viernes, 25 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada VII

Saludos desde el sur de Madrid. Soy Jose Antonio, y para el que no me conozca y no sepa qué es lo que hago hablando a través de la radiofrecuencia, quiero decirle que soy lo que él quiera que sea. Su apoyo, su conciencia, su hombro en el que llorar. Estoy aquí para animarte a que no te rindas. A que luches por lo que es tuyo y no te dejes avasallar. Soy uno de los miles, cientos o decenas de supervivientes de este mundo de futuro incierto. Pero sobre todo soy un amigo.

Y ahora paso a hacer el reporte.

Ya he terminado de conectar la torreta eólica y los acumuladores solares de la gasolinera, no sin mucho esfuerzo. Ha sido un trabajo brutal, pero al menos ha merecido la pena.

Trabajar de noche no es sencillo, porque hay que lidiar con el hecho de que no se ve absolutamente nada y que si encima enciendes alguna luz, puedes tener visitantes inesperados. Con esa máxima realizo todos mis trabajos en el exterior. Me suponen el doble de esfuerzo, pero me aseguro la integridad de mi persona y de mis recursos.

Anoche, tras mucho trabajo, conseguí conectar todas las líneas de corriente que venían desde la gasolinera en mi cuadro de mandos. Todo el trabajo que realicé sacando las líneas de las canalizaciones de alumbrado público, fueron en balde, ya que una vez sacadas, no había manera de meterlas ya que no tengo ninguna guía para introducirlas por los tubos de distribución. Menos mal que todo el cable que saqué lo hice fuera de estas zonas, porque sino me habría quedado sin poder terminar el trabajo. Utilicé el que ya estaba metido empalmándolo con otros treinta metros para para poder meterlo en la zona vallada de mi edificio.

Ya está conectado y funcionando todo, y la baterías y acumuladores se me cargan en la mitad de tiempo que se me cargaban antes. Ahora puedo llevar corriente a todos los apartamentos del bloque. Solo son seis, pero así me aseguro el poder tener los congeladores funcionando siempre si miedo a perder la comida almacenada. De todas formas, y por si acaso cometo la imprudencia de encender las luces de cualquiera de los pisos, he desconectado todos los diferenciales de alumbrado de cada uno de los pisos. Hay ciertos hábitos que uno no pierde ni cuando han pasado meses desde que no has usado un interruptor de la luz. Si encendiera alguna lámpara, podría delatar mi posición a cualquier energúmeno.

Despues de terminar esto y sin dormir apenas nada, he ido a por un pollo para hacerlo esta noche. Los hay por todos lados. Hay tantos, que hasta a los gorriones les da miedo bajar al suelo por temor a que los gallos los maten. Hace mucho que no veo gorriones posados en el suelo, no sé si por culpa de los gallos o de los perros salvajes, pero creo que el hecho de que el cielo esté siempre cubierto influye en sus respuestas diurnas. No estoy muy seguro.

Hoy he recibido un reporte desde una cárcel española. No puedo dar mas datos, ya que el recluso no ha querido especificar donde estaba, ni tan siquiera en qué comunidad autónoma, por lo que no sé cual es. Se comunicaba a través de un Walkie, y decía que llevaba varias semanas escuchando mis mensajes y que estos le habían dado fuerza para seguir adelante.

Su nombre es Tsega y nació en Etiopía. Vino a España hace trece años a bordo de una patera y después de cinco años trabajando como una mula y siendo explotado por los empresarios del país, encontró la felicidad al conocer a la que era su esposa. Era hija de un acaudalado del negocio textil, y gracias a ella, consiguió hacerse con los permisos de residencia y de trabajo a base de mover los hilos de la burocracia.

Tras convencer a su padre de que era un buen chico, su esposa le consiguió un trabajo de comercial en el que iba puerta por puerta ofreciendo los productos de sus suegros. El idioma era un obstáculo, ya que sus cuerdas vocales no estaban acostumbradas a torsionarse como lo hacen las nuestras, y aunque entendía perfectamente nuestro idioma, su vocalización le jugaba malas pasadas. Pero, aun así se convirtió en uno de los mejores vendedores de toda la empresa, llegando a cuotas de venta que le aportaron numerosos beneficios.

Al cabo de un par de años más, había formado una familia con Estrella, y tenían dos hijos en común además de una hija recién nacida. Todo les iba redondo, hasta que un día sucedió algo que él nunca pudo explicarse, y que aun hoy, no entiende como pudo pasar.

Una noche, al terminar su jornada de trabajo, volvía a casa por la avenida principal de su localidad, cuando escuchó el sonido de su móvil. Viendo que era su mujer, contestó a la llamada, pero lo único que recibió al otro lado del teléfono fueron gritos y jadeos entrecortados. Corrió todo lo que pudo hasta el chalé en el que vivía, y cuando entró, se encontró con una escena que nunca ha podido olvidar.

Su mujer yacía en el sofá del salón, tumbada con el móvil en la mano derecha mientras esta colgaba inerte y tocaba con sus nudillos ensangrentados la cara alfombra persa que habían comprado en las anteriores navidades. Su pecho era un mar sanguinolento mezclado con la tela de la camiseta que llevaba puesta, y los bordes de la misma se encontraban chamuscados debido a lo que parecía un disparo a quemarropa.

Al verla allí empotrada contra el sillón corrió a encontrarse con ella, pero un golpe terrible le hizo caer de espaldas y perder el conocimiento. Lo siguiente que recordaba era su espalda apoyada sobre el frío suelo de una celda y una acusación de asesinato de sus tres hijos y de su mujer encima de la mesa de una sala de interrogatorios.

Yo le pregunté que cómo era posible eso, que sin hacer nada de lo que me narraba, hubiera acabado con sus huesos en la cárcel, a lo que él me contestó que tampoco lo entendió, hasta que no pasaron casi tres años tras las rejas de la penitenciaría en la que ahora se encontraba.

Fue condenado a mil trescientos años de cárcel. Nada más y nada menos. Y encima era inocente. El problema era que en sus ropas llenas de sangre encontraron pólvora y sus huellas en la culata y en la empuñadura de la escopeta homicida, así como en la caja de municiones y en las balas de la misma. Alguien había hecho un trabajo muy bueno inculpándole de aquella salvajada.

Mas adelante descubrió que su suegro le debía una cantidad enorme de dinero a una mafia rusa, y por no haber pagado lo que debía, se lo cobraron en sangre matando a su hija y a sus nietos. Meses mas tarde su suegro se voló la tapa de los sesos, cerrándole por lo tanto cualquier vía para volver a reabrir el caso, ya que su suegra, no tenía ni idea de en los líos en los que andaba metido su marido, y, por supuesto, no tenía ninguna intención de escuchar las sandeces del asesino de su hija y de sus nietos.

Y hasta aquí es lo que me ha contado, además de que se encuentra en la cárcel prácticamente solo porque la mayoría de los reclusos han huido por una grieta abierta en el muro del patio causada por una de las bombas lanzadas hace meses. Él dice que prefiere quedarse donde está, ya que es más seguro que cualquier sitio del exterior, además de que ahí tiene acceso a muchas armas y a comida enlatada para al menos diez años. Me ha prometido volver a reportarme.

Tras oir su historia me he preguntado si realmente me estaba contando la verdad, pero es cierto que ahora, estando la situación como está, no tiene ninguna necesidad de mentir. No lo sé. Lo que está claro es que si lo que cuenta es cierto, lo que ha pasado en mi vida no es nada comparado con su historia.

Me voy a dormir. Mantendré encendida la radio a la espera de algún reporte nuevo. Saludos a todos. Mi nombre es José Antonio y estoy emitiendo desde el otro lado.

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