jueves, 24 de diciembre de 2009

Desde el otro lado. Entrada VI

Hola de nuevo. No hace mucho que os envié un reporte, pero la lluvia cae con fuerza en mi ciudad y el aburrimiento en el que me encuentro, me ha hecho encender la radio y ponerme a escuchar vuestras noticias.

Desde que estoy aquí encerrado, mis mejores amigos son mis libros. Me he pasado semanas saqueando las casas de mi vecindario para hacerme con los libros de sus estanterías. Habré recogido cerca de dos mil de ellos, y los tengo almacenados en las casas de este bloque. Tengo lectura para al menos dos vidas.

Mientras buscaba en una de las casas, he encontrado un viejo cassette. No sé si sabéis lo que es. Aquí en España lo llamábamos Walkman, pero no sé si en los demás lugares del mundo se llamaba así. El caso es que mi vena científica ha saltado por los aires y me he puesto a cacharrear con él.

Lo he modificado, y ahora cada vez que alguien llama a mi radiofrecuencia, el cacharro salta y graba lo que sea que me cuente el reportado, permitiéndome escuchar vuestros reportes a cualquier hora del día.

Esta noche he captado varios de ellos, pero sobre todo, ha habido uno me ha llamado sobreanamente la atención. Si os esperáis un momento, lo pongo en el cassette para que podáis escuchar al afectado con su propia voz. La calidad del sonido no es muy buena, ya que las cintas de las que dispongo están un poco trilladas, pero es lo único que he encontrado. Me he tenido que deshacer de una cinta de Greatest Hits de Queen. No me lo perdonaré en la vida.

Bueno, ahí va:

No sé si podrás oirme pues no sé usar este chisme. Este maldito aparato, que lleva dos semanas martirizando mis oidos, ha provocado que deje la seguridad de mi refugio subterráneo y me adentre en el caos en el que se ha convertido mi pueblo.

Los bombardeos han destruido todo y el único sitio para ocultarse es bajo tierra. Salir a la calle de día es un suicido si no estás con ellos y, si te los topas, no debes hacerles frente. El caos y la miseria han comenzado a reinar en este pueblo que, si antes de todo nadie conocía, ahora es un vacío.

Hay que vivir de noche y dormir de día. Pensar siempre a la contraria que el grupo de "Los repobladores", esquivarlos siempre y no dejar pistas de tu existencia, pues si encuentran una acabarán localizándote.

Soy español pero vivo en Zermatt, un pueblecito pequeño y perdido en la inmensidad de los Alpes suizos que hacen de frontera con el norte de Italia. Ya no queda nada.

La gente huyó en el último tren de cremallera que bajaba de la montaña y el que no lo consiguió solo tenía dos opciones, vivir aislado o bajar a pie por la infinita blancura de este lugar. Yo no tuve ocasión de elegir. Con la primera batida de bombardeos caí inconsciente al golpearme los restos de una onda explosiva que destruyó una casa cercana. Quedé tumbado a los pies de mi cama y no me enteré de nada, pero si imagino lo que pasó.

Cuando desperté, la sangre cubría mi cabeza desde la nuca a la cara, dejando al descubierto una más que generosa brecha en el lado derecho de mi cráneo. El color rojo llenaba el suelo y mis ropas, el destrozo a mi alrededor era significativo y una pregunta hizo saltar las alarmas en mi cabeza:"¿Donde estaba mi familia?". Alarmado y con el pulso a punto del infarto, removí escombros y muebles destrozados, levanté mesas, sillas y sillones, volteé camas y sofás, abrí armarios e, inundado de la mayor de las angustias, bajé al sótano para encontrarme con la nada. Allí no estaban. Allí no había nadie.

Espantado, salí a la calle y corrí a la estación del tren, único medio de subir y bajar a la civilización, para descubrir que la ira, la violencia y la crueldad humana puede ser la mayor de las maldades que Dios creó para el hombre, sea rico o pobre, joven o anciano, hombre o mujer. El horror se dibujó en mi rostro y, aún hoy, me acompaña en mis sueños.

Debería trasladar este chisme al refugio para poder hablar con más seguridad. Es extraño que "Los repobladores" no lo hayan oído y no se hayan apoderado de él, pues yo, desde el otro extremo del pueblo lo oigo todas las mañanas durante un rato. Hace tiempo que no les oigo cazar, ni disparar ni pelearse entre ellos. Están muy callados y eso me preocupa.

Los bombardeos no han cesado y en la lejanía oigo como aplastan un pueblo tras otro. Ya no tengo miedo.

Cuando recuperé la compostura al llegar a la estación y hacer frente al infierno que allí había, mis piernas corrieron como poseidas en dirección a la parte superior del pueblo, dejando atrás todo el caos y la degeneración que se había anidado en él, para ocultarme en la oscuridad de una helada caverna.

Durante horas, las imagenes de cuerpos mutilados por las bombas y siendo devorados por los locos supervivientes llenaron mi cabeza, mientras aquellos descerebrados acorralaban a una madre y a su hija y las sodomizaban. Sus gritos de horror, de súplica, y el abrazo agonizante entre ellas ante la imparable consecuencia de aquel caos, las obligó a suicidarse antes de que el fatal fin llegara destrozar sus recuerdos.

"Los repobladores" son ocho y juro ante Dios que ellos no vivirán en el mismo mundo que yo. Ya no queda mucha gente en el pueblo y los que no somos de ellos vivimos ocultos.

Soy David y aquella madre era mi esposa y aquella hija era mi hija. No sé cómo y no sé cuándo, pero lo que si sé es que acabaré con ellos uno a uno.

Debo dejar de hablar o me descubrirán. No sé cuando volveré a hablar, pero espero que en mi próxima comunicación te cuente alguna de sus muertes.


Yo no sé a vosotros, pero a mi hay algo que me llama especialmente la atención de este compañero. He escuchado decenas de reportes con centenares de historias diferente. Y lo que me ha llamado la atención, es la obsesión del ser humano por reunirse en grupos para hacer el mal y hacerse con el poder, y además dar nombre a esos grupos de criminales. Los Cazadores, Los Repobladores, La Fuerza Nueva... Dios, me da asco pertenecer a esta especie, de verdad.

Bueno, os dejo, que tengo que terminar de leerme el libro con el que estoy ahora liado. Supongo que todos lo conocéis. Se titula La Fundación, de Isaac Asimov. No está mal, aunque tiene un comienzo un poco aburrido.

Espero que a mi vuelta no tenga que contaros malas noticias. Mientras tanto, ya lo sabéis. Soy José Antonio. No estais solos y yo estoy emitiendo desde el otro lado.

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