viernes, 18 de diciembre de 2009

Desde el otro Lado. Entrada II

Mucho tiempo ha pasado desde que emití mi primer mensaje. Mi percepción del mundo ha cambiado. Ahora sé que no estoy solo.

Poco tiempo después de enviar el primer bucle, decenas de señales colapsaron mi escáner de frecuencias, todas ellas intentando contestar a mi señal.

Recibí llamadas en diferentes anchos de banda. Desde Turquía o Polonia, hasta Venezuela y Argentina de parte de un tal Larmdh. Lástima que la distancia a todos aquellos lugares determine la dificultad de encontrarme con aquellas voces llenas de estática.

Pero, lo más importante fue que tambien las recibí de mi pais, de mi tierra. Y muchas de ellas, bastante cercanas. De Valdemoro, de Getafe, de Leganés, Parla, Fuenlabrada y Galapagar. Todas ellas de Madrid, la ciudad que me vio nacer hace treinta y tres años.

Al principio la mayoría de las voces eran "holas" cargados de excitación y nerviosismo, a la espera de volver a recibir alguna respuesta, pero luego, todo se convirtió en verdaderos diarios de campaña de supervivientes a los bombardeos como yo.

Uno de ellos, recibido desde Getafe, era una chica que contaba con veintiocho años, y había sido bombardeada hacía trece días. Su edificio ya destruido, pero que al menos le servía de refugio para los maníacos, saltó por los aires con un ruido de mortero y efectos especiales dignos de una película antigua. Todo lo que tenía recogido y almacenado desapareció en un enorme agujero, del que ella escapó gracias a que acababa de salir al supermercado cercano a su "hogar" a por pilas para las linternas.

Contó cómo había tenido que buscar de nuevo refugio, mientras atravesaba la ciudad en ruinas y esquivaba con cuidado las bandadas de cuervos que ahora pueblan las ciudades devastadas. Esos bichos se han vuelto muy agresivos, y no dudan en atacar a las personas si se encuentran en alto número. De hecho, yo tengo mi tejado completamente cerrado con las mallas que usaban los granjeros para mantener a las gallinas dentro de los corrales.

Mientras avanzaba por una de las carreteras principales que salían de la ciudad, se encontró con un grupo de cinco chicos, todos ellos menores de edad y ataviados con ropas oscuras. Decía que los había visto de vez en cuando apaleando a los perros y gatos que se cruzaban en su camino, pero siempre desde la seguridad de su "cuartel general", a través de alguna ventana o grieta, pero nunca en persona, ya que solo salía de noche y se cuidaba de no ser vista.

Aquellos muchachos, portaban todo tipo de armas rudimentarias, desde tubos de acero a estacas de madera, y la miraban de arriba a abajo como si de un bistec se tratara. Ella temió por su vida, ya que, según me dijo, mucha gente había optado por salir de caza y alimentarse de los de su propia especie al no encontrar otras fuentes de alimento diferentes de las ratas y cucarachas que ahora son las que reinan en este asqueroso mundo.

Pero sus sospechas de peligro, aunque en base a algo real, estaban equivocadas. Lo que aquellos chicos buscaban, no era carne con la que alimentar su apetito estomacal, sino el sexual. Despues de abalanzarse sobre ella, se defendió y forcejeó con aquellos salvajes, pero sus intentos fueron vanos ante la rudeza de la locura de aquellos imberbes.

No entraré en detalles, pero la violaron una y otra vez, para luego apalearla en el suelo y dejarla hecha un ovillo sobre el cesped de un jardín ya descuidado, dándola por muerta. Mientras mis nervios fluían a flor de piel escuchando los sollozos de su historia, siguió relatando cómo sacando fuerzas de flaqueza, logró levantarse y escapar de aquella zona como pudo. Tambaleándose y sufriendo atroces dolores en todo el cuerpo, acabó metida entre las vías de una de las estaciones de tren, en un hueco para la ventilación de la propia estación.

Cuento esto para que sigáis el ejemplo de esta mujer, y para que no cometáis el mismo error que ella. Nunca salgáis solos a la interperie, y menos de día. Las bandas han tomado las calles, y aquellos que se escandalizaban al ver las noticias de asesinatos y violencia en las calles del año 2009, son ahora los que las fomentan, con la excusa de la nueva civilización y la búsqueda del alimento. Si hay alguien que me esté escuchando que sienta que su sensibilidad, incluso ahora en estos tiempos tan aciagos, es demasiado débil como para escuchar ciertas cosas desagradables, que apague la radio, y se vaya a hacer otra cosa, ya que lo que viene a continuación, puede ser muy duro para según qué personas.

Llorando como una niña, siguió hablando sobre aquella noche, de cómo sus piernas temblaban en espasmos involuntarios mientras cada vez que se levantaba, un líquido viscoso y asqueroso resbalaba por sus muslos, salidos del rincón más íntimo de su ser. Estaba llena de algo que no era suyo, y el dolor que sentía bajo su vientre era tan insoportable como un dolor de muelas. Mientras caminaba para escapar del frío de la noche, vomitaba cada pocos metros, y las náuseas volvían a ella mientras su cabeza retrocedía varias horas en el tiempo y veía las caras desencajadas y sudorosas de aquellos salvajes empujándose contra ella mientras los demás, increpándola e insultándola la sujetaban e instaban al semental que la montaba a que lo hiciera con más fuerza, a que llegara más adentro.

Por fin llegó a una zona segura, según contó ella. Había estado poblada de perros salvajes, y nadie se acercaba por allí desde hacía tiempo, pero ella sabía que aquellos chuchos habían cambiado su zona de ataque por el centro de la ciudad, y tan solo aparecían por allí si el núcleo de la metrópolis se encontraba sin alimento, cosa difícil de creer, ya que allí se agolpaban la mayoría de las bandas luchando por hacerse con los comercios de la zona. Algunos aun tenían cosas almacenadas de las que antiguamente vendían, y la comida enlatada y las pastas de cereal estaban muy solicitadas, de ahí que cada día, alguien muriera defendiendo alguna tienda. Ese era el alimento de los perros.

El ambulatorio en el que se refugió, estaba vacío, ya que había sido asaltado varias veces para encontrar en su interior todo tipo de medicamentos. Por eso era un lugar seguro, nadie iría allí a buscar nada. Se recostó sobre una de las camillas deshilachadas y sucias, y me contó cómo se quedó dormida durante casi veinticuatro horas.

Cuando despertó, notaba un leve cosquilleo en una de sus manos, que le quedaba colgada de la camilla, ya que no entraba todo su cuerpo en aquella estrecha cama improvisada. Al levantar aquella mano, su sueño se volvió horror al descubrir que las ratas y los gatos, se habían alimentado de sus dedos mientras dormía, y habían acabado con dos de ellos, el índice y el meñique de su mano izquierda.

Chilló, corrió, destrozó el mobiliario ya inservible, pero sus dedos no volvieron a crecer ni las ratas abandonaron la escena, por miedo a perder aquellla comida tan deliciosa. Arrancando los jirones de una sábana, se vendó la mano de manera rudimentaria, y abandonó el edificio médico, llorando y maldiciendo su suerte y la de sus dedos.

Mientras las lágrimas corrían por mis mejillas al escuchar la historia de Ida, que así se llamaba la muchacha, intentaba hacerme una idea de las cosas que podrían estar pasándose por la cabeza de aquella joven, pero me era imposible hacerlo. Cada vez que lo hacía, mi estómago se convertía en un nudo de nervios y me amenazaba con deshacerse de todo con lo que me había alimentado.

En los últimos momentos de su informe, me comunicó cuales eran sus intenciones más cercanas en el tiempo. Iba a volver a su antigua casa, la que estaba bombardeada, e iba a intentar encontrar algo con lo que poder curarse la horrible herida, antes de que la infección se distribuyera por su sangre y la dejara en peores condiciones de las que ya estaba.

Me confesó que tenía miedo. No a que la volvieran a encontrar aquellos locos ni salvajes similares. Tampoco a ser devorada por una bandada de cuervos enloquecidos o una jauría de perros rabiosos. Ni siquiera a que los de su propia especie la cazaran y se alimentaran de su carne mientras ella aun despierta, observaba con terror como sus iguales devoraban con furia las partes de su cuerpo. Lo que más temía, es que la escaramuza de aquellos desalmados imberbes, la hubieran provocado algo de lo que no se podría deshacer. Que la dejaría secuelas por siempre, además de atarla a un lugar peligroso, del que sería aun más complicado escapar.

Temía haberse quedado embarazada.

Lo último que escuché de sus labios a través de mi querida emisora de radio, fue que partía en busca de los medicamentos antirábicos que había mantenido escondidos en su antiguo "hogar" y que en un par de días intentaría ponerse en contacto conmigo. Espero que le vaya todo bien, y sepa cuidarse de sí misma.

Dejaré, al igual que la otra vez, el bucle conctado para que todos vosotros podáis escuchar la historia de Ida, y aprendáis de sus errores y de su tesón. Recordad que nadie es de fiar, que todos querrán quedarse con lo vuestro y que no hay animal más peligroso en este mundo, que nuestra propia especie.

Soy José Antonio y estoy emitiendo desde el Otro Lado.

4 comentarios:

  1. Hola José. Me apena mucho escuchar la mala experiencia de Ida.
    Por aqui la situacion está igual, y estamos pensando en unirnos y limpiar un poco la zona de las bandas.
    Tenemos algunas armas y bastante valor, así es que la batalla está por comenzar.
    Saludos de Argentina.

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  2. Las bombas de mi región me pillaron en medio de una convención feminista. Debo decir que ahora estoy muy contento de ser el único macho de mi ciudad. Sólo echo de menos el poker.

    "se olvidaron de que a esas alturas los recursos ya no eran el motivo... si no el odio y el egoismo". Genial esa parte Toluuu.

    Es de la primera pero voy por aquí. A ver si consigo pillarte.

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  3. Pues hijo mío, no sé si es bueno ser el único macho de mi ciudad... Lo que tienes que informar es de si hay alguna otra hembra, porque sino, no te va a valer de nada ser el único macho.
    Gracias por leerme. No creo que tardes mucho en alcanzarlo. espero saber mas de tí mas adelante...

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  4. Bueno todos hemos soñado con ser esclavos de un grupo de mujeres... que nos azoten y... mmm... ¿no?

    Mejor voy a seguir leyendo a ver hasta donde alcanzo hoy.

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