miércoles, 28 de octubre de 2009

La larga espera

Esto que a continuación os relato, forma parte de la primera página que escribí, hará ya casi dos años.
Lo hice para probar qué tal se me daría el contar una historia, y la verdad, el resultado me gustó bastante.
Lo que podéis leer a continuación, es algo que un compañero de trabajo, que por desgracia ya no está con nosotros, y que me contó que le había sucedido hace ya mucho tiempo, allá por los años cuarenta casi cincuenta.
No me entretengo mucho más:

La noche era fresca.Había en el aire un aroma dulce, a barquillo, a churros, a algodón de azúcar.Y sobre todo, era féliz;estaba expectante.Después de mucho tiempo,había conseguido lo que llevaba buscando desdeque era un crío.
Con doce años, fuí por primera vez con mi padre a Villalblino,le acompañaba para comprar verduras, hortalizas y semillas, y sobre todo, a reparar una rueda del carro de mi padre,ya que sin él, nuestra vida si cabe, sería mucho más difícil en el pueblo.
La burra estaba nerviosa ese día, ya que era vieja, y sabía que le esperaba un camino largo, y lo peor, una vuelta igual de larga, y además cargada de viandas.
Cuando por fin llegamos, entramos en el pueblo,y me sentí como los bandoleros de las películas del oeste que veíamos en la casa de la vecina; reunidos y apretujados en la verja de la ventana, nos acercabamos doce o trece chiquillos allí y nos pegábamos por coger el mejor sitio para ver los pistoleros en esa caja mágica.
Así,al entrar por la calle principal, todo el pueblo parecía haber dejado de hacer todo aquello que estaba haciendo, tan sólo para mirarnos entrar, como desafiándonos como en el far west.
En eso que mi padre,del que heredé su mal humor, empezó a maldecir por lo bajo, aunque lo suficientemente bajo como para que todos le oyeran.Y todos le oyeron, menos yo; yo no le oí, porque acababa de ver a la chiquilla mas linda que mis ojos jamás habían vislumbrado.
Estaba allí, plantada al lado de un pozo, jugando con un yo-yo con una mano, y con la otra, dándole a la manivela del pozo para llenar un cubo de madera colocado debajo del grifo.Me pareció ver, que era la única persona que no se había percatado de nuestra presencia.
Cuando mi padre entró a la casa del carpintero, yo me quedé cuidando de la burra, e intenté
buscar los ojos de aquella chiquilla.Me tenía hipnotizado, tanto, que no vi llegar por mi derecha el puñetazo que me propinó un chico que no conocía de nada.
Yo, absorto por el golpe, le miré, y con mi rabia acrecentándose en el color de mi cara, me incorporé de un salto y al intentar abalanzarme sobre él, otros tres chicos, que tampoco había visto, me sujetaron, y de un empujón, me apretaron la espalda contra el carro.La verdad es que, menos mal que salió mi padre de la carpintería, porque si no me podían haber dado la paliza de mi vida.
Ellos huyeron como conejos, no sin antes escuchar al dueño del puño que hinchaba mi cara, "ni la vuelvas a mirar".Fue mi primera pelea, pero no la última.
Hoy, tengo dieciocho años, y he venido otra vez al mismo pueblo, a la misma calle, y ahí está el pozo,pero no aquella chiquilla; y no está porque está en casa, esperando al chico con el que sale desde hace un mes y medio.Ese chico como podéis imaginar, soy yo.
No voy a axtenderme en eexplicar como lo conseguí,lo que si os diré, es que cuando por fin reuní el valor de invitarla a salir, los mismos chicos que aquel día tan lejano me pegaron sólo un puñetazo,inexplicablemente, se enteraron de ello, y volvieron a cogerme desprevenido, y esta vez, mi padre no hizo acto de presencia.Estuve casi tres semanas en casa recuperándome de los moratones que tenía por todo el cuerpo, de la paliza que me dieron.
Al menos la idea de venir a ver aesa chica, y tener una hora a solas con ella, me ha curado hasta los mareos que me provocaron los golpes recibidos.
Así que, después de elegir concienzudamente mi ropa, y de peinarme de gtres maneras diferentes antes de salir de casa, he dado un beso a mi madre, y me ha deseado suerte, no sin antes advertirme lo que podía pasar si llegaba tarde a casa.
Así que he ido al garaje, he sacado la motocicleta de mi padre, le he quitado el sidecar,y he cogido un par de metros de soga.
Y aquí estoy, treinta minutos antes de la hora, y esperando pacientemente, detrás del puesto de helados,saboreando pacientemente mi berenjena.Hasta que por fin, como yo esperaba,aparece la persona a la que hace cerca de seis años, yo estaba esperando encontrarme a solas con ella.
Sonrío.Me arreglo la camisa y me coloco el pelo.Arranco a andar y me percato de que aun no me ha visto acercarme hasta donde se encuentra. Menuda sorpresa, pienso yo, que le voy a dar.
Llego a su altura,y vaya que si se la lleva.El golpe que sale desde mi puño es brutal,le pilla parte de la oreja, y cae inconsciente como un saco de patatas.
Ya ha pasado la media hora,y aquí estoy, sentado con Marta, que así se llama ella, saboreando sonrientes otro par de berenjenas que, como buen caballero, he pagado yo,como me enseñó mi padre.Me pregunta que porque sonrío tanto,y contesto que porque soy feliz con todo lo que estoy viviendo hoy. Ella sonríe, se sonroja, y me dice moviendo la cabeza: "Qué tonto eres", mientras con un pañuelo se limpia pulcramente las manos manchadas con el caldo de la berenjena.Yo la sonrío, termino la mia, y tiro a la papelera el palo de las dos berenjenas.
Qué raro,me dice ella, hoy es el primer dia que estoy contigo a solas, y no aparece el matón de Tomás.Estará ocupado en otras cosas,la contesto yo, no sin antes reprimir una sonrisa maliciosa al pensar en él, y en la rojez de su oreja derecha al encajar mi golpe.
Ya han pasado tres días,y evidentemente Marta se enteró de que alguien, había golpeado por la espalda a Tomás en la feria, le había atado una soga al tobillo, y le había arrastrado por todo el campo atado a una motocicleta.Tardaron una noche entera en encontrarle, andando desnudo y bastante magullado, por el camino de tierra que hace seis años yo tuve que deshacer con mi padre y la burra, con un ojo hinchado como un globo.
Cuando Marta me lo contó con el ceño fruncido, y con pose acusadora, yo la miré a los ojos, sonreí, y despues de darle un beso en la boca la contesté:

Te lo dije, estaba ocupado.

martes, 27 de octubre de 2009

Mi primera entrada

Por fin lo he conseguido.
No he construido una casa, ni he fabricado un niño. No he plantado ningún árbol, ni tan siquiera he escrito un libro... pero a esto último si que aspiro. Aunque tan solo sea un libro que se apoye en mi propia estantería y que sólo yo lo pueda leer. Y este es el primer paso para conseguirlo.
Abro este Blog para enseñar en Internet lo que creo que sé hacer, lo que mi cabeza tiene almacenado está deseando salir para darse a conocer.
Posiblemente no serán Best Sellers, ni tan siquiera alcanzarán las mil entradas, pero si al menos la gente lee lo que escribo, quedaré contento por ello, porque mi legado habrá llegado más lejos de lo que realmente habría podido imaginar.
Doy las gracias a toda la gente de Gisicom, ya que sin ellos, nunca habría podido desarrollar esta faceta que estaba escondida en mi interior. Ellos fueron los que me animaron a plasmar mis ideas en papel, a darles forma, y sin su apoyo, no me habría atrevido a grabar en tinta lo que una vez me contó un viejo amigo, naciendo así mi primer relato, el cual será con el que inaugure esta primera página de mi Diario.
Espero que os guste lo que a continuación se irá publicando, ya que aunque el ego del escritor es grande, la gran mayoría escriben para sí mismos, tambien escriben para los demás, y vosotros, seais quienes seais, y estéis donde estéis, sois los que determinaréis el futuro de este humilde aprendiz de escritor.
Gracias a todos.