Hace 6 días
martes, 8 de diciembre de 2009
Viaje Jurásico
Por fin despiertas de tu viaje.Llevas mas de dos horas inconsciente, y tu cuerpo chorrea gotas de rocio de haber estado hasta este momento a la interperie. Te levantas, aturdido como si hubieras estado toda la noche bebiendo alcohol, y tu cabeza se resiente como si de una resaca se tratara.
Miras a tu alrededor, y te maravillas con la visión que te ofrecen tus ojos. Tú, un científico paleobotánico, estás en la era de los dinosaurios, en la era en la que la especie humana no era mas que un gen a punto de mutar en el ADN de un pequeño roedor.
El tamaño del bosque en el que te encuentras es asombroso. Enormes árboles tapan tu visión del cielo, pero tus oidos te permiten escuchar el hermoso sonido emitido por la garganta de algún tipo de pájaro jurásico. Las hojas de los helechos son del tamaño de una persona, y de un color verde que nunca has visto en ninguna otra planta de tu época.
Te aproximas a tu mochila, y te aseguras de que todo lo que has preparado antes de partir hacia aquí está en perfecto estado. Todo está en orden, hasta la comida y el sistema de GPS experimental que te ha proporcionado la Corporación. Te calzas la mochila al hombro, no sin antes vestirte con las ropas apropiadas para tu aventura, que con tanto empeño preparaste antes de salir.
El traje de silón, se te ciñe perfectamente al cuerpo, como si de látex se tratara. En ese mismo momento, el color negro originario del traje, comienza a tornarse del mismo color verde del que estás rodeado por tu entorno.
Echas un vistazo rápido del tiempo que te queda en esta era, y compruebas en el dispositivo de tu muñeca que te quedan tan solo veintitrés horas para reactivar la vuelta a casa.
Comienzas a andar, y el GPS te indica que te encuentras en lo que dentro de varios millones de años será Madrid, concretamente a treinta y tres kilometros de la capital, en la sierra de Guadarrama. Decenas de montañas que en un futuro estarán completamente peladas de vegetación, a excepción de algunos líquenes, hoy se encuentran repletas de vegetaciós espesa. Los insectos no paran de revolotear a tu alrededor, todos ellos, vistos por primera vez por unos ojos humanos.
Sigues avanzando y sales de la espesura del bosque de helechos, y lo que se abre ante tí, hace que tus piernas tiemblen de la emoción, y postres tus rodillas en el suelo, para poder disfrutar de lo que tienes ante tus ojos.
Un enorme claro, presidido por un lago de aguas transparentes, es el bebedero de una gigantesca manada de Apatosaurios, unos dinosaurios de tamaño medio, algo mas grandes que un humano, y con una boca semejante a la de un pato. Suspiras aliviado, sabiendo que este es un animal herbívoro. Mientras casi toda la manada está bebiendo tranquilamente en el agua, algún que otro macho vigila tanto la orilla, por si se acerca algún cocodrilo, como en los alrededores del bosque, por si algún carnívoro aparece y rompe la tranquilidad de la manada.
El cielo, es un calco del de tu época, con la diferencia de que además de estar lleno de pequeños pájaros, enormes Rhamphorhynchus surcan el cielo en círculos, en busca de presas potenciales, como peces jurásicos, y algún que otro animal muerto. Vuelves a respirar aliviado, ya que crees que este tampoco será el animal que provoque tu muerte.
Ya has pasado casi tres horas en este incierto mundo, rodeado de animales extintos hace millones de años, pero te parece que han pasado tan solo minutos...y tu búsqueda aun no se ha completado. Has gastado ya casi tres bloques de memoria realizando fotos, pero no te importa, merecerá la pena una vez vuelvas a tu casa desde esta era.
Avanzas tranquilamente por una senda natural dibujada entre la maleza, por la que deduces que normalmente deben de merodear dinosaurios como Gallimimus, o Compsognathus, ya que aunque las huellas son visibles a simple vista, tan solo puedes determinar que se tratan de animales poco peligrosos, de un tamaño aproximado de dos metros.
Sigues avanzando, pero con el rabillo del ojo sientes un débil movimiento acompañado por el sonido de las hojas secas al ser pisadas. Giras la vista, y, quieto como una estatua, oteas el lugar en busca de algún predador agazapado entre la maleza. Sin perder de vista ninguna de las zonas, y consciente de que tu traje mimetizante quizás sea inútil ante algún depredador de esta era, miras el aparato amarrado a tu muñeca en busca de cualquier señal calorífica que delate la posición de algún animal escondido entre la espesura. Pero las señales son negativas al respecto.
Con todos tus sentidos alerta, sigues avanzando, pero esta vez, mas rápido que antes, provocando que tu respiración se vaya acrecentando a medida que llegas al claro que se encuentra frente a tu vista. Al llegar allí, estás agotado, debido quizás a que la humedad del aire en esta época, es cercana al noventa y siete por ciento, gracias a la cantidad de vegetación que se encuentra a tu alrededor.
Desde tu posición, por fin vislumbras tu objetivo, un círculo de tierra removida, de un tamaño aproximado de dos metros de diámetro, y coronado por un círculo de tierra alrededor, colocado de esa manera seguramente para proteger los huevos de Carnosaurus que se encuentran en su interior.
Gracias al dispositivo calorífico de intensidad vectorial, compruebas si en los alrededores se encuentra la madre, recien salida en busca de comida, o tan solo es una trampa para todos aquellos animalillos, que, confiados por la ausencia de la madre, se acercan en busca de una pequeña fuente de proteinas, como pueden ser los huevos de estas especies.
Tras comprobar que ningun sensor detecta rastro alguno en los alrededores de fuentes de calor, sales de tu escondrijo, y avanzas muy despacio hacia tu objetivo, con la mano derecha aferrando la muñequera de emergencia, por si tienes que pulsar el botón de regreso de emergencia.
Sin romper el silencio de todo lo que te envuelve, tu cuerpo se mueve a la velocidad de la tortuga, pendiente de cada sonido del exterior, como un felino que acecha a su presa. Cuando por fin estás sobre el nido, te percatas de que no estás solo. Un dinosaurio de alrededor de dos metros de alto, verde, y con unas motas de color rojo en la espalda, semejantes a las marcas de los leopardos, vigila tus movimientos, mientras tu mirada se clava en sus ojos, y tus músculos se ponen tensos como la goma de un tirachinas.
El bicho, enorme, avanza hacia tí, lentamente, y te percatas de que sus movimientos se asemejan a los de una gallina, pero de un peso aproximado de doscientos kilos. De repente se para, y su cabeza comienza a girar a un lado y a otro, como si algo la hubiera puesto en alerta, pero no es lo suficientemente rápido.
El Carnosaurio irrumpe de entre los árboles, y con un golpe de su cuello, levanta con su enorme mandíbula al Oviraptor, y sacude sus fauces como si fuera un tiburón, arrancando las articulaciones de su sitio, y haciendo un ruido brutal, que provoca que todos los pelos de tu cuerpo se ericen de la impresión.
Pero eso no es todo, ya que tú, ensimismado con lo que acaba de suceder a apenas nueve metros de tí, percibes con el rabillo del ojo como las hojas del árbol que está a tu espalda comienzan a parpadear. En una décima de segundo, comprendes que el sistema de camuflaje natural que utiliza este Carnosaurio, puede competir frente al tuyo artificial, sin que por ello quede por debajo de lo que se espera de él.
Intentas sin éxito apretar el botón de emergencia, pero eres demasiado lento, algo que en el futuro habrá que mejorar si alguien vuelve a venir a esta era. Sus dientes atraviesan la carne de tu muñeca y llegan hasta el hueso, escuchando el horrible sonido de los huesos al frotarse unos con otros. Intentas chillar, pero el animal levanta su pata derec
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Hola Nazgul, soy Coronel Graff, para que veas que alguien te escribe.
ResponderEliminarSigue así, yo no leo tus relatos pero seguro que algún otro si. :p
Gracias Coronel. Si no los lees, al menos subes la cuenta de visitas, que no sé si servirá de algo.
ResponderEliminarUn abrazo grande grande grande!!!!