viernes, 18 de junio de 2010

Desde el otro lado. Entrada XLIII

No me puedo entretener mucho ya que estoy preparándome la cena, pero como he recibido esto hace unos minutos, me veo en la obligación de mostrárselo a todo el mundo, ya que seguro que estábais preocupados al igual que yo.

Más tarde intentaré ponerme en contacto con vosotros para contaros un par de cosas que me han sucedido, nada graves, pero dignas de mencionar. Una semana sin hablar con vosotros dan para muchas cosas, os lo aseguro.

De momento os dejo con Vinatea o Alex, como prefiráis, el muchacho de Valencia y la condenada alquería.

Por fin me he enterado de lo que es....

A ver… ¡Ahora! Hola a todos, soy Vinatea, desde la alquería, en Valencia. Ya vuelvo a estar aquí, contándoos nuestra situación que, afortunadamente, no ha cambiado casi nada. De momento por aquí se está bastante tranquilo…

Primero que todo, quiero darle las gracias a José Antonio por avisarnos con lo del pozo de los muertos ¡Mira que no ocurrírsenos a ninguno! Joder, parece mentira que caigamos en esos errores… Ya está resuelto, menos mal que teníamos algunas garrafas de gasolina de cuando recorrimos los alrededores para recoger todo lo, digamos, interesante… Y no parece que esté el agua intoxicada... Pero nos vamos con un ojo, que ya, ya…

También quiero pediros disculpas, una vez más, por retrasarme en dar noticias. En una alquería siempre hay cosas que hacer, y si a eso le añades las guardias, reparar los daños causados por el temporal de viento, y alguna otra cosa, ni os cuento… Desde luego, no tenemos tiempo para aburrirnos…

Entre otras cosas, he estado fuera parte de estos días, junto con Flora, recorriendo una vez más los edificios cercanos: Alquerías, barracas y otras casas de campo… No las tenía todas conmigo con los muertos que encontramos, y la opinión de José Antonio no hizo más que alentar mis dudas, así que optamos por hacer una, mmm, descubierta a ver si había algo raro… ¡Y nada de nada! No ha quedado un solo alma por los alrededores, aparte de nosotros siete, claro.


He mencionado las guardias, pero creo que al final no os conté nada, solo las mencioné y comenté que no teníamos valla… Pues eso. Hace un par de meses tuvimos un temporal de viento de esos que hacen historia, como nunca he visto en mis 27 años… ¡Qué coño! ¡Si hasta sorprendió a Arturo, que rondará los cincuenta! Dejó la tira de destrozos, varios árboles y algunas cosechas dañadas, y algunos desperfectos en los edificios de la alquería, como he dicho antes. Y lo peor de todo: Nos hemos quedado sin valla electrificada.

Ya está de nuevo en pie, en su mayor parte, pero no sé qué coño se ha jodido, que no hay manera de hacerla funcionar. No pasa corriente, no llega hasta la verja ¡Y, leches, sin corriente no sirve ni de adorno! De todas formas, tampoco nos servía para mucho, si se piensa… Los perros salvajes ya hace la tira que no se acercan por los terrenos de la alquería, supongo que ya los consideran terreno vetado o peligroso, y si se acerca alguien la valla tampoco serviría de mucho. No pasaba suficiente corriente como para electrocutar a una persona…

De momento hemos optado por volver al sistema de vigilancias, como os decía, con alguno de nosotros destacado en cierto punto desde el que se tiene una excelente panorámica de la zona. Y aunque digo “alguno de nosotros”, debería de decir Arturo y Bekele, que son los que más guardias hacen… El uno por ser cazador, y el otro por alguna razón que no conozco, ni tampoco me importa, parecen estar hechos para aguantar horas y horas entre la maleza vigilantes.

¿Yo? Pues también hago algunas guardias, al igual que Flora, pero no es lo nuestro… Flora es una cabeza loca, y se despista con una mariposa que pase, y yo, ¡Je! Soy lo que se llama un culo de mal asiento ¡No puedo estarme quieto! Así que imaginaos menuda mierda de vigilante que puedo llegar a ser.

En fin, lo que no ayudamos por un lado, lo hacemos por otro ¡Quién me iba a decir a mí que algún día sabría algo de agricultura! ¡Ay!, si me viera mi padre… Seguro que diría “¿Quién es usted y que ha hecho con mi hijo?”… Mierda, le echo muchísimo de menos…


Poco me queda que añadir… Mmm… Recuerdo que José Antonio preguntaba qué es una alquería ¿No? Pues a ver si puedo explicarlo más o menos. Y sin dar detalles demasiado descriptivos de nuestra alquería, que no me fío de todos los que puedan estar al otro lado… Ya me entendéis…

Una alquería es, en líneas generales, una casa rural, agrícola ¡Una especie de granja, vamos! Es, o era, bastante habitual de aquí, de Valencia, aunque creo que en otras partes de la península también hay… Puede que en el sur, por aquello de que es una palabra procedente del árabe… No sé… De aquellas no tengo ni iea, pero las de aquí al menos, las de Valencia, suelen estar rodeadas de huertas y cultivos. Todas las que he visto por la zona son bastante sencillas, de una o dos plantas, y tienen algún otro edificio cercano y auxiliar... Ya sabéis, de cobertizo y esas cosas.

La nuestra es de una sola planta, como la mayoría de las de la zona… Con ese detalle, si alguien de por aquí intenta localizarla, lo tendrá muuuuy difícil, je je je… Arriba tenemos las habitaciones, la de matrimonio, en la que duermen Amparo y su hija; la que antes usaba la pequeña, y ahora comparten Flora y Laura, que por cierto últimamente está más abierta y habladora; y la de huéspedes, donde dormimos los chicos, cuando no estamos de guardia… Bueno, duermen ellos dos, Arturo y Bekele, porque entre los ronquidos del uno y la respiración profunda del otro, no hay quien duerma… Mmmm, lo siento, seguro que más de uno daría esas horas de insomnio por compartir esta pesadilla con alguien cercano…

Muchos de esas horas las aprovecho para leer. No con la luz eléctrica, que solemos evitarla durante la noche, pero si con cresols, es decir candiles, y similares… Me bajo a la planta baja, y paso una o dos horas tranquilamente, hasta que me entra el sueño… Poco a poco he ido recopilando libros en los edificios que revisamos y ¡Menuda colección tenemos ahora! Creo que en eso tenemos mucho en común, José Antonio…

En fin, poco más tengo que añadir. Como ya os decía, aquí estamos bastante tran-[BOOOOM] ¡¡¡¿QUÉ COÑO HA SIDO ESO?!!! [PASOS ACELERADOS]

- Alex, ¿Qué ha pasado?
- No tengo ni idea, Flora… Espera… [PASOS ACELERADOS] Joooder, mira eso…
- ¿Eso es humo?
- ¡Avisa al resto! ¡Ahora voy!

Ya habéis oído ¿No? No sé qué puñetas habrá pasado, pero hay humo a unos quilómetros al noroeste… Ya os contaré…

Un abrazo desde la alquería.

Joder, si antes digo que esto estaba tranquilo…


Como os he dicho, veré si puedo conectarme en un rato. Si no me es posible, mañana a esta misma hora lo haré. No me eschéis de menos.

Saludos desde el otro lado.

viernes, 11 de junio de 2010

Desde el otro lado. Entrada XLII

Hola a todos de nuevo. Os echaba de menos, y eso que tan sólo han pasado tres días desde la última vez que hablamos.

Mi diarrea ha desaparecido por completo pero aun me duele el costado derecho. Cualquier movimiento brusco que hago me hace ver las estrellas, y girarme me supone un titánico esfuerzo. Aun así, creo que cada vez estoy mejor, y lo noto en que a cada día que pasa, me dura más horas el efecto de las hojas masticadas de sauce.

Esta mañana me he levantado temprano para realizar el mantenimiento de las verduras que tengo en el huerto, además de que tenía que limpiar un poco el corral de las gallinas. En el corral me he encontrado con una sorpresa inesperada, que ahora pasaré a contaros.

Eran las cuatro de la mañana cuando he salido en dirección a la huerta que tengo improvisada. En casa, en dos de los patios de mi edificio tengo plantados tomates, pimientos y berenjenas, pero al estar algo resguardadas, creo que hasta que no llegue el final de la primavera no podré recogerlas. Aunque cuando lo haga, creo que me van a sobrar bastantes, por lo que tendré que buscar entre mis libros la manera de conservar toda la cosecha sobrante porque me da mucha pena que al final tenga que tirarla.

El caso es que cuando he llegado a la huerta, me he quedado anonadado. Hacía tres o cuatro semanas que no me pasaba por allí, y las matas la verdad es que estaban impresionantes. Este es el primer año que plantaba verduras de verdad, y no sabía cómo iba a acabar la experiencia, pero no me puedo quejar. Creo que más del sesenta por ciento de lo que he plantado me va a salir en perfectas condiciones.

Como no he usado nada de químicos, no tengo miedo de consumir estas verduras, por lo que este año me van a salir pepitas hasta por las orejas. No voy a engañaros, de vez en cuando echo de menos un poco de alimento transgénico.

He recogido varios kilos de patatas tempranas. Las planté allá por octubre y ya están empezando a hacer su aparición por entre la tierra del patio del colegio. Me he roto un par de uñas hasta casi la raíz, y me he llenado de tierra y barro hasta los codos pero me ha merecido la pena ya que son bastante grandes y tienen buen color.

Bueno, me pongo con el corral. Éste lo ubiqué dentro de una nave industrial que está en medio del campo. Estaba por allí, buscando cualquier cosa que me pudiera servir para algo, cuando un movimiento captó mi atención. Entré allí a investigar, y descubrí que alguien, posiblemente un guarda o un conserje que trabajaba en aquella nave se había fabricado un pequeño cobertizo con maderas y contrachapados de manera muy rústica. Y allí dentro, encerradas con malla de alambre había un montón de gallinas picoteando por aquí y por allí, alimentándose de lo que encontraban por el suelo. Habían muchísimas, más de las que podía contener el improvisado corral, por lo que deduje que llevaban allí abandonadas desde hacía mucho tiempo. Abrí aquel recinto y las dejé sueltas por todo el terreno industrial a su aire.

Pronto empezaron a anidar por allí fuera, en el exterior del cobertizo y a poner huevos en cualquier sitio. Yo me preocupaba de tener siempre los comederos en el mismo sitio y llenos de comida, y así ellas siempre estaban por allí cuando yo llegaba prestas a devorar cualquier cosa que les tirara al suelo.

Pronto me quedé sin comida, pero la suerte me sonreía. Al estar en medio del campo y el terreno abandonado como estaba, aquello era un buffet libre de todo tipo de semillas, por lo que a las gallinas nunca les faltaba nada que echarse a los picos. Tenían árboles, matorrales, maquinaria vieja y oxidada, un cobertizo en el que dormir cuando hacía frío y un agujero hecho con una máquina excavadora y lleno de agua que se poblaba de lombrices en cuanto este estaba a punto de rebosar.

Como os he dicho en alguna ocasión, las gallinas me dan bastantes huevos, ya que son muchas, por lo que me obligan a ir muchas veces a por ellos. No sé qué haría si no tuviera electricidad, porque al estar yo sólo no sería capaz de terminar con todos los huevos que me ponen. Normalmente, la misma gallina me pone unos cuatro o cinco huevos cada nueve o diez días. Yo siempre dejo uno de los huevos, para que así no me falten adultos. De lo que me he dado cuenta con este método es que nacen muchos gallos y luego me cuesta mucho dominarlos, porque tienen mucha mala hostia y se me tiran a la cara cuando intento ir a por los huevos. Los estoy empezando a tener miedo a los muy cabrones.

Bueno, pues hacía ya más o menos seis días que no iba por allí y esta mañana como os he dicho, me he pasado por la nave cual Caperucita Roja con cestita y todo. El ambiente era bastante gélido ya que el viento soplaba muy fuerte y la sensación térmica era bastante más baja de la que habría en realidad. Iba cagado de frío, encogido y con las manos en los bolsillos de la cazadora. Si alguien hubiera aparecido y hubiese intentado matarme, a mi no me habría dado tiempo de descubrirme las manos y haberle apuntado con mi arma.

Cuando entré en la finca de la nave, algo no iba bien. No se veía ni una sola gallina por allí, además de que en el aire había un aroma extraño, como a óxido o a hierro mojado. Era un olor acre que se metía por la nariz y se quedaba pegado a la garganta como cuando tienes un enorme resfriado en pleno invierno.

Tardé poco en encontrarme con lo que allí había pasado, aunque aun ahora no encuentro ninguna explicación lógica.

El suelo frente a la puerta del cobertizo estaba lleno de sangre, plumas y pelo, todo ello mezclado con el barro y el polvo del suelo. Había varias pisadas de unas botas grandes y éstas estaban a su vez debajo de otras marcas de pisadas de otro animal, que no sabría decir cual era. Supongo que sería algún perro, pero claro, no estoy muy seguro porque yo la verdad es que no sé distinguir las huellas de un perro, de las de un zorro o un lobo. Incluso las de un gato por allí correteando me habría puesto las cosas difíciles. El caso es que allí había un batiburrillo enorme de huellas de todo tipo y yo no sabía interpretarlas.

De la pisada de aquellas botas y mediante las marcas del barro, podía extraer la imagen de un hombre con un sombrero de explorador y la palabra Jack bajo la imagen, pero nada más. Debía ser la marca de su calzado. Todo lo demás eran miles de huellas de animal y de gallinas, y por desgracia no sabría decir de cuántos animales se trataba, posiblemente más de tres, pero no podría asegurarlo con exactitud.

Hice el recuento de gallinas, y creo echar en falta al menos cuatro de ellas y bastantes pollitos, al no ser que estuvieran escondidos por allí entre la maleza y la maquinaria oxidada expuesta a la interperie.

Intenté seguir las huellas de los animales, ya que la persona que había entrado a robarme los huevos, podría haberlo hecho por cualquier sitio, pero los perros o lo que fuera que hubiera entrado allí, solo podían haber entrado por un agujero en la alambrada, y tenía que encontrarlo para sellarlo y así evitar que volvieran a hacerlo.

No tardé mucho en encontrar lo que quería, simplemente siguiendo un pequeño rastro de sangre que se alejaba de la zona de guerra. Un agujero de un metro de diámetro en la parte de atrás de la nave, era la brecha de mi perímetro que había permitido la entrada de aquellas alimañas. Aunque también era por donde había entrado el dueño de las botas Jack. El boquete había sido hecho con un alicate o una herramienta parecida y una vez realizado este, habían empujado la alambrada hacia detrás, para así evitar cualquier tipo de arañazo con las puntas de aquella valla.

Por suerte el suelo de aquel terreno estaba lleno de trozos de alambre y retales de cuerda antiguamente utilizables, pero que ahora eran demasiado cortos para usarlos fuera de la utilidad que yo les iba a otorgar. Até de nuevo la alambrada intentando reducir la abertura, y me fui de allí para seguir echando un vistazo por la zona.

La única explicación que yo le encontraba era que el ladrón, sin fuerzas para saltar la valla, había abierto un agujero en la alambrada y se había introducido por él. Mientras estaba ocupado cogiendo alguna gallina o robando algún huevo, bajó la guardia y se introdujo por su misma puerta de entrada algún animal que a continuación le atacó, y acabaron enfrentándose. Lo que no puedo determinar es quién salió victorioso, ya que ninguno de los dos cuerpos estaba por allí, por lo que creo que ambos salieron por su propio pie tras darse un susto de muerte. Viendo las plumas por allí tiradas, diría que alguna pieza se cobraron, pero no lo sé con exactitud.

Por lo tanto, tengo dos ladrones de gallinas y de botellas de agua, y un animal que acecha a mis animales y que a la mínima oportunidad intentará introducirse de nuevo en el corral. Vaya suerte la mía.

Esto es todo lo que puedo contaros ya que por lo demás, todo sigue bien y nadie se ha puesto en contacto conmigo para decirme como les va por allí en el extranjero.

Espero ponerme pronto en contacto con todos vosotros.

Os mando saludos desde aquí, desde el otro lado. Mi nombre es José Antonio y soy la voz de la esperanza.

martes, 8 de junio de 2010

Desde el otro lado. Entrada XLI

Dos días más y noticias frescas que contaros. La última vez que os hablé, recuerdo que os conté que últimamente sentía que me estaban observando. Pues bien, no me equivocaba.

Hace ya dos días que estoy poniendo a prueba el método ese de la desinfección de agua mediante los rayos del sol. Tras estar toda una noche buscando botellas de agua cual basurero neoyorkino de los años noventa, me hice con casi sesenta de ellas, y las distribuí en varios puntos cercanos a donde tengo acceso, siendo estos la gasolinera, en la parte superior a los surtidores ya que son de chapa metálica; en el corral improvisado donde tengo las gallinas, que también es de techo metálico al ser esto el terreno de una nave industrial; mi propia casa, a la que le he añadido yo mismo las chapas que arranqué del tejadillo de un aparcamiento de la Guardia Civil del pueblo; y por último en unas casetas que hay en un refugio para huérfanos de la Guardia Civil que queda cerca de mi casa, que al estar lleno de árboles y de matorrales en su época, hoy parece un bosque salvaje dejado de la mano de Dios y en el que dudo mucho que nadie quisiera entrar allí por el peligro de lo que te pudieras encontrar entre sus árboles.

Bueno, pues resulta que me equivoqué. O alguien vive en el refugio de huérfanos, o alguien me vio poner las botellas y se ha llevado cuatro de ellas. Lo sé porque las dispensé de manera controlada en cada uno de los sitios. Veinte en mi casa, veinte en la gasolinera, diez en el corral y diez en las dependencias de la Guardia Civil. Las he colocado así más que nada por orden de cercanía, ya que si me quedaba sin agua potable por algún motivo, me sería más fácil realizar tres viajes a algún sitio cercano a mi escondite, que dos e incluso uno solo a cualquiera que estuviera más lejos, como es el caso del corral que está a lo menos dos kilómetros de aquí.

Al ir esta mañana a recoger las del Orfanato para meterlas dentro de casa y refrescarlas en el garaje he descubierto que solo habían seis. Lo primero que he hecho ha sido levantar el rifle y agudizar mis sentidos mientras un escalofrío recorría mi espalda. La sensación de ser observado se intensificaba a cada bocanada de aire que daba, y el trinar de los pájaros entre la espesura de aquel entorno unido al entrechocar de las ramas y las hojas movidas por las ardillas que recorrían el techo del bosque, no hacían sino aumentar más si cabe aquella intuición de que me estaban observando.

Evidentemente los nervios no me habían jugado una mala pasada, ni me había equivocado al hacer las cuentas de las botellas. Estaba seguro de lo que había hecho y de cómo las había dispensado en cada uno de los lugares. Por eso que el encontrarme con ese panorama me golpeó la frente como si esta se tratara de la de un preso judío en un campo de concentración nazi. El impacto me sobrevino de repente, e incluso durante unos segundos dudé de mi propia mano al colocar aquellas botellas días antes.

Como podréis entender, al principio mi propia mente me dijo que estaba equivocado, que simplemente me había hecho una idea errónea de lo que había dejado al sol. Pero no. Tras echar un nuevo vistazo a lo que tenía delante mío, me convencí de que estaba en lo cierto al ver las pisadas alrededor de la estructura de madera sobre la que había montado las chapas.

Utilizando mis mínimos conocimientos de rastreo y evitando escuchar a mi conciencia que me gritaba que me alejara de allí echando hostias, seguí las huellas que se veían marcadas en el lecho de hojas y que se alejaban hacia la parte este de la finca. Cuando llegué al lugar donde terminaban las mismas, me quedé de piedra.

Cuando mis ojos tuvieron conciencia de lo que estaban mirando, ordenaron a mi cabeza que levantara el arma con urgencia y comenzara a mirar hacia todos los lugares que pudiera. El miedo recorría mi cuerpo, y mi frente empezó a generar perladas gotas de sudor que se escurrían entre mis cejas escociéndome en los ojos.

No hacía calor, pero mi temperatura corporal había aumentado varios grados de repente. Mi corazón latía desbocado como un loco suicida se alejaba a toda velocidad dispuesto a estrellarse contra el primer vehículo que se le pusiera a tiro.

Tras unos minutos de incertidumbre, entendí que no había nadie allí. Nadie me estaba observando a pesar de los temblores que se aferraban a mis piernas.

Frente a mí, vestido con un peto vaquero, una camiseta de color negro con el logo de los Rolling Stones, unas zapatillas desgastadas por el uso y un sombrero de paja completamente desvencijado, me miraba con sus ojos hechos con botones un espantapájaros enclavado en una cruz de madera. Sobre su pecho de paja, en el lado izquierdo tenía un trozo de cartón sujeto con un clavo oxidado en el que podía leer perfectamente unas palabras escritas con rotulador rojo.

Las palabras eran las siguientes:

-Si estás leyendo esto, es porque al menos tienes unos ligeros conocimientos de rastreo, aunque también eres un poco temerario ya que no sabías lo que te podías encontrar aquí. Siento haberte robado tus botellas de agua, pero me eran necesarias. Te pido perdón por los problemas que te haya podido causar, y solo te pido que te guardes mejor las espaldas, ya que dejas unas huellas muy fáciles de seguir por cualquiera con algún conocimiento de rastreo.

Josué.

PD: No te preocupes por tus botellas, que te las devolveré. Por cierto, tus gallinas ponen muy buenos huevos. Espero que no te moleste que te coja unos cuantos.

Mis manos temblaban de rabia, mientras mi mirada no paraba de posarse de árbol en árbol y de rama en rama. Todas las rocas de aquel lugar eran susceptibles de esconder al autor de la nota, y cada uno de los metros cuadrados de aquella zona que se encontraba cubierto de hojarasca podía tener bajo su espeso manto a un poderoso enemigo dispuesto a acabar conmigo allí mismo.

Pero tras pensarlo un rato, me pareció absurdo. Si aquel o aquella que había firmado la nota hubiese querido acabar conmigo, podía haberlo hecho hacía tiempo, ya que por lo que deducía de sus palabras me había estado siguiendo u observando, y conocía de mis costumbres más de lo que me gustaba. Estaba al descubierto y había puesto en peligro mi propio escondite.

No sabía cómo actuar. Quería regresar a mi refugio, pero tenía miedo de que al hacerlo, aquel que se hacía llamar Josua me estuviera espiando en ese momento desde algún sitio que yo no podía divisar y localizara de esa manera mi escondrijo. La verdad era que la situación se me estaba yendo de las manos y no sabía cómo solucionar aquel problema que me tenía tan tenso.

Sin bajar el arma y sin dejar de apuntar, decidí volver hasta aquí y seguir con mi vida como si no hubiera sucedido nada. Esta vez sí, sin dejar de mirar tras de mí para eliminar las posibles huellas que iba dejando en el camino, aunque la verdad era que no sabía cómo hacerlo.

Así que aquí estoy, después de haber dado varios rodeos antes de entrar en el escondite. He asegurado la puerta de entrada con un hilo de acero y un perno aferrado al suelo con forma de anilla. Ambos extremos del acero están acabados en una segunda pieza en forma de gancho que al darle vueltas a un tornillo del que está provisto, va tensando el hilo de acero de manera que los dos extremos son forzados a atraerse con una fuerza descomunal. Haría falta una grúa para extraer esa plancha de acero que tengo como puerta.

Me cuesta mucho el entrar a mi propio escondite, ya que tengo que hacer fuerza para mover el chapón de acero, pero mis costillas lesionadas no me dejan forzar mucho los músculos de la parte dañada.

Sigo tomándome las hojas de sauce para eliminar al máximo el dolor de mi costado, pero aun me sigue dando muchos problemas a la hora de realizar muchas de las tareas necesarias para mantener íntegra la vida que he llevado hasta hoy.

Creo que poco más os puedo contar, aparte de recordaros que no dejéis nunca de mirar atrás cada vez que salgáis de vuestro escondite, y cuando volváis a entrar. La seguridad es primordial para nuestra supervivencia y un pequeño fallo puede ser aquel que ponga al borde del precipicio nuestra vida.

Espero volver a hablar con todos vosotros en los próximos días.

Mi nombre es José Antonio, y estoy emitiendo desde el otro lado.

sábado, 5 de junio de 2010

Desde el otro lado. Entrada XL

Ya estoy aquí de nuevo. No he tardado mucho ya que no tengo mucha hambre y he cenado una simple tortilla. Hoy he recogido casi una docena de huevos. He descubierto que las gallinas me producen más huevos cuanto menos las visito. Así que a partir de ahora solo me acercaré a los corrales cada tres o cuatro días, en vez de todos los días.

Hacía mucho tiempo que no recibía un mensaje de ningún compañero. Pero ayer por fin lo recibí. Era de Larmdh, nuestro compañero argentino. Parece ser que está muy bien, contando con las penurias que ha pasado claro. Os dejo con su voz, que no sé si para vosotros lo será, pero para mí es como un bálsamo cada vez que la escucho:

Hola José, espero que puedas escuchar este mensaje.

Hace bastante que no podía usar la radio. Como te conté en mi último mensaje, pude llegar a otra de las chacras o haciendas, para que me entiendas, y luego de que curasen mis heridas, la familia se ocupó de mí mientras sufrí una gran depresión. Esta pobre familia cultivaba unos pequeños huertos y extraían agua de un pozo, pero en su humildad, compartieron conmigo todo lo que tenían. Menos la energía eléctrica de la que antes contaban, ya que sus paneles estaban rotos por una granizada, y los cables de tensión estaban caídos, por lo que no tuve forma de hacer funcionar su radio y comunicarme con mis compañeros de puesto.

En este momento me encuentro de nuevo en mi refugio con mis compañeros y con toda la familia que me ayudó, refugiada conmigo. Es que hace poco, inicié mi retorno al puesto, y en mi primer día de viaje, una extraña lluvia de meteoritos... no, en realidad, de fragmentos de metal, se abatió sobre esta zona, destruyendo todo a su paso y formando una franja de tierra arrasada por el fuego y los impactos. La lluvia comenzó a aparecer delante de mí, por lo que tuve que retroceder corriendo hacia una depresión natural del terreno que supo protegerme. Pero en seguida me di cuenta de que la lluvia de fragmentos también caía sobre la chacra. En cuanto se detuvo aquella lluvia infernal, corrí hacia la gente que me había cuidado.

Allí me encontré con un panorama desolador. Todo destruido como por efecto de una gigantesca metralla. ¡Hasta los huertos! La tierra quedó calcinada, las piedras que delimitaban el pozo de agua quedaron semiderrumbadas, y ni señales de la gente. Comencé a mover todo lo que pude, tirantes de madera, chapas, escombros,...y nada. Hasta que un sonido, un leve golpeteo, me llevó hasta levantar lo que habían sido las planchas metálicas del techo de la cocina, y como allí el golpeteo era más nítido, seguí removiendo escombros hasta una puerta en el piso de la cocina. En realidad era un cuadrado de cemento, parecido a la tapa de una cisterna, y allí, luego de quitar la tapa, estaban todos. ¡Y a salvo!

Sucedió que como era ya de tarde, estaban por comer algo en la cocina, cuando sintieron lo que se acercaba. Miraron al cielo y se dieron cuenta de que aquello no podía ser bueno. Aun sin saber qué era, atinaron a levantar la tapa de un antiguo depósito donde almacenaban vino casero, y se encerraron allí, sin tomar en cuenta que, de no haber llegado yo, podría haber sido su tumba. No había posibilidades de levantar la tapa hacia arriba nuevamente por el peso de los escombros depositados sobre ella.

Ya sin hogar, me los traje al puesto. Aquí se abastecen de energía de la red nacional interconectada. Tenemos un gran transformador que reduce la tensión, y algo todavía debe estar funcionando, porque tenemos energía, aunque solo 125 de los 220 voltios originales. Supongo que alguna de las represas hidroeléctricas sigue entregando energía a la red. Mis compañeros estuvieron toqueteando el transformador tratando de mantener los 220 voltios lo más posible, aun sin saber nada del oficio de electricista, pero en cierto punto ya no se pudo más, y de repente, se quedó así. Mientras dure, seguiré enviando mensajes, y trataré de pensar cómo proveernos de energía cuando falle la red.

No sé cual sería el origen de la lluvia de fragmentos, pero eran metálicos, así que algo se despedazó en el cielo sin que yo me enterara. Pero no creo que viniera del espacio, sino no podría identificar de ninguna forma las partículas. Estas eran grandes gotas de metal incandescente, y sobre una pequeña senda de adoquines cerca de la casa, vi como las gotas formaban una especie de capa granulada, como la escoria que produce la soldadura por arco.

Fue, como dije, algo en el cielo, pero no de tan arriba como el espacio.

Lo raro es que hace tiempo que no veo ni aviones ni helicópteros, ni nada parecido.

¿Sabes algo de eso? ¡Pero cómo vas a saberlo, si estás al otro lado del mundo! Pero como este mundo se volvió tan raro, no me extrañaría que también me digas que viste caer algo del cielo...

Ahora que tengo la radio de nuevo, y mientras no se corte la energía que queda, seguiré escuchando y transmitiendo desde Argentina, un abrazo y espero que te encuentres bien, ya que mis compañeros, con lo del transformador, no pudieron escucharlos. Chau! Hasta la próxima.


Esto es todo. Saludos para ti también compañero. Veo que no te has enterado de nada de lo que ha pasado por aquí. Te lo explico por encima para que al menos tengas una ligera idea de lo que ha pasado.

Lo que llovió por el cielo de tu país ha sido la ISS, o más conocida por todos como la Estación Espacial Internacional. Se ha estrellado aquí, cerca de mi posición, y te garantizo que por ir a mirar las he pasado canutas. Tengo un par de costillas rotas y espero que soldándose, y todo por culpa de mi curiosidad.

Al llegar allí me capturaron tres locos y me dieron una buena paliza. Si no fuera por una chica que me encontré de camino allí, estaría muerto ahora mismo. Aun así, el bagaje fue muy negativo porque al final ella murió, y lo peor de todo es que la conocía. No sé si te acordarás d Ida, una chica española que nos habló contándonos que al dormir, unas ratas se comieron los dedos de una de sus manos. Era ella.

Pero al salvarme la vida, aquellos locos la mataron pegándola un tiro. Aún no lo he superado. Ellos murieron los tres, pero no valió la pena. Está todo el mundo loco, y no puedes fiarte de nadie. ¡Me querían comer vivo allí mismo! Estuve escuchando como discutían sobre si comerme crudo o asándome un poco. Es de locos.

Uno de ellos era como un vampiro. Yo creo que estaba como una puta cabra, pero según contaron sus compañeros, se alimentaba solo de sangre, lo que me hizo acordarme de lo que nos contó Cdebroncas, el chico peruano. No sé si la habrás llegado a conocer. Si no es así, dímelo en tu siguiente reporte y te lo cuento por encima.

Saludos a todos. En unos días me pondré de nuevo en contacto con vosotros.

Como siempre os digo, emito Desde el otro lado.

Desde el otro lado. Entrada XXXIX

¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

... ... ...

... ... ...

¿Me ha parecido escuchar una voz de fondo, pero como que muy lejos. Bueno, da igual. Buenas noches a todos. Soy José Antonio y espero que todos los que alguna vez hablaron conmigo sigan ahí, al otro lado escuchando estas palabras.

Mucho tiempo ha pasado desde mi primera comunicación con vosotros, tanto, que no recuerdo sobre qué hablamos. Recuerdo mi primera transmisión al vacío de las ondas, sin esperanza de recoger nada del otro lado del auricular. Mucho tiempo invertido en sobrevivir y en ayudar a todos los que estabais ahí detrás, escuchándome y contándome vuestras vivencias. A todos vosotros, gracias.

Tengo que daros una buena noticia. Por fin he encontrado una solución a mi problema con el abastecimiento de agua potable. Y sí, lo encontré en las revistas almacenadas. Recordad esto, la palabra escrita es la mejor solución a muchos de los problemas con los que os encontréis día a día. Si andáis por la calle, por un centro comercial o por una casa abandonada, y veis un papel impreso con letras no dudéis en cogerlo o echarle un vistazo, o incluso si tenéis espacio, recogerlo y lleváoslo a casa. Os puede sacar de mil problemas. No sólo las revistas, sino las enciclopedias, las novelas, los ensayos, los cuadernos de colegio de los críos de vuestros vecinos. Hay que agudizar el ingenio, y si esto no es posible, ayudaros con el papel y la palabra, os da siempre sin recibir nada a cambio.

Volviendo al tema de la solución, os la voy a describir de inmediato antes de que se me olvide.

Bueno, el método este de desinfección del agua se denomina SODIS, con mayúsculas. ¿Por qué? Pues no tengo ni idea, pero sé que el que lo inventó fue un tío libanés. El caso es que funciona, y eso es importante. Según la revista, elimina el noventa y nueve coma nueve por ciento de los gérmenes que intervienen en la diarrea. Por lo tanto esto es muy bueno ya que una simple diarrea en las condiciones en las que nos encontramos, supone una diferencia enorme entre vida y muerte. Yo he perdido seis kilos en tan solo una semana. Fijaos si hay diferencia.

Por lo que he podido leer no vale cualquier botella de agua, deben ser de dos litros como máximo, y transparentes. No sé si valen las de cristal, pero la verdad es que en el artículo no pone nada ya que es más bien cortito. Simplemente hay que llenar las botellas de agua de algún sitio que sepamos que al menos no está contaminado con algún producto químico y esas cosas, y ponerla al sol de la mañana unas seis horas. Tras este simple mecanismo, la botella se calentará por sí misma y eliminará mediante el calor los virus y bacterias.

Los pasos más importantes aparte de los que os acabo de decir, son tumbar las botellas para que el sol incida correctamente en ellas, no utilizarlas de PVC sino de... esperar que lo mire que no conozco el material... Mmmmm... de PET. No tengo ni idea de qué material es ese, pero para diferenciar uno de otro, basta con quemar una botella de este tipo y si arde con facilidad, esa botella es de PET de ese. El PVC es muy difícil de quemar, por lo que tardaría mucho. Yo, por lo que he visto en las fotos, son las botellas esas que son así como azuladas. Aquí en España, para todos los que me estén escuchando, son las de agua mineral, o al menos, la mayoría de ellas. Tienen que ser transparentes, que no se os olvide. No valen ni las verdes, ni las naranjas ni nada de eso. Transparentes y como mucho un poco azuladas pero no azules. Si no me equivoco aquí en España había una marca que se llamaba Solán de Cabras y que la botella era de color azul oscuro. Pues esa no vale.

Es necesario que estén unas seis horas al sol, pero en la época en la que estamos, se recomiendan al menos dos días, ya que no hay muchas horas de luz en invierno. Si además de ponerlas al sol, lo hacéis sobre una superficie de chapa o metálica la botella cogerá más temperatura y será mejor. Por lo que estoy leyendo, si se pone el líquido a... un momento que lo busco... a más de cincuenta grados, se desinfecta tres veces más rápido. O sea que a darle caña.

Una cosa muy importante. No utilicéis otro recipiente para beberos ese agua, porque entonces elimináis estos pasos. Si resulta que desinfectáis el agua, y después la vertéis en un vaso que está lleno de virus, pues no vamos a ningún lado.

Aclarado esto, voy a daros otro consejo gratuito que he descubierto en la misma revista.

En Perú, hay una aldea de montaña llamada Buenavista. Por lo que parece es un pueblecito precioso que durante todo el invierno estaba cubierto por la niebla. Pues para aprovechar la niebla y conseguir el agua ponían unas mallas tendidas entre los árboles a la altura del suelo, y debajo de ellos una especie de carriles o conductos donde se escurre esa agua y que luego aprovechaban para regar o lavarse con ella.
El origen de este método, dice la revista, viene porque la tala de los árboles dificulta la retención de esa agua, por lo que no se escurre al suelo y se seca rápidamente la poquita que cae. Por eso inventaron este método. Lo curioso es que fueron unos alemanes.

Supongo que esta misma agua, si le aplicamos el método SODIS también sirve para beberse. Así que Cdebroncas, si me oyes y eres de por allí, podrías buscar a ver si encuentras eso y si no, pues intenta fabricarlas tú mismo.

Esto se extiende a los demás también. Yo voy a intentar usar las mallas de los corrales que son bastante finas y de plástico. Lo que no sé es si me saldrá bien, pero por intentar que no quede. Por lo que dice en la revista, pasaron de tener que comprar dos camiones cisterna todos los meses, a que les sobrara el agua.

La verdad es que con la revista esta he descubierto alguna cosilla que no sabía, o que al menos no aplicaba. Recomiendan lavarse las manos al menos cinco veces al día durante más de veinte segundos cada vez. Aplicando esto, se rebajó en el año dos mil uno de siete a cinco millones de muertes por diarrea en África. Y en el dos mil diez a tres millones y medio. Eran muchas, pero bajaron a la mitad y eso es importante.

De momento no tengo mucho más que decir. Espero que todos estéis bien. Me pondré a cenar y en un rato os pongo las dos emisiones que he recibido.

Saludos a todos Desde el otro lado.

Ah por cierto. Os repito que necesito que me digáis cómo hacéis para conseguir energía o agua potable. Estoy empezando a plantearme el salir de aquí y buscarme otro sitio. Tengo la sensación de que estoy siendo observado.