jueves, 1 de abril de 2010

Descendientes de la penumbra. Parte 3

Pero todo estaba ya escrito, y aquel que se acababa de despojar de la prenda de cuero, ya había ganado la partida a sus agresores desde el mismo momento en el que se vió rodeado. De nuevo, rápido como el viento y mientras el cuerpo de su agresor volaba hacia él con decidida intención, el sonido del metal al frotar sobre el metal, cambió la cara del agresor en el aire, y no pudo evitar lo que ocurrió a continuación. Con un zumbido indescriptible, un charco de sangre embadurnó a Gabriel, y frente a sus pies, caia el cuerpo sin vida de su tercera víctima, que , en el aire, le fue imposible cambiar el rumbo, y ahora se encontraba en el suelo, tendido boca arrib, con un tajo en el pecho y la cabeza separada de su cuello. Ya sólo quedaba uno de ellos, porque el segundo había sido atravesado desde la sien derecha por la daga del decapitado, al no poder evitar el nuevo movimiento milimetrado del cuerpo de Gabriel.
El cuerto en discordia, ya a la desesperada al haber sido esquivado por dos veces, se abalanzó sobre Gabriel, pero sin entender el por qué, su pecho se lo impidió al chocar sobre algo duro. Intentó avanzar pero no podía. Miró hacia abajo, y vió como un charco de sangre mojaba sus piernas, originado por la enorme incisión localizada en su torso. Su tórax estaba atravesado por la Katana negra de Gabriel, que a su vez, estaba clavada en la puerta de madera de un bas de la acera. Cómo había hecho todo aquello sin que él lo viese, nunca lo entendería, pero allí estaba empalado, frente a alguien que se movía rápido como un demonio, y perdiendo toda la sangre que llenaba su preciado cuerpo.

-¿No te parece curioso su nombre?- Comenzó a hablar Gabriel con una sonrisa, mientras su cuerpo se acercaba al desgraciado alli empalado, y limpiándose con un pañuelo blanco las manchas de sangre de su cara.
-¡Vete al Infierno!-Gritó el empalado, mientras con su mano derecha sujetaba firmemete la daga de blanca empuñadura-¿Qué nombre?
Chillaba como un chiquillo asustado, mientras su boca y su blanca dentadura se iba tornando poco a poco color carmesí.
-Se llama La Sentencia-contestó Gabriel, mientras le cogía del cuello- El Bar de copas en el que estás clavado, se llama La Sentencia. Irónico verdad. Que gracioso es el léxico castellano. Vas a morir a las puertas de La Sentencia, que por supuesto, yo mismo te expenderé.
Con la sangre fría de la experiencia acumulada, y sin soltar su cuello, con la otra mano cogió la daga de el antes agresor, pero este se resistió, forcejeando con él. Soltó su cuello, y le asestó un brutal cabezazo que obligó al dolorido contrincante a ahogar un grito y echar la cabeza hacia atrás. Gabriel, con las dos manos libres ahora, sujetó la mano derecha que se aferraba al puñal y se la pegó al hombro izquierdo. Le quitó con la otra mano el arma, y con una tranquilidad de cirujano, atravesó con la misma, la mano y el hombro del apaleado, muy despacio, cercirándose del dolor de este.
-¡Hijo de puta, desgraciado!- Chillaba este de dolor-¡Soy Ovidio, Hijo de Julio Paganum!¡No sabes lo que estás haciendo! Verás cuando en cuestión de minutos aparezca aquí con sus hombres, lamentarás haber nacido!
El dolor de la espada en su pecho, no era nada comparado con el dolor de su mano, que le subía por la espalda, atenazándole la mismísima médula espinal.
Gabriel rió, de una manera maliciosa, mientras miraba al autoproclamado Ovidio. Apoyó su mano sobre el hombro aun sano de este y comenzó a reir a caracajada limpia. Tres golpes secos, originados por los puños de Gabriel, impactaron contra la cara del sangrante, parando en seco los gritos de su víctima.
-¿Tu padre? ¿El viejo Julio?...je...jejeje-Comenzó a reir de nuevo Gabriel- ¿El mismo Julio Paganum que vive en Conde Orgaz, en esa mansión lujosa digna de jugadores de fútbol?¿La misma que a la entrada tiene tres matones de trajes negros, y otros tres dand vueltas por la casa ataviados con la misma ropa que los de fuera y con sendas ametralladoras colgando de sus hombros? Mmmm...me parece que no van a poder venir a socorrerte. Al no ser que hayan encontrado la manera de volver del Averno. Más que nada, porque la solución de ácido que les he aplicado a sus cuerpos, no es que sea muy alentadora para lo que propones...¿Sabes?- Seguía deleitandose Gabriel- Creo que debe ser horrible saber que te estás muriendo, y que no puedes hacer nada por evitarlo. Más o menos como te pasa a tí...
La cara de Ovidio, a medida que iba escuchando las palabras de su interlocutor, se fue tornando de un pálido extremo, casi cerúleo.
-Nnn...no puede ser...me... me estás engañando. En la mansión al menos habían diez hombres, y eso si contar con mi padre...no te creo...es... es imposible que hayas acabado con ellos tú solo. -La cara de Ovidio cada vez mostraba mas rabia, mas odio, y se reflejaba en el grosor de las venas de su sien derecha, y en el color que estaban tomando sus ojos, inyectándose en sangre mientras miraba al objetivo de sus blasfemias- Es imposible que hayas acabado con ellos tú solo- Terminó Ovidio, mientras su tono y su voz, bajaban al menos dos octavas de volumen.
Gabriel levantó la vista, y miró a los ojos de Ovidio fijamente.
-¿Sabes? Es irónico. E insultante a la vez, si me lo permites.- Indicó Gabriel- Después de tanto tiempopresumiendo de la inmortalidad de vuestro apellido, mañana, a estas horas, el único miembro de vuestra familia que permanecerá inmortal hasta el día del Juicio Final, será Elsa, tu hermana. Una paradoja, si no ignoramos el hecho de que ella, era la única no vampira de la familia. ¿Y sabes por qué? Porque mientras ella descansa desde hace veinte años bajo tierra y con una losa cincelada con la fecha de su muerte, vosotros seréis extinguidos de la Historia por mis manos. Ella será inmortal en el tiempo, porque su nombre seguirá allí, esculpido en la piedra de su losa durante eones, y vosotros y todo lo que os concierne a tí y a tu apellido, desapareceréis como si nunca hubieseis existido.
- No puede ser...-Interrumpió Ovidio a aquel hombre corpulento que se encontraba a escasos centímetros de su rostro- Eres...eres Gabriel. Gabriel de Roses...Pero...entonces...¿esa es la razón por la que has aniquiado nuestra Estirpe?
El cuerpo del vampiro comenzó a sufrir convulsiones mientras la herida del pecho sangraba cada vez mas abundantemente.
-Vaya. Veo que me conoces, señor-importante-de-la-familia-Paganum.Pues si es así, no hace falta que sigamos mas tiempo con esto. Ya sabes cual es la razón de tu muerte. Expía tus pecados porque este es el último aliento de vida que te regala Gabriel de Roses- Giró sobre sí mismo y comenzó a andar hacia uno de los cadáveres que estaban en el suelo.
Además-Prosiguió Gabriel- Debe de estar a punto de llegar la policía. Seguramente tu amiga la rubita ya ha bedido alertarlos...
Ovidio comezó a agitarse, en un vago intento de deshacerse de la katana que habitaba en su pecho, pero le era imposible. Estaba encayada desde la empuñadura. El hombre que estaba frente a él, era mas fuerte de lo que pensaba, y le había incrustado el arma, hasta el mango.
-¿Por qué lo haces?¿Por qué nos eliminas? -Decía el empalado casi llorando, a la desesperada, y olvidando por completo el ego que carazterizaba a los de su estirpe.
-Lo hago porque me dais asco, tú y los de tu especie. Todos y cada uno de los que son como tú. Vosotros sois los causantes de la muerte de tu hermana, por ello acabaré hasta con el último de los tuyos si es necesario, para vengar su muerte.

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