lunes, 5 de abril de 2010

Desde el otro lado. Entrada XXXII

Buenas noches a todos aquellos que me escuchen en este presente tan oscuro que hemos heredado. Nada nuevo que decir, y nada nuevo que contar en estos últimos días que he estado desconectado. Un pequeño problema con mis acumuladores me han dejado sin corriente durante un tiempo. Pero ya estamos aquí de nuevo para seguir con la historia que había dejado colgada.

Ya sabéis que en mi última narración os contaba el cómo levantaba el campamento improvisado a los pies del enorme cráter, mientras Ida, me acompañaba detrás mío. Pues bien, continuemos desde allí.

Comenzamos a descender la pronunciada pendiente. Costaba mucho bajar por las paredes del agujero, ya que aunque no estaban lo suficientemente empinadas como para que un tropiezo supusiera la muerte, si es cierto que todo el perímetro estaba salpicado por trozos de aquello que había caido allí, y estos eran afilados pedazos de metal ennegrecidos que, posiblemente, si nos propiciaban algún corte infectarían la herida en cuestión de horas. Nunca bajéis de noche y sin luces por un cráter de doscientos metros de profundidad. Es una de las cosas más difíciles de las que os podáis imaginar.

Mientras bajábamos con cuidado, mis ojos no dejaban de mirar hacia todas direcciones en busca de algún indicio de movimiento extraño. Era improbable que un impacto de este calibre no hubiera atraido a nadie a curiosear, y menos probable aún era que si alguien se había acercado, no nos hubiera localizado. Yo por si acaso tenía el rifle cargado y con el seguro quitado en vistas a algún encuentro inesperado.

Cuando ya estábamos a mitad de camino, notamos cómo el calor comenzaba a hacernos mella. Allí abajo debían haber al menos quince grados más que en la parte superior, y eso que arriba no habían mas de cinco o seis grados. Tuvimos que hacer una parada para despojarme de una de la camisetas de interior que yo llevaba puestas, ya que me estaba cociendo por dentro. Ida me la pidió, ya que ella, debajo del neopreno no llevaba nada y, evidentemente, aquello que era como una seguna piel no le dejaba transpirar correctamete. Volviéndose un momento, se desabrochó la cremallera hasta la cintura y sacó sus brazos de las mangas, dejando la parte de arriba colgando de sus riñones por la parte de la espalda. Se puso mi camiseta térmica completamente sudada. No debió importarle mucho, por lo que proseguimos nuestro camino.

Desde aquella altura seguíamos sin definir qué podría ser aquello que se había estrellado. Su composición metálica y su color predominante blanco, nos decía que aquello era artificial, pero era evidente que no era un satélite. O al menos así me lo parecía a mi, que creo que no hay satélites tan grandes como para hacer un agujero de ese tamaño.

En un momento que paramos a tomar un trago de agua, un movimiento llamó mi atención. Varias piedras apelmazadas de barro y corrientes de arena, comenzaron a caer desde la parte de arriba, dejándonos a ambos sumidos en un profundo estado de silencio y concentración. Miramos hacia todos los lados, pero nuestra vista no llegaba a más de treinta metros haca arriba. La luna aquella noche no había salido, por lo que nuestra visión era muy reducida, solo ayudada por las pocas estrellas que aparecían entre las nubes. Tras quince minutos allí parados y atentos a cualquier indicio de movimiento, proseguimos el descenso, pero esta vez más despacio que en el anterior tramo, por miedo a que nos estuvieran vigilando, o en el peor de los casos, siguiéndonos.

Seguíamos bajando, y el calor seguía siendo sofocante. El humo que subía hacia las alturas provocaba que nos llorasen los ojos, y teníamos que hacer grandes esfuerzos para que que el sonido de nuestras toses no llegaran hasta arriba. Por fin, y despues de mucho trabajo, llegamos a la parte de abajo, el punto en el que más al descubierto nos podríamos encontrar. Junto al amasijo de hierros y cristales en forma de antorcha gigantesca.

Aquella masa de chapa, pintura, cristales y objetos desconocidos para mi, me sumieron en un letargo de asombro imposible de explicar. Al principio, cuando comencé a dar vuelas alrededor de aquello que estaba aun en llamas en el fondo del cráter, mi cabeza no era capaz de asumir qué era lo que se encontraba frente a mi, calentándome la cara.

Dejé la mochila en el suelo para poder inspeccionar a conciencia el objeto caído. Tardé más de cinco minutos en adivinar qué era aquello, y no lo hice por mí mismo, sino gracias a un trozo de casi tres metros de chapa de color blanco que no estaba muy mal conservado después del destrozo que estaba organizando el fuego. En aquel pedazo de acero, habían tres pegatinas en forma de letras de color negro muy grandes. Esas letras eran ISS, que por sí solas no decían absolutamente nada. Hasta que mi atención se centró en el cuerpo de Ida, que no paraba de hacer aspavientos con sus brazos, indicándome que me acercara hasta su posición. Fue entonces cuando lo entendí.

Era la International Space Station. En cristiano, la Estación Espacial Internacional. ISS, junto a la pegatina de color azul con las letras de color blanco y las estrellitas de fondo y una elipse con forma de estrella fugaz, rodeando todo el conjunto. Esa era la imagen que me estaba mostrando Ida, y que encencieron el chip de mi interior. La puta NASA.

¡La Estación Espacial Internacional, empotrada en algún lugar del sur de Madrid, y yo tocándola con mis propios dedos! Mi estado de éxtasis iba en aumento. Comencé a dar vueltas por la zona del siniestro como un niño que recibe su bicicleta en el día de reyes, en busca de algo que me indicara el por qué se había estrellado allí, o algo que me pudiese servir para un futuro. En mi ensimismamiento por encontrar algo de valor, perdí de vista a Ida, lo que me costó el golpe que recibí en la nuca y que me sumió en un letargo nada agradable para mi.

Cuando me desperté, estaba desnudo,maniatado y tirado en el suelo. Lo primero que me vino a la cabeza era la traición de Ida. No podía creerlo. La había dado de comer, la había ayudado a despertar de su depresión, la había ayudado a escapar de la soledad, y así me lo había pagado. Con la traición. Me había vendido a mis perseguidores.

No veía nada, ya que la noche había caido por completo, y mi cuerpo temblaba de manera irrefrenable sin que nada pudiera hacer para franarlo. Tenía la visión llena de motitas oscuras y sólo distinguía un pequeño fuego a unos tres metros de distancia, aunque su calor no llegaba hasta mi posición. Por suerte mis oídos sí funcionaban bien, y pude escuchar la voz de dos hombres y una mujer que se encontraban enfrascados en una discusión.

Debatían el qué hacer conmigo. Hablaban de matarme y cocinarme allí mismo, y por supuesto alimentarse de mis restos hasta que cayera el día. Con lo que sobrara de mi cuerpo ya mutilado, lo envolverían en mis propias ropas y lo meterían en las mochilas, para ir camino del pueblo más cercano, que era el que se encontraba a cuatro kilómetros del mío. Por lo tanto, estos no eran mis perseguidores, o al menos, no los compañeros de aquel al que enterré en mi jardín y al que le robé su flamante rifle.

A medida que pasaban los minutos, mi cuerpo temblaba más y más, y mi mente abotargada parecía que se iba recuperando del golpe. Mi nuca estaba dolorida hasta el extremo, y mi visión se iba pareciendo cada vez más a la que tenía antes de recibir el golpe. Por más que me esforzaba, no escuchaba la voz de Ida, y eso me ponía nervioso. Quería verla la cara para poder gritarla y mostrarla todo el odio que tenía dentro de mi. Pero no estaba allí.

De vez en cuando alguno de ellos se acercaba al fuego, y yo, sin abrir mucho los ojos intentaba distinguir su cara, pero me era imposible, estos aun no se habían recobrado del todo. Seguían hablando del tuétano de mis huesos y del amargo de mis vísceras. Discutían sobre si era mejor comenzar a comerse mi espalda, o mejor por el estómago y las tripas, ya que si dejaban que pasasen unos días, se habrían podrido, ya que estaban muy lejos de cualquier fuente de agua que les proporcionara algo de limpieza para las bacterias de mis intestinos.

Discutían sobre la importancia de lavar bien toda mi carne, haciendo referencia a un tal Juan, primo de una de las mujeres, que había muerto por no haber lavado bien la carne de una niña pequeña por el ansia del hambre. Había fallecido bajo innumerables dolores de estómago y ahogado por los fluidos de su propia sangre emanando de su boca. Esa era la lástima, que no se atragantaran con alguno de los trozos de mi carne mientras se alimentaran de mi cuerpo. Tampoco lo vería para disfrutarlo.

Y aquí lo dejo de nuevo, que tanto hablar de comida me está entrando hambre. Mas tarde volveré a hablar con vosotros. El camino hacia la ISS ha cambiado mis hábitos de sueño, y ahora, en vez de vivir de día, vivo de noche.

Saludos para todos Desde el otro lado. Y no os preocupéis por los caníbales, que como podéis ver, al final no se comieron nada de mí. Ups, lo siento, os he jodido el final de la historia....

3 comentarios:

  1. Hombre, tampoco es que hayas hecho un spoiler. Se supone que estás vivo, o si no serías un espíritu... Y los únicos seres raros de "Desde el otro lado" son los chupasangres de Broncas... XD

    Así que la ISS, ¿Por qué será que no me sorprende? ¡Ah, claro! Porque ya lo pensé en su día... XD

    Hasta el próximo comunicado, Sumo Inquisidor.

    PD: ¿Qué estará ocurriendo en la Alquería? Mmm...

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  2. Mi señor Nazgul, como siempre es un placer todos sus escritos y me encantaria tener su capacidad de imaginación, la mia, en estos momentos está bajo mínimos.
    Siga asi, sus lectores se lo agradecemos.
    Spartan (alias..... Namor en otra vida)

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  3. Gracias a ambos por vuestro comentario. La verdad es que mimente lleva bastante tiempo en ebullición, pero me es casi imposible llevar a cabo todo lo que tengo aquí dentro, ya que después de terminar con esto (que no sé cuando lo haré) tengo pendiente el Resurgir de África, que si no le habéis echado un ojo, lo tenéis en Gisicom algo avanzado pero sin actualizar. Tan solo Gata lo ha leido.

    Respecto a las historias espero que comencéis a hablarme. Echo de menos vuestras voces mezcladas con la estática. Por cierto que a todos aquellos que me hayan hablado alguna vez, tenéis un Mp en alguna Galaxia cercana...

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