los indeseables de su puerta por miedo a que se viniera todo abajo.

Pero la chiquilla no conocía ni el miedo ni el peligro, y jugaba ajena a lo que pasaba fuera de la seguridad de su hogar. Sabía que tras aquel montón de escombros estaba todo lo malo con lo que soñaba por las noches. Sabía que allí era donde vivían los monstruos que aullaban por las noches y la obligaban a dormir con su papá por miedo a que entraran y la comieran mientras dormía. Pero la curiosidad en los niños y en los gatos a veces es peligrosa, y en otras ocasiones, mortal.

Mientras jugaba con una mariposa que no paraba de revolotear por el patio, la niña saltaba y corría por todos los lados, asustando a las gallinas que no dejaban de huir asustadas por los brincos de esta. Su padre, absorto con el acicalamiento del motor del coche, escuchaba sin levantar la cabeza el cloquear aterrorizado de las gallinas, señal inequívoca de que la niña estaba haciendo alguna de las suyas.

Su mujer había muerto hacía unos meses en el primer ataque a la zona con bombas de racimo. Se encontraba con él recogiendo semillas de hortalizas en un supermercado abandonado en el centro del pueblo cuando uno de los proyectiles cayó a pocos metros del centro comercial. Los escombros la sepultaron a ella y a una de sus hermanas. El hombre estaba situado algo alejado del pasillo donde estaba su mujer, y salió ileso del ataque. Intentó sacarla de entre los cascotes de cemento y los hierros oxidados de la estructura, pero sus intentos fueron infructuosos. La cabeza de su mujer se había convertido en una espesa pulpa carmesí bajo un enorme trozo de escombro desprendido del tejado. Desde entonces se había jurado vivir solo para proteger a su chiquilla.

Pero su despiste con el vehículo lo pagaría caro por causas que él mismo aun no puede explicarse. Le contaba a su interlocutor cómo su hija, persiguiendo a la mariposa, dejó de prestar atención a sus sentidos. Las gallinas ya no estaban a su alrededor revoloteando asustadas. Solo estaba acompañada por el mudo sonido del batir de las alas de la mariposa, que se posaba en un sitio y otro, escapando de las regordetas manos de la muchacha.

Cuando su padre escuchó el grito de su hija, todo lo que le rodeaba se volvió negro. En su carrera hacia el origen del sonido pateó varios cuerpos rollizos voladores, y tiró varias tinajas de agua al suelo, pero de todo esto sólo fue consciente más tarde, cuando el cuerpo inerte de su hija yacía sobre sus brazos, completamente ensangrentado. Estaba hecho un guiñapo, y descansaba sobre el pecho de su padre en una extraña postura digna de un cuadro de Dalí. Le faltaban parte de una mejilla y todo el lado derecho de la cara, además de uno de los brazos y media pierna, sin contar con los trozos de carne que ya no estaban en los sitios en que debían estar.

El padre relataba como tuvo que enterrar a su hija en el patio donde la vio correr tantas veces, con sus propias manos como penitencia a su grave error. Sus palmas estaban llenas de sangre mezclada con la tierra de su refugio y ahora tumba de su única conexión con el actual mundo.

Explicó que su hija se había puesto a perseguir a la mariposa por todo el patio, hasta que sin darse cuenta se acercó a la barricada. No sabe realmente qué pudo pasar, pero sospechaba que en una de las zonas más bajas de los escombros, la mariposa se había debido de meter, y la niña la siguió sin importarla hacia dónde iba. Escurrió su pequeño cuerpo por entre los hierros y las maderas hasta que llegó a alguna bolsa de aire bajo los escombros.

Los perros debían de haberla olido, y la esperaban mientras sus fauces se llenaban de espuma imaginando el festín que podían darse a espaldas del crimen que iban a cometer. Hasta que todo sucedió. La niña debió de sacar su manita por uno de los huecos para alcanzar al bello insecto, y se acabó. Los perros se hicieron con su cuerpo, y acabaron con la vida de la pequeña.

No sé nada más de la historia ya que el superviviente de la mina de carbón, contó que hacía días que no se comunicaba con el padre desconsolado, y temía por que hubiera cometido alguna estupidez, pero en el fondo lo comprendo. Tu propia hija, tu único vínculo con este asco de vida. Tu bálsamo contra la herida de esta sociedad que está desangrando su propio modo de vida. Ese ancla, muerto por tu involuntaria culpa, pero irremediablemente culpable de la misma.

No tengo ganas de hablar más. Saludos desde el otro lado.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Una nueva andanza

Informo a todos los seguidores de este humilde Blog, que he comenzado una nueva aventura con ayuda de un gran amigo conocido por los Gisicoñeros como Don-ete, pero mas querido y alabado por los conocidos como Chuppy.
Hemos abierto un nuevo Blog, http://www.legadogilead.blogspot.com/ al que invito a todos aquellos amantes de la lectura, que, como yo, disfruten de aquellos mundos que nunca podrán visitar, pero que sin embargo, se dejan llevar a lomos de las páginas de cualquier autor comprometido con la narración.
Nuestro objetivo es el de volcar todas las críticas posibles sobre los libros que hemos leido, para ayudar a todos aquellos que nos leen, a que elijan unos u otros libros, pero siempre bajo una constante, intentar eliminar el máximo posible los Spoilers, para así no reventar la trama.
Doy gracia a todos aquellos que me siguen en mi primera aventura, y daré las gracias a todos aquellos que me sigan en la nueva, ya que así, todos iremos de la mano en busca de un nuevo mundo desconocido.
Abrazos Inquisidores para todos.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Desde el otro Lado. Entrada II

Mucho tiempo ha pasado desde que emití mi primer mensaje. Mi percepción del mundo ha cambiado. Ahora sé que no estoy solo.

Poco tiempo después de enviar el primer bucle, decenas de señales colapsaron mi escáner de frecuencias, todas ellas intentando contestar a mi señal.

Recibí llamadas en diferentes anchos de banda. Desde Turquía o Polonia, hasta Venezuela y Argentina de parte de un tal Larmdh. Lástima que la distancia a todos aquellos lugares determine la dificultad de encontrarme con aquellas voces llenas de estática.

Pero, lo más importante fue que tambien las recibí de mi pais, de mi tierra. Y muchas de ellas, bastante cercanas. De Valdemoro, de Getafe, de Leganés, Parla, Fuenlabrada y Galapagar. Todas ellas de Madrid, la ciudad que me vio nacer hace treinta y tres años.

Al principio la mayoría de las voces eran "holas" cargados de excitación y nerviosismo, a la espera de volver a recibir alguna respuesta, pero luego, todo se convirtió en verdaderos diarios de campaña de supervivientes a los bombardeos como yo.

Uno de ellos, recibido desde Getafe, era una chica que contaba con veintiocho años, y había sido bombardeada hacía trece días. Su edificio ya destruido, pero que al menos le servía de refugio para los maníacos, saltó por los aires con un ruido de mortero y efectos especiales dignos de una película antigua. Todo lo que tenía recogido y almacenado desapareció en un enorme agujero, del que ella escapó gracias a que acababa de salir al supermercado cercano a su "hogar" a por pilas para las linternas.

Contó cómo había tenido que buscar de nuevo refugio, mientras atravesaba la ciudad en ruinas y esquivaba con cuidado las bandadas de cuervos que ahora pueblan las ciudades devastadas. Esos bichos se han vuelto muy agresivos, y no dudan en atacar a las personas si se encuentran en alto número. De hecho, yo tengo mi tejado completamente cerrado con las mallas que usaban los granjeros para mantener a las gallinas dentro de los corrales.

Mientras avanzaba por una de las carreteras principales que salían de la ciudad, se encontró con un grupo de cinco chicos, todos ellos menores de edad y ataviados con ropas oscuras. Decía que los había visto de vez en cuando apaleando a los perros y gatos que se cruzaban en su camino, pero siempre desde la seguridad de su "cuartel general", a través de alguna ventana o grieta, pero nunca en persona, ya que solo salía de noche y se cuidaba de no ser vista.

Aquellos muchachos, portaban todo tipo de armas rudimentarias, desde tubos de acero a estacas de madera, y la miraban de arriba a abajo como si de un bistec se tratara. Ella temió por su vida, ya que, según me dijo, mucha gente había optado por salir de caza y alimentarse de los de su propia especie al no encontrar otras fuentes de alimento diferentes de las ratas y cucarachas que ahora son las que reinan en este asqueroso mundo.

Pero sus sospechas de peligro, aunque en base a algo real, estaban equivocadas. Lo que aquellos chicos buscaban, no era carne con la que alimentar su apetito estomacal, sino el sexual. Despues de abalanzarse sobre ella, se defendió y forcejeó con aquellos salvajes, pero sus intentos fueron vanos ante la rudeza de la locura de aquellos imberbes.

No entraré en detalles, pero la violaron una y otra vez, para luego apalearla en el suelo y dejarla hecha un ovillo sobre el cesped de un jardín ya descuidado, dándola por muerta. Mientras mis nervios fluían a flor de piel escuchando los sollozos de su historia, siguió relatando cómo sacando fuerzas de flaqueza, logró levantarse y escapar de aquella zona como pudo. Tambaleándose y sufriendo atroces dolores en todo el cuerpo, acabó metida entre las vías de una de las estaciones de tren, en un hueco para la ventilación de la propia estación.

Cuento esto para que sigáis el ejemplo de esta mujer, y para que no cometáis el mismo error que ella. Nunca salgáis solos a la interperie, y menos de día. Las bandas han tomado las calles, y aquellos que se escandalizaban al ver las noticias de asesinatos y violencia en las calles del año 2009, son ahora los que las fomentan, con la excusa de la nueva civilización y la búsqueda del alimento. Si hay alguien que me esté escuchando que sienta que su sensibilidad, incluso ahora en estos tiempos tan aciagos, es demasiado débil como para escuchar ciertas cosas desagradables, que apague la radio, y se vaya a hacer otra cosa, ya que lo que viene a continuación, puede ser muy duro para según qué personas.

Llorando como una niña, siguió hablando sobre aquella noche, de cómo sus piernas temblaban en espasmos involuntarios mientras cada vez que se levantaba, un líquido viscoso y asqueroso resbalaba por sus muslos, salidos del rincón más íntimo de su ser. Estaba llena de algo que no era suyo, y el dolor que sentía bajo su vientre era tan insoportable como un dolor de muelas. Mientras caminaba para escapar del frío de la noche, vomitaba cada pocos metros, y las náuseas volvían a ella mientras su cabeza retrocedía varias horas en el tiempo y veía las caras desencajadas y sudorosas de aquellos salvajes empujándose contra ella mientras los demás, increpándola e insultándola la sujetaban e instaban al semental que la montaba a que lo hiciera con más fuerza, a que llegara más adentro.

Por fin llegó a una zona segura, según contó ella. Había estado poblada de perros salvajes, y nadie se acercaba por allí desde hacía tiempo, pero ella sabía que aquellos chuchos habían cambiado su zona de ataque por el centro de la ciudad, y tan solo aparecían por allí si el núcleo de la metrópolis se encontraba sin alimento, cosa difícil de creer, ya que allí se agolpaban la mayoría de las bandas luchando por hacerse con los comercios de la zona. Algunos aun tenían cosas almacenadas de las que antiguamente vendían, y la comida enlatada y las pastas de cereal estaban muy solicitadas, de ahí que cada día, alguien muriera defendiendo alguna tienda. Ese era el alimento de los perros.

El ambulatorio en el que se refugió, estaba vacío, ya que había sido asaltado varias veces para encontrar en su interior todo tipo de medicamentos. Por eso era un lugar seguro, nadie iría allí a buscar nada. Se recostó sobre una de las camillas deshilachadas y sucias, y me contó cómo se quedó dormida durante casi veinticuatro horas.

Cuando despertó, notaba un leve cosquilleo en una de sus manos, que le quedaba colgada de la camilla, ya que no entraba todo su cuerpo en aquella estrecha cama improvisada. Al levantar aquella mano, su sueño se volvió horror al descubrir que las ratas y los gatos, se habían alimentado de sus dedos mientras dormía, y habían acabado con dos de ellos, el índice y el meñique de su mano izquierda.

Chilló, corrió, destrozó el mobiliario ya inservible, pero sus dedos no volvieron a crecer ni las ratas abandonaron la escena, por miedo a perder aquellla comida tan deliciosa. Arrancando los jirones de una sábana, se vendó la mano de manera rudimentaria, y abandonó el edificio médico, llorando y maldiciendo su suerte y la de sus dedos.

Mientras las lágrimas corrían por mis mejillas al escuchar la historia de Ida, que así se llamaba la muchacha, intentaba hacerme una idea de las cosas que podrían estar pasándose por la cabeza de aquella joven, pero me era imposible hacerlo. Cada vez que lo hacía, mi estómago se convertía en un nudo de nervios y me amenazaba con deshacerse de todo con lo que me había alimentado.

En los últimos momentos de su informe, me comunicó cuales eran sus intenciones más cercanas en el tiempo. Iba a volver a su antigua casa, la que estaba bombardeada, e iba a intentar encontrar algo con lo que poder curarse la horrible herida, antes de que la infección se distribuyera por su sangre y la dejara en peores condiciones de las que ya estaba.

Me confesó que tenía miedo. No a que la volvieran a encontrar aquellos locos ni salvajes similares. Tampoco a ser devorada por una bandada de cuervos enloquecidos o una jauría de perros rabiosos. Ni siquiera a que los de su propia especie la cazaran y se alimentaran de su carne mientras ella aun despierta, observaba con terror como sus iguales devoraban con furia las partes de su cuerpo. Lo que más temía, es que la escaramuza de aquellos desalmados imberbes, la hubieran provocado algo de lo que no se podría deshacer. Que la dejaría secuelas por siempre, además de atarla a un lugar peligroso, del que sería aun más complicado escapar.

Temía haberse quedado embarazada.

Lo último que escuché de sus labios a través de mi querida emisora de radio, fue que partía en busca de los medicamentos antirábicos que había mantenido escondidos en su antiguo "hogar" y que en un par de días intentaría ponerse en contacto conmigo. Espero que le vaya todo bien, y sepa cuidarse de sí misma.

Dejaré, al igual que la otra vez, el bucle conctado para que todos vosotros podáis escuchar la historia de Ida, y aprendáis de sus errores y de su tesón. Recordad que nadie es de fiar, que todos querrán quedarse con lo vuestro y que no hay animal más peligroso en este mundo, que nuestra propia especie.

Soy José Antonio y estoy emitiendo desde el Otro Lado.

martes, 15 de diciembre de 2009

Desde el otro lado

Estática...
Eso es lo único que consigo. La maldita estática.
El mundo se cae a trozos. Nadie puede venir a rescatarme o a hacerme compañía, y yo, la única respuesta que encuentro a mis llamadas, es la maldita estática de fondo.

Han pasado varios años desde que me quedé aquí encerrado, sin opción a poder salir al exterior. Esto que estáis oyendo, y dando por hecho que lo oye alguien, es un mensaje de socorro, o de apoyo para aquel que esté ahí, al otro lado de este aparato del siglo pasado.
Mi nombre es Jose Antonio, y soy víctima de la locura de mi propia especie.

El mundo se ha vuelto loco, y parece que nadie se dió cuenta a tiempo de hasta qué punto, la locura puede llegar a ser tan devastadora. Si abro la pequeña rendija de mi escondite para ver el exterior, lo único que puedo llegar a vislumbrar son escombros, hierro y hollín. Y un atardecer tan rojo, como el mismísimo corazón de un volcán, producto de las cenizas que flotan en el ambiente colapsado.

Te preguntarás por qué hablo desde aquí, a través de las ondas radiofónicas. Te preguntarás si me sirve de algo. Y la única respuesta que te puedo dar, es que no lo sé. Tan sólo lo intento, por si hay alguien ahí fuera.

Estoy atrapado en este cascarón de hierro y cemento, rodeado de soledad, y con el único sonido del viento filtrándose por los escombros del vecindario. Como podrás suponer, tú que estás al otro lado de la onda corta, es que no puedo decir dónde estoy. Mi ubicación debe ser secreta, por si a algún superviviente se le ha ido la chaveta, y piensa que mi refugio es ideal para asentarse. Echándome a mi del mío, claro.

Y pensar que el desencadenante de todo esto, fue algo que hoy en día no existe ni para llenar una probeta... Las bombas y el egoismo, hicieron que los mandos de los diferentes bandos de la guerra, quemaran todas las reservas de petróleo y gas conocidas, con la esperanza de dejar al oponente sin ideales por los que luchar. Pero se olvidaron de que a esas alturas de la guerra, los recursos naturales del entorno, ya no eran el motivo del enfrentamiento, ahora, lo único que alimentaba las armas y las bombas, eran el mismo odio y egoismo, que cargaron las mentes de los terroristas que estrellaron aquellos aviones en Nueva York hace casi veinte años. El mismo que llenaba la cabeza de los generales en la guerra del Vietnam y en el conflicto del Golfo. Los mismos gritos que provocaron la locura en la franja de Gaza. Y todo esto solo en aquel presente. Porque en el pasado, hubieron muchas voces como aquellas. Revolución Francesa, La conquista del nuevo mundo, las guerras púnicas, la invasión persa... Siempre el mismo motivo:

El poder.

El poder de unos pocos ha provocado la ira del planeta, y la advocación a la extinción de una especie que dominaba el entorno, y que allá por el 2009, era de casi seis mil ochocientos millones de personas, y que en cuestión de dos años, se mermó a menos de tres millones.

Y ahora, lo que antes era mi barrio, y desde donde yo emito este mensaje a la inmensidad de lo que fue mi hogar, el sonido del viento es lo que ha sustituido al sonido del agua y de los niños jugando en los columpios del parque. Ya no se ven balones de fútbol, ni tampoco bicicletas. Los pocos coches que se pueden divisar desde esta pequeña rendija, están tan deteriorados por el óxido, la radiación y las constantes lluvias ácidas, que mi propia mente va sustituyendo su imagen residual por esta otra, hasta que en unos años, olvide realmente cual fue su forma, como el mundo olvidó cual era el aspecto de los brazos de la Venus de Milo.

Y tú te preguntarás ¿Como has conseguido sobrevivir a estos años, estando solo? Yo mismo me lo pregunto desde hace meses, cuando dejé de escuchar las bombas y los morteros.

Allá por el 2011, las cosas ya estaban bastante difíciles para todos los que poblábamos las zonas "civilizadas", por llamar de alguna manera a las ciudades con un número amplio de habitantes. Yo vivía en una zona al sur de Madrid, y debido a la cercanía de la capital del país, nuestra ciudad era atacada con bastante asiduidad, así como las que nos circundaban. Vivíamos cómodamente en un bloque de dos plantas cuando la guerra aun no había estallado, hasta que un día en el que nosotros no estábamos en la ciudad, uno de los muchos ejércitos que sobrevolaban la zona, arrojó a la ciudad un gas nervioso que acabó con la mayoría de los vecinos que habitaban el pueblo, dejando el bloque completamente vacío y para nosotros.

A mi vuelta, y descubriendo lo ocurrido, decidí convertir el edificio de dos plantas en algo parecido a un refugio, con la esperanza de que si hacía bien lo que me proponía, pudieramos subsistir allí hasta que la guerra acabase, o al menos, hasta que el mundo volviera a ser un sitio en el cual poder vivir.

A través de los portales de internet que aun no habían sido borrados de sus servidores, y con la vastedad de toda una ciudad para avituallarme con todo lo que me hiciera falta, comencé mi trabajo.

El proceso fue excesivamente largo, por lo que ya lo contaré otro día, espero. Tan sólo deciros, que nunca pensé que unas revistas de pseudo-ciencia, mucha maña, y un ordenador, fueran capaces de obrar tal milagro. Hoy, tengo agua limpia y desinfectada, verduras, hortalizas, y cada cierto tiempo, carne animal, pero como dije, esto será otro día.

De momento, ahí lo dejo. Espero que este mensaje llegue a algún lado, y alguien lo escuche. Mientras hablo, está siendo procesado para que dentro de un rato, suene como si fuera un bucle, y así, yo poder irme, y que la radio siga emitiendo mi mensaje de esperanza. Otra cosa igual...¿Quien me iba a decir a mi, que una serie de televisión, "Caidos" creo que se llamaba, me iba a dar semejante idea?

Mi nombre es Jose Antonio, y tan sólo soy una voz de esperanza para muchos, a la espera de otra voz de esperanza para mí. Os espero e esta misma frecuencia de radio. Buenas noches.

Ya se apaga la luz....

Agradecimientos

Todo lo que hoy escribo, tanto lo bueno como lo malo, he de decir que fue gracias a la misma gente a la que hace dos años tan solo conocía a través de Internet.
Esa gente me acogió en su foro y me ayudço a que me integrara en él de la manera en la que mejor me sintiera, fuera lo que fuera lo que yo hiciera mejor. Por ese entonces no escribía relatos ni nada por el estilo, pero de repente, me encontré regentando una sección dedicada a tal menester.
De poco en poco, la sección fue inundándose cada vez más con historias salidas de las mentes más prodigiosas que yo jamás había conocido. Conocía a Stephen King, a Tolkien a Michael Crichton, pero solo sus nombres y sus legados, no a aquellos que se escondían tras aquellos nombres.
Los que volcaban sus relatos en aquella sección, tenían nombre y apellidos, pese a que yo los conocía tan solo por sus avatares y sus nick, que en literatura llamaríamos pseudónimos. Pero poco a poco, fui conociendo a las personas escondidas al otro lado de la red a través de los mensajes que de vez en cuando iban escribiendo en el foro.
Hasta que un día, viendo la calidad de aquellos que llenaban mi cabeza con historias ajenas a mi mundo, decidí probarme escribiendo el primer relato que aparece en este Blog, La larga espera.
Tuvo buena acogida, y la crítica no fue muy dura conmigo, por lo que me aventuré a escribir más y más. Hasta que un día llegué a este Blog en el que comencé a mostrar al mundo lo que era capaz de hacer.
No me va mal, he llegado a las seiscientas entradas (muchísimas ellas de mis conocidos de aquel foro) e incluso algún desconocido (solo uno) ha tenido la osadía de comentar lo que le parecía alguno de los relatos (mil gracias).
Pero, este fin de semana, estuve a punto de dejar de lado el Blog. Durante un par de semanas, el índice de audiencia era mínimo, tan solo de dos o tres personas, y los comentarios brillaban por su ausencia. No sabía nada de la opinión de la gente, y la verdad es que me inquieta el no saber si no gustarán las cosas que escribo.
Pero este lunes, al mirar el Blog y ver el comentario de aquel desconocido, y la subida de visitas de una manera tan brusca (casi cincuenta en un solo día) mi corazón dio un vuelco, y me convencí a mi mismo de que al menos, la gente seguía entrando y "disfrutando" de mi pluma.
por ello, escribo esto para agradecer a todos aquellos que algún día entraron en el Diario Inquisidor, y no volvieron a hacerlo nunca más.
A todos aquellos que me animaron a seguir escribiendo, sin importar lo que la gente opinara de mis relatos.
A los que de vez en cuando, entran en el blog, y aunque no dicen nada, miran, leen, y, por qué no, disfrutan de lo que acaece en mi mente.
Pero, sobre todo, doy las gracias a toda la Comunidad de Gisicom, que son los que realmente me ayudaron a llegar hasta aquí, y que, aunque ahora mismo no estamos tan en contacto como antes (todo se andará)sigo teniendo siempre en mi cerebro cada vez que escribo un nuevo relato.
Y, de todos ellos, a Lord Givaudán, que desde el mismísimo principio, me ha estado apoyando de verdad, como si de un amigo se tratara, a pesar de que nunca nos hayamos visto ni conocido, al menos en persona. Él escribió un relato, que se está convirtiendo en una historia muy buena y original, y la colgó en su propio Blog, y yo, envidioso que soy, seguí su ejemplo abriendo el mío, bajo su incondicional respaldo.
Es por él que escribí el relato que colgaré a continuación, ya que nació como una historia paralela a sus Crónicas del fin del mundo, pero que no llega a lo que él tiene edificado en su frikizado cerebro.

Por eso, gracias a todos por aguantarme.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Enfermedades del alma

Todo empezó un frío día de diciembre. Sus tristes ojos ya vaticinaban el futuro de aquella cita, pero su fuerza de voluntad aun era fuerte frente a las adversidades.

Julia contaba diecisiete años, y su curriculum de conquistas, pese a no ser muy amplio, era lo suficientemente satisfactorio como para que cualquiera de sus amigas sintiese envidia de su facilidad con el otro sexo.

Sus ojos verdes, antaño alegres y atrevidos, mostraban un miedo y una incertidumbre que nunca antes habían enseñado. Juan, su último amigo, la había emplazado bajo el porche de su casa, en el centro de la ciudad, y el tono de este, no amparaba alegría ninguna. Un gélido "Tenemos que hablar" le dijo a Julia, que pronto todo habría terminado.

Tras tres largas horas de conversación y palabras vacías, Julia escuchó de Juan las palabras que provocarían su caida libre hacia el más negro abismo nunca antes conocido. Las palabras se le antojaron lentas, llenas de resignación, pero cargadas de una sinceridad insultante y abrumadora, que golpearon sobre el pecho de la muchacha con la fuerza de un autobús a toda velocidad.

- Ya no te quieres como antes. No puedo querer a una persona que ha dejado de quererse.

Los peros y las excusas no pudieron salir de la garganta de Julia, ya que no existían. En los últimos dos años su cuerpo había engordado cerca de veinte kilos, y su antigua figura de avispa, había dado paso a otra figura digna de posar sobre un pedestal de mármol, dispuesto a servir de ejemplo para una estatua de Botero, el escultor del sobrepeso.

La chica, destrozada por dentro, y con el amor hecho jirones, partió sin consuelo en busca del abrazo de su mejor amigo de siempre, un cojín azul que conservaba desde tiempo inmemorial. Lo abrazó con fuerza y descargó todos sus sollozos sobre él, sabiendo que éste nunca se quejaría, al igual que otras veces. Nunca lo había hecho, y esta no sería la excepción.

Lloró con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, hasta que en vez de agua salina, sus ojos chorreaban sangre. El dolor la sumergió en un descanso prolongado, que su ahora enorme cuerpo agradeció mediante un agitado sueño. Su estómago, revuelto por el dolor, se le encogía como un globo colocado en la boquilla de un aspirador. Su pecho ardía de amargura y sufrimiento. El corazón le gritaba a causa del mismo, y le pedía por favor que intentase acabar con el daño que le estaba produciendo el recuerdo de aquellas palabras. Pronto olvidó las tres horas de conversación, y su mente guardó tan solo aquellas últimas palabras regaladas por la boca del que fue su joven enamorado.

Pasaron las horas mientras Julia, abrazada a su nuevo amante, sufría pesadillas en las que cientos de amigos y conocidos de su vida se agrupaban frente a ella formando dos filas, y la señalaban con el dedo mientras se reían a carcajadas. Ella bajaba la vista hasta su cuerpo, y se daba cuenta de que se encontraba desnuda. Sus carnes fofas caían a plomo sobre sus piernas, y sus pechos, antes tersos y firmes, ahora descansaban sobre la parte superior de su estómago, como si se tratasen de dos enormes trozos de carne colgados en el escaparate de una carnicería. Su vello púbico, negro y espeso bajaba como una cascada hacia sus piernas, llenas de bultos carnosos que caían por efecto de la gravedad. Echaba a correr por el centro de aquellos dos grupos, mientras aquellos que antes eran amigos, se reían y la llamaban gorda, oronda, y otros improperios difíciles de reproducir.

Sus propios gritos la despertaron de aquella pesadilla. Se levantó de la cama, mientras un frío helador recorrió su cuerpo. Estaba empapada en su propio sudor, y sus pezones, erectos por el cambio de temperatura, se mostraban a través del fino pijama como si quisieran atravesarlo.

Sintió la sequedad de su garganta y se fue hacia el baño. Mientras descargaba su vejiga no podía dejar de escuchar las risas de toda aquella gente que se hacían llamar amigos. Se levantó del inodoro, bebió un poco de agua de su vaso preferido, y se miró al espejo. Lo que le mostró no era lo que ella había esperado. Unas bolsas moradas se agolpaban debajo de sus lindos ojos verdes acompañando la tristeza del momento con una fea mueca de asco proveniente de su propio rostro.

Corriendo hacia su habitación, cerró la puerta y encendió la luz. Se desnudó por completo y se quedó parada frente al espejo del armario. Allí, lo que vió, acabó por convencerla. Juan tenía razón. Era una gorda fea y sudorosa. Sentía asco por lo que el espejo le mostraba. Unas náuseas vinieron a su boca y ella corrió hacia el baño de nuevo, intentando no descargar el contenido de su estómago sobre la almohada del pasillo. Se encerró en el aseo y arrodillada frente al inodoro, decidió que esa no sería la imagen que mostraría al mundo. Eso tenía que cambiar...

Y bien que cambió. Y mucho.

El cuerpo de Julia sintió una metamorfosis increible. A fuerza de voluntad comenzó a seguir un rígido régimen. Las calorías y el ejercicio se convirtieron en la mayor obsesión de la joven. Sus comidas diarias no pasaban de simples rebanadas de pan de molde integral, aderezadas con lonchas de pavo y galletas de arroz deshidratadas. La fruta y los cereales se convirtieron en sus aliadas frente a la guerra que le acababa de declarar a las grasas.

Enormes paseos por la playa, envuelta en film transparente del que su madre utilizaba para envolver los bocadillos, hacían que sudara más de la cuenta, provocando desmayos y arcadas en su cuerpo, pero ella, fuerte como un muro de acero, se sobreponía a ellos, y forzaba a su cuerpo a un esfuerzo mayor.

El cojín que antes era su mejor amigo, había dejado paso a su báscula de suelo, a la que todos los días hacía una visita cada vez que ingería algo de comida. Los ochenta kilos se convirtieron en setenta, y los setenta en sesenta. Pero lejos de encontrarse a gusto, Julia cada vez se pedía un poco más. Hacía falta más ejercicio. Menos comida. Más esfuerzo. Más dedicación. Había que visitar más veces la báscula, y si lo que ésta le ofrecía no le gustaba, se arreglaba a golpe de introducir sus dedos sobre su garganta.

Se miraba en el espejo, y frente a ella, una preciosa muchacha de caderas pronunciadas y pecho firme, le daba la bienvenida a la realidad. Sus verdes ojos le mostraban la imagen de una joven capaz de cualquier cosa gracias a la belleza que escondían las ropas que se ponía. Su busto, antes enorme y feo, había dado paso a una talla noventa y cinco preciosa, dura y firme que encantaría a cualquier muchacho apuesto. Sus piernas, ahora delgadas y redondeadas, serían la envidia de cualquier modelo de Armani, y su bello rostro, adornado por el verde de aquellos ojos infinitos, acompañaba la estampa gracias a aquellos carnosos labios rojos que había heredado de su madre.

Pero esto sería lo que vería una mente sana. Lástima que la de Julia no fuera una de esas. Sus mente tergiversaba la información que recibía de sus ojos, y le mostraba a la muchacha la adulterada imagen de alguien que no era ella. Su preciosa cara era la de una chica con unos carrillos enormes y rojos que escondían el carmesí de sus labios. Sus pechos, del tamaño de dos vasijas de vino, caían hasta el fondo de su vientre, redondo como la esfera de un reloj de pared. Sus brazos reconchos chocaban contra la carne de sus costados, y su pubis, un negro triángulo peludo, anunciaba a su mirada que lo que se encontraba debajo no eran unas estilizadas piernas, sino unas deformadas extremidades llenas de pliegues sudorosos que tenían la desgracia de soportar aquel asqueroso cuerpo grasiento.

"Todo lo que entra puede salir, quiera o no", rezaba el lema de una página de internet que comenzó a visitar con empeño. En ella aprendió el arte de esconder el violáceo de sus mejillas a la gente. Conoció los mejores métodos para que su cuerpo sudara cada vez más y mejor, y recibió de primera mano una clase magistral de cómo engañar a los que la rodeaban para que pensaran que comía con normalidad, a pesar de que no lo hacía.

En poco tiempo, los cincuenta kilos llamaron a la puerta de su habitación. Pero ella se miraba, y a pesar de que lo que se enfrentaba a su mirada era algo parecido a una chica con problem

martes, 8 de diciembre de 2009

Viaje Jurásico



Por fin despiertas de tu viaje.Llevas mas de dos horas inconsciente, y tu cuerpo chorrea gotas de rocio de haber estado hasta este momento a la interperie. Te levantas, aturdido como si hubieras estado toda la noche bebiendo alcohol, y tu cabeza se resiente como si de una resaca se tratara.

Miras a tu alrededor, y te maravillas con la visión que te ofrecen tus ojos. Tú, un científico paleobotánico, estás en la era de los dinosaurios, en la era en la que la especie humana no era mas que un gen a punto de mutar en el ADN de un pequeño roedor.

El tamaño del bosque en el que te encuentras es asombroso. Enormes árboles tapan tu visión del cielo, pero tus oidos te permiten escuchar el hermoso sonido emitido por la garganta de algún tipo de pájaro jurásico. Las hojas de los helechos son del tamaño de una persona, y de un color verde que nunca has visto en ninguna otra planta de tu época.

Te aproximas a tu mochila, y te aseguras de que todo lo que has preparado antes de partir hacia aquí está en perfecto estado. Todo está en orden, hasta la comida y el sistema de GPS experimental que te ha proporcionado la Corporación. Te calzas la mochila al hombro, no sin antes vestirte con las ropas apropiadas para tu aventura, que con tanto empeño preparaste antes de salir.

El traje de silón, se te ciñe perfectamente al cuerpo, como si de látex se tratara. En ese mismo momento, el color negro originario del traje, comienza a tornarse del mismo color verde del que estás rodeado por tu entorno.

Echas un vistazo rápido del tiempo que te queda en esta era, y compruebas en el dispositivo de tu muñeca que te quedan tan solo veintitrés horas para reactivar la vuelta a casa.

Comienzas a andar, y el GPS te indica que te encuentras en lo que dentro de varios millones de años será Madrid, concretamente a treinta y tres kilometros de la capital, en la sierra de Guadarrama. Decenas de montañas que en un futuro estarán completamente peladas de vegetación, a excepción de algunos líquenes, hoy se encuentran repletas de vegetaciós espesa. Los insectos no paran de revolotear a tu alrededor, todos ellos, vistos por primera vez por unos ojos humanos.

Sigues avanzando y sales de la espesura del bosque de helechos, y lo que se abre ante tí, hace que tus piernas tiemblen de la emoción, y postres tus rodillas en el suelo, para poder disfrutar de lo que tienes ante tus ojos.

Un enorme claro, presidido por un lago de aguas transparentes, es el bebedero de una gigantesca manada de Apatosaurios, unos dinosaurios de tamaño medio, algo mas grandes que un humano, y con una boca semejante a la de un pato. Suspiras aliviado, sabiendo que este es un animal herbívoro. Mientras casi toda la manada está bebiendo tranquilamente en el agua, algún que otro macho vigila tanto la orilla, por si se acerca algún cocodrilo, como en los alrededores del bosque, por si algún carnívoro aparece y rompe la tranquilidad de la manada.

El cielo, es un calco del de tu época, con la diferencia de que además de estar lleno de pequeños pájaros, enormes Rhamphorhynchus surcan el cielo en círculos, en busca de presas potenciales, como peces jurásicos, y algún que otro animal muerto. Vuelves a respirar aliviado, ya que crees que este tampoco será el animal que provoque tu muerte.

Ya has pasado casi tres horas en este incierto mundo, rodeado de animales extintos hace millones de años, pero te parece que han pasado tan solo minutos...y tu búsqueda aun no se ha completado. Has gastado ya casi tres bloques de memoria realizando fotos, pero no te importa, merecerá la pena una vez vuelvas a tu casa desde esta era.

Avanzas tranquilamente por una senda natural dibujada entre la maleza, por la que deduces que normalmente deben de merodear dinosaurios como Gallimimus, o Compsognathus, ya que aunque las huellas son visibles a simple vista, tan solo puedes determinar que se tratan de animales poco peligrosos, de un tamaño aproximado de dos metros.

Sigues avanzando, pero con el rabillo del ojo sientes un débil movimiento acompañado por el sonido de las hojas secas al ser pisadas. Giras la vista, y, quieto como una estatua, oteas el lugar en busca de algún predador agazapado entre la maleza. Sin perder de vista ninguna de las zonas, y consciente de que tu traje mimetizante quizás sea inútil ante algún depredador de esta era, miras el aparato amarrado a tu muñeca en busca de cualquier señal calorífica que delate la posición de algún animal escondido entre la espesura. Pero las señales son negativas al respecto.

Con todos tus sentidos alerta, sigues avanzando, pero esta vez, mas rápido que antes, provocando que tu respiración se vaya acrecentando a medida que llegas al claro que se encuentra frente a tu vista. Al llegar allí, estás agotado, debido quizás a que la humedad del aire en esta época, es cercana al noventa y siete por ciento, gracias a la cantidad de vegetación que se encuentra a tu alrededor.

Desde tu posición, por fin vislumbras tu objetivo, un círculo de tierra removida, de un tamaño aproximado de dos metros de diámetro, y coronado por un círculo de tierra alrededor, colocado de esa manera seguramente para proteger los huevos de Carnosaurus que se encuentran en su interior.

Gracias al dispositivo calorífico de intensidad vectorial, compruebas si en los alrededores se encuentra la madre, recien salida en busca de comida, o tan solo es una trampa para todos aquellos animalillos, que, confiados por la ausencia de la madre, se acercan en busca de una pequeña fuente de proteinas, como pueden ser los huevos de estas especies.

Tras comprobar que ningun sensor detecta rastro alguno en los alrededores de fuentes de calor, sales de tu escondrijo, y avanzas muy despacio hacia tu objetivo, con la mano derecha aferrando la muñequera de emergencia, por si tienes que pulsar el botón de regreso de emergencia.

Sin romper el silencio de todo lo que te envuelve, tu cuerpo se mueve a la velocidad de la tortuga, pendiente de cada sonido del exterior, como un felino que acecha a su presa. Cuando por fin estás sobre el nido, te percatas de que no estás solo. Un dinosaurio de alrededor de dos metros de alto, verde, y con unas motas de color rojo en la espalda, semejantes a las marcas de los leopardos, vigila tus movimientos, mientras tu mirada se clava en sus ojos, y tus músculos se ponen tensos como la goma de un tirachinas.

El bicho, enorme, avanza hacia tí, lentamente, y te percatas de que sus movimientos se asemejan a los de una gallina, pero de un peso aproximado de doscientos kilos. De repente se para, y su cabeza comienza a girar a un lado y a otro, como si algo la hubiera puesto en alerta, pero no es lo suficientemente rápido.

El Carnosaurio irrumpe de entre los árboles, y con un golpe de su cuello, levanta con su enorme mandíbula al Oviraptor, y sacude sus fauces como si fuera un tiburón, arrancando las articulaciones de su sitio, y haciendo un ruido brutal, que provoca que todos los pelos de tu cuerpo se ericen de la impresión.

Pero eso no es todo, ya que tú, ensimismado con lo que acaba de suceder a apenas nueve metros de tí, percibes con el rabillo del ojo como las hojas del árbol que está a tu espalda comienzan a parpadear. En una décima de segundo, comprendes que el sistema de camuflaje natural que utiliza este Carnosaurio, puede competir frente al tuyo artificial, sin que por ello quede por debajo de lo que se espera de él.

Intentas sin éxito apretar el botón de emergencia, pero eres demasiado lento, algo que en el futuro habrá que mejorar si alguien vuelve a venir a esta era. Sus dientes atraviesan la carne de tu muñeca y llegan hasta el hueso, escuchando el horrible sonido de los huesos al frotarse unos con otros. Intentas chillar, pero el animal levanta su pata derec